La historia del movimiento obrero, manifestación del conflicto social en la sociedad civil, terminó en Europa continental cuando el Estado fascista transformó el sindicalismo en una estructura estatal, dotada con facultad de dictar normas laborales incluso para los no afiliados, a través de Convenios Colectivos. El invento italiano, traducido al franquismo en los sindicatos verticales, continúa vigente, sin modificaciones sustanciales, en el modelo sindical de la Monarquía de Partidos.
La UGT nunca dejó de ser la rama obrera del PSOE. Y el PC no tuvo nada parecido hasta la creación, dentro del sindicalismo vertical, de las prometedoras Comisiones Obreras. Pero la Transición sindical ha seguido el camino y el ejemplo de la Transición partidista. Se disolvió el Partido Único y su lugar fue ocupado por varios partidos estatales. Se disolvió el Sindicato Único y se sustituyó por varios sindicatos estatales. No solo porque están financiados por el erario público y participan del consenso político, sino porque siguen siendo órganos del Estado con poderes normativos sobre los trabajadores no afiliados, la inmensa mayoría.
Esos son los sindicatos estatales, burocracias corrompidas de aparato, que no representan la civilizada masa trabajadora y sostienen la incivilizada Monarquía de la corrupción.
Es evidente, que los actuales sindicatos son aparatos oligárquicos idénticos a los partidos. Pero las consecuencias de su actuación al ser mas directas son mucho más graves, ya que afectan de manera muy directa al colectivo de trabajadores, afiliados y no afiliados. Los partidos no representan a la sociedad civil. Los sindicatos mucho menos a los trabajadores, ya que no solo están financiados por el Estado, sino que lo están de manera escandalosa por las propias empresas, mediante sindicalistas liberados,horas sindicales por doquier, permisos retribuidos en claro fraude ley en muchos de los casos y el más grave de los atentados laborales. Los sindicalistas reconvertidos en consejeros de la propia empresa con actuaciones mucho más reaccionarias hacia la clase trabajadora que los propios dirigentes empresariales. Su complejo social es siempre muy elevado al verse entre “gente bella” que les adula y les desprecia en lo mas íntimo de su corazón, les hace enseguida comprender que su estatus social es efímero y hay que procurarse seguridad y riqueza. La lucha sindical llego a su fin cuando el sillón del consejo da cabida a personajes de perfil tan evocador.
La obra maestra fruto del consenso empresarial-sindical ha sido sin duda, el mal llamado Estatuto de los Trabajadores, que con un mínimo rigor técnico, se debería haber denominado, el Estatuto de los Empresarios, ya que ni una sola linea de su contenido es favorecedora de los interés de la clase a la que va dirigida.
Salvador
La UGT nunca dejó de ser la rama obrera del PSOE. Y el PC no tuvo nada parecido hasta la creación, dentro del sindicalismo vertical, de las prometedoras Comisiones Obreras. Pero la Transición sindical ha seguido el camino y el ejemplo de la Transición partidista. Se disolvió el Partido Único y su lugar fue ocupado por varios partidos estatales. Se disolvió el Sindicato Único y se sustituyó por varios sindicatos estatales. No solo porque están financiados por el erario público y participan del consenso político, sino porque siguen siendo órganos del Estado con poderes normativos sobre los trabajadores no afiliados, la inmensa mayoría.
Esos son los sindicatos estatales, burocracias corrompidas de aparato, que no representan la civilizada masa trabajadora y sostienen la incivilizada Monarquía de la corrupción.
Es evidente, que los actuales sindicatos son aparatos oligárquicos idénticos a los partidos. Pero las consecuencias de su actuación al ser mas directas son mucho más graves, ya que afectan de manera muy directa al colectivo de trabajadores, afiliados y no afiliados. Los partidos no representan a la sociedad civil. Los sindicatos mucho menos a los trabajadores, ya que no solo están financiados por el Estado, sino que lo están de manera escandalosa por las propias empresas, mediante sindicalistas liberados,horas sindicales por doquier, permisos retribuidos en claro fraude ley en muchos de los casos y el más grave de los atentados laborales. Los sindicalistas reconvertidos en consejeros de la propia empresa con actuaciones mucho más reaccionarias hacia la clase trabajadora que los propios dirigentes empresariales. Su complejo social es siempre muy elevado al verse entre “gente bella” que les adula y les desprecia en lo mas íntimo de su corazón, les hace enseguida comprender que su estatus social es efímero y hay que procurarse seguridad y riqueza. La lucha sindical llego a su fin cuando el sillón del consejo da cabida a personajes de perfil tan evocador.
La obra maestra fruto del consenso empresarial-sindical ha sido sin duda, el mal llamado Estatuto de los Trabajadores, que con un mínimo rigor técnico, se debería haber denominado, el Estatuto de los Empresarios, ya que ni una sola linea de su contenido es favorecedora de los interés de la clase a la que va dirigida.
Salvador
Comentarios: