La ministra del miembro, ahijada y apadrinada de Cháves primero y de Rubalcaba después, es producto de la incultura de aquellas herencias de la LOGSE y de la ESO, que crecieron en el desértico semillero de la otra anterior que extirpó el latín de nuestro Bachillerato. Quizás, llamada a la alta tarea ministerial, no de la Igualdad, sino de “Igualdad de la Insuficiencia”, para distraer el ambiente, de modo que el ciudadano, agobiado por la galopante crisis económica, se entretenga en hablar de miembra, mientras olvida la terrible subida de los precios, el paro que no cesa, el déficit y el gasto y despilfarro que han extenuado las arcas del erario.
Aquí, con la inútil llegada de la Autonomías, inútil, para nosotros, no, para ellos, que se autoensueldan, se instaló también la nueva clase política, cuyo mérito y conocimiento estriba en haber hecho “carrera” en la militancia de un partido. Así hemos visto, cómo las distorsiones y perversiones lingüísticas se imponen y generalizan hasta el hartazgo. Un día allí, en la Vasconia, un político soltó la insulsez de “los vascos y las vascas” y ahí está hasta la saciedad de la mayoría inculta. Otro, una feminista, en su inopia, toma la incongruencia “genre” del inglés y sin ningún rigor gramatical, nos introduce la aberrante “violencia de género”. Género y Número son dos categorías morfológicas, que indican masculino o femenino, singular o plural, y no hombre o mujer, y por tanto, no tienen agresividad ni violencia. Y, hoy, se nos habla de miembra y no se reconoce con humildad el error, sino que se mantiene, se argumenta y se recurre a la Real Academia con ánimo de ilustrarla y fijar su labor, como si los demás fuésemos ilusos. Del dicho ciceroniano: “Humanum errare est”, ni atisbo, pues, del latín ni su existencia conocen.
El feminismo y el machismo, en su manejo barato y desquiciado, son desechables. Sin embargo, como conceptos y movimientos sociales de defensa de la dignidad e igualdad justas en pro de los derechos humanos, merecen respeto y apoyo. Una palabra por llevar el morfema -a no indica lo relativo a mujer, por lo que sacarlo de su contexto es desconocimiento. Por ese camino, podemos llegar a la desfachatez de decir cadero, persono, luno, tierro, socialisto, o como dice J. Nar, ovejo, jirafo o gilipollo. Es la vacuidad de la falsa progresía, que tomando sólo la estética de la izquierda, no sus principios sustanciales, cree que los demás andan hacia atrás, porque no viven a expensas de la ubre del Partido y al pairo del instalado de por vida, al son de prebendas y poltronas.
Asentemos, que la existencia de tres lenguas históricas y amorosamente conservadas en España constituye un precioso patrimonio nacional. Ahora bien, en ese ámbito del absurdo, se mueven los ignorantes separatistas y nacionalistas, que virulentos tratan de eliminar nuestra lengua de tres regiones españolas; ahí, están el atentado contra el Vicepresidente de “Galicia Bilingüe” con las amenazantes consignas totalitarias de “Bilingüismo es colonialismo” y “Españoles fuera de Galicia”, los ataques vascos al Español y la fobia catalana que impide y obstaculiza el uso y la enseñanza de la Lengua Española, la noble, hermosa e ínclita lengua, vehículo de comunicación de quinientos millones de hispanohablantes en Iberoamérica y el mundo.
C.V. Mudarra
Aquí, con la inútil llegada de la Autonomías, inútil, para nosotros, no, para ellos, que se autoensueldan, se instaló también la nueva clase política, cuyo mérito y conocimiento estriba en haber hecho “carrera” en la militancia de un partido. Así hemos visto, cómo las distorsiones y perversiones lingüísticas se imponen y generalizan hasta el hartazgo. Un día allí, en la Vasconia, un político soltó la insulsez de “los vascos y las vascas” y ahí está hasta la saciedad de la mayoría inculta. Otro, una feminista, en su inopia, toma la incongruencia “genre” del inglés y sin ningún rigor gramatical, nos introduce la aberrante “violencia de género”. Género y Número son dos categorías morfológicas, que indican masculino o femenino, singular o plural, y no hombre o mujer, y por tanto, no tienen agresividad ni violencia. Y, hoy, se nos habla de miembra y no se reconoce con humildad el error, sino que se mantiene, se argumenta y se recurre a la Real Academia con ánimo de ilustrarla y fijar su labor, como si los demás fuésemos ilusos. Del dicho ciceroniano: “Humanum errare est”, ni atisbo, pues, del latín ni su existencia conocen.
El feminismo y el machismo, en su manejo barato y desquiciado, son desechables. Sin embargo, como conceptos y movimientos sociales de defensa de la dignidad e igualdad justas en pro de los derechos humanos, merecen respeto y apoyo. Una palabra por llevar el morfema -a no indica lo relativo a mujer, por lo que sacarlo de su contexto es desconocimiento. Por ese camino, podemos llegar a la desfachatez de decir cadero, persono, luno, tierro, socialisto, o como dice J. Nar, ovejo, jirafo o gilipollo. Es la vacuidad de la falsa progresía, que tomando sólo la estética de la izquierda, no sus principios sustanciales, cree que los demás andan hacia atrás, porque no viven a expensas de la ubre del Partido y al pairo del instalado de por vida, al son de prebendas y poltronas.
Asentemos, que la existencia de tres lenguas históricas y amorosamente conservadas en España constituye un precioso patrimonio nacional. Ahora bien, en ese ámbito del absurdo, se mueven los ignorantes separatistas y nacionalistas, que virulentos tratan de eliminar nuestra lengua de tres regiones españolas; ahí, están el atentado contra el Vicepresidente de “Galicia Bilingüe” con las amenazantes consignas totalitarias de “Bilingüismo es colonialismo” y “Españoles fuera de Galicia”, los ataques vascos al Español y la fobia catalana que impide y obstaculiza el uso y la enseñanza de la Lengua Española, la noble, hermosa e ínclita lengua, vehículo de comunicación de quinientos millones de hispanohablantes en Iberoamérica y el mundo.
C.V. Mudarra