Afortunadamente, nosotros tenemos una formación que nuestros antecesores no pudieron tener.
Me refiero a los miles de andaluces que se vieron obligados a dejar su tierra, su casa y su gente en las décadas de los 50 y 60, para trabajar en Europa.
Ahora comprendo la angustia que les acompañaba.
Nosotros, el personal sanitario andaluz, con una preparación teórica y técnica digna de los países más avanzados del mundo, tenemos que dejar nuestra tierra, nuestra casa y nuestra gente para poder encontrar un trabajo digno o cuando menos estable, mas allá de nuestras fronteras.
No somos turistas. Somos los afortunados emigrantes del siglo XXI.
Mientras, nuestros compañeros, que tienen la "suerte" de trabajar en el Servicio Andaluz de Salud, soportan la presión de miles de usuarios mal atendidos, inmersos en listas de espera interminables, de servicios asistenciales hipermasificados y de condiciones de trabajo extremas, que ponen en peligro la seguridad de nuestros pacientes e incluso, nuestra propia integridad física.
Tanto es así, que cada vez con más frecuencia, el personal sanitario es agredido verbal y físicamente, porque es la cara visible de un sistema de salud caótico, la primera línea de choque de una estructura que se tambalea.
Mientras, la respuesta a los que estamos a la puerta del Sistema, demandando un empleo, es la precariedad: Contratos de un día. Guardias de 48 horas. Disponibilidad total. Movilidad total. Utilización de medios y recursos personales para poder trabajar dignamente.
Imagínense a un bombero que tuviera que ir a un incendio con su propio coche, comprarse su propia manguera y conectarla al grifo de un vecino para poder trabajar.
Esto es simplemente tercermundista, si lo comparamos con el nivel de asistencia sanitaria en los países de nuestro entorno.
A nivel político, nos venden que todo va bien, inmersos de lleno en la Tercera Modernización Andaluza, pero ante las demandas de mejora, de avance, de sentido común en definitiva, la respuesta siempre se repite: "...no hay dinero. No hay presupuesto. No se puede contratar más personal. Esto es lo que hay. Vuelva usted mañana". Punto final. Es la melodía machacona de los que "gestionan" el sistema.
Una de las consecuencias directas de la nefasta gestión de nuestros "cabezas pensantes" es la fuga masiva de profesionales jóvenes, tanto médicos como enfermeras/os que, formados durante largos años con grandes cantidades de dinero público en las Escuelas de Salud y en las Facultades de Medicina, deben decidir y planificar antes de acabar sus estudios, a qué país deberán marchar, para poder trabajar en algo que esté relacionado con aquello para lo que, con tanto esfuerzo, se han preparado.
Por otra parte, en Europa, al contrario que en España, los jóvenes ya no están interesados en las profesiones que requieren una cierta dosis vocacional y de sacrificio, y una dura preparación de largos años.
No interesan las profesiones que obligan a trabajar en días festivos o por la noche, que exigen responsabilidad en grado máximo o que obligan a ponerse en el lugar de los demás y esto explicaría, como razón primordial, la penuria casi endémica de personal sanitario en estos países.
La segunda razón, en mi opinión, es la falta de previsión crónica que padecen las clases políticas, que han dado por sentado el relevo generacional en estas profesiones sin tener en cuenta otras consideraciones globales, que serían motivo de otra reflexión aparte.
Según todo esto, mi percepción me invita a pensar que, en los países de nuestro entorno, las profesiones sanitarias son y van a ser en el futuro cosa nuestra, es decir de los extranjeros, básicamente españoles y, además, magrebíes, europeos del Este y, cada vez más, sudamericanos.
El fenómeno migratorio es el mismo que en los años 50 y 60 pero el nivel de calificación profesional requerido es ahora más alto. Así de sencillo.
Esto no supone ningún problema para los países de Centroeuropa ya que ellos tienen el dinero necesario y además, sus "vecinos del Sur" tienen una cantidad enorme de profesionales desempleados, que están ansiosos por trabajar, cuya formación les resulta gratuita y que son atraídos por un salario, que aun siendo digno, siempre es notablemente inferior al de sus colegas europeos, por una serie de derechos adquiridos, a los que los inmigrantes no tenemos derecho, aún siendo ciudadanos comunitarios.
Sin embargo, vista la situación en nuestra tierra, Europa nos espera.
¡Europa unida, Europa común..!
Cuando vives en un pais como extranjero, no por tu voluntad, sino "invitado" por las circunstancias en el tuyo, este concepto pierde su encanto.
Jose Risueño. Enfermero emigrante, desde el Hospital du Mont D'or. Lyon. Francia
Me refiero a los miles de andaluces que se vieron obligados a dejar su tierra, su casa y su gente en las décadas de los 50 y 60, para trabajar en Europa.
Ahora comprendo la angustia que les acompañaba.
Nosotros, el personal sanitario andaluz, con una preparación teórica y técnica digna de los países más avanzados del mundo, tenemos que dejar nuestra tierra, nuestra casa y nuestra gente para poder encontrar un trabajo digno o cuando menos estable, mas allá de nuestras fronteras.
No somos turistas. Somos los afortunados emigrantes del siglo XXI.
Mientras, nuestros compañeros, que tienen la "suerte" de trabajar en el Servicio Andaluz de Salud, soportan la presión de miles de usuarios mal atendidos, inmersos en listas de espera interminables, de servicios asistenciales hipermasificados y de condiciones de trabajo extremas, que ponen en peligro la seguridad de nuestros pacientes e incluso, nuestra propia integridad física.
Tanto es así, que cada vez con más frecuencia, el personal sanitario es agredido verbal y físicamente, porque es la cara visible de un sistema de salud caótico, la primera línea de choque de una estructura que se tambalea.
Mientras, la respuesta a los que estamos a la puerta del Sistema, demandando un empleo, es la precariedad: Contratos de un día. Guardias de 48 horas. Disponibilidad total. Movilidad total. Utilización de medios y recursos personales para poder trabajar dignamente.
Imagínense a un bombero que tuviera que ir a un incendio con su propio coche, comprarse su propia manguera y conectarla al grifo de un vecino para poder trabajar.
Esto es simplemente tercermundista, si lo comparamos con el nivel de asistencia sanitaria en los países de nuestro entorno.
A nivel político, nos venden que todo va bien, inmersos de lleno en la Tercera Modernización Andaluza, pero ante las demandas de mejora, de avance, de sentido común en definitiva, la respuesta siempre se repite: "...no hay dinero. No hay presupuesto. No se puede contratar más personal. Esto es lo que hay. Vuelva usted mañana". Punto final. Es la melodía machacona de los que "gestionan" el sistema.
Una de las consecuencias directas de la nefasta gestión de nuestros "cabezas pensantes" es la fuga masiva de profesionales jóvenes, tanto médicos como enfermeras/os que, formados durante largos años con grandes cantidades de dinero público en las Escuelas de Salud y en las Facultades de Medicina, deben decidir y planificar antes de acabar sus estudios, a qué país deberán marchar, para poder trabajar en algo que esté relacionado con aquello para lo que, con tanto esfuerzo, se han preparado.
Por otra parte, en Europa, al contrario que en España, los jóvenes ya no están interesados en las profesiones que requieren una cierta dosis vocacional y de sacrificio, y una dura preparación de largos años.
No interesan las profesiones que obligan a trabajar en días festivos o por la noche, que exigen responsabilidad en grado máximo o que obligan a ponerse en el lugar de los demás y esto explicaría, como razón primordial, la penuria casi endémica de personal sanitario en estos países.
La segunda razón, en mi opinión, es la falta de previsión crónica que padecen las clases políticas, que han dado por sentado el relevo generacional en estas profesiones sin tener en cuenta otras consideraciones globales, que serían motivo de otra reflexión aparte.
Según todo esto, mi percepción me invita a pensar que, en los países de nuestro entorno, las profesiones sanitarias son y van a ser en el futuro cosa nuestra, es decir de los extranjeros, básicamente españoles y, además, magrebíes, europeos del Este y, cada vez más, sudamericanos.
El fenómeno migratorio es el mismo que en los años 50 y 60 pero el nivel de calificación profesional requerido es ahora más alto. Así de sencillo.
Esto no supone ningún problema para los países de Centroeuropa ya que ellos tienen el dinero necesario y además, sus "vecinos del Sur" tienen una cantidad enorme de profesionales desempleados, que están ansiosos por trabajar, cuya formación les resulta gratuita y que son atraídos por un salario, que aun siendo digno, siempre es notablemente inferior al de sus colegas europeos, por una serie de derechos adquiridos, a los que los inmigrantes no tenemos derecho, aún siendo ciudadanos comunitarios.
Sin embargo, vista la situación en nuestra tierra, Europa nos espera.
¡Europa unida, Europa común..!
Cuando vives en un pais como extranjero, no por tu voluntad, sino "invitado" por las circunstancias en el tuyo, este concepto pierde su encanto.
Jose Risueño. Enfermero emigrante, desde el Hospital du Mont D'or. Lyon. Francia
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