Europa no se da cuenta del peligro que corre al fomentar el laicismo y dejar entrar con tanta facilidad el Islam en sus espacios; tal vez por ello, está desechando pluralismo y creencias, con el resultado de avivar odio y prejuicio; y, por lo mismo, numerosas fuerzas actúan y maniobran con insistencia para renegar de la historia y los símbolos religiosos de la mayoría de los ciudadanos.
El mundo cristiano está en alarma, urge alzar la voz de las gentes de bien a favor de la libertad religiosa; son ya muchas las víctimas silenciosas que han caído y caen a manos del fanatismo solamente por ser cristianos; en muchas partes del Planeta, sumidas en el comunismo, en el islamismo y laicismo, se están perpetrando reiteradamente ataques y crímenes intolerables. Hay que quemar las armas destinadas a matar y a exterminar a la humanidad y, como apuntaba Pablo VI, recurrir a las "armas morales, que den fuerza y prestigio al derecho internacional".
Son horrendos los actos de violencia e intolerancia que se suceden actualmente en Irak, y otros países del mundo, asiáticos y africanos, en perjuicio de las minorías religiosas; observando la situación internacional en su conjunto, Benedicto XVI analiza y afirma amargamente que en algunas regiones del mundo "no es posible profesar y expresar libremente la propia religión"; en otras, en cambio, la intolerancia y la violencia se afirman mediante "formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos". El Papa, sin mucho énfasis retórico, asegura con contundencia que "los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe"; precisamente, en Bagdad el "vil ataque" contra la catedral siro-católica cortó la vida a dos sacerdotes y exterminó a unos cincuenta fieles,
El atacar la libertad religiosa y sustraer la dimensión pública de la religión alimenta la injusticia en la sociedad, enciende el odio y rechaza la paz. Es preciso entablar una crítica radical del relativismo moral, que "es en realidad el origen de la división y negación de la dignidad de los seres humanos" y repudiar el fundamentalismo y laicismo, "formas específicas y extremas de rechazo del pluralismo", pues la religión cristiana de gran importancia en el ámbito político y cultural constituye "un factor primordial de unidad y de paz".
Benedicto XVI pone en sus afirmaciones la fuerza del sincero convencimiento de que el mundo "tiene necesidad de Dios" y esgrime la razón, que todos pueden compartir, de la fraternidad, existente en la conciencia de la especificidad hebraica y cristiana. Jesucristo nunca manda la guerra ni el asesinato; no ha hecho una revolución cruenta, no ha cambiado el mundo con la fuerza, sino con la misericordia y el perdón; su mandato esencial es el amor: que “os améis unos a otros como yo os he amado”.
C. Mudarra
El mundo cristiano está en alarma, urge alzar la voz de las gentes de bien a favor de la libertad religiosa; son ya muchas las víctimas silenciosas que han caído y caen a manos del fanatismo solamente por ser cristianos; en muchas partes del Planeta, sumidas en el comunismo, en el islamismo y laicismo, se están perpetrando reiteradamente ataques y crímenes intolerables. Hay que quemar las armas destinadas a matar y a exterminar a la humanidad y, como apuntaba Pablo VI, recurrir a las "armas morales, que den fuerza y prestigio al derecho internacional".
Son horrendos los actos de violencia e intolerancia que se suceden actualmente en Irak, y otros países del mundo, asiáticos y africanos, en perjuicio de las minorías religiosas; observando la situación internacional en su conjunto, Benedicto XVI analiza y afirma amargamente que en algunas regiones del mundo "no es posible profesar y expresar libremente la propia religión"; en otras, en cambio, la intolerancia y la violencia se afirman mediante "formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos". El Papa, sin mucho énfasis retórico, asegura con contundencia que "los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe"; precisamente, en Bagdad el "vil ataque" contra la catedral siro-católica cortó la vida a dos sacerdotes y exterminó a unos cincuenta fieles,
El atacar la libertad religiosa y sustraer la dimensión pública de la religión alimenta la injusticia en la sociedad, enciende el odio y rechaza la paz. Es preciso entablar una crítica radical del relativismo moral, que "es en realidad el origen de la división y negación de la dignidad de los seres humanos" y repudiar el fundamentalismo y laicismo, "formas específicas y extremas de rechazo del pluralismo", pues la religión cristiana de gran importancia en el ámbito político y cultural constituye "un factor primordial de unidad y de paz".
Benedicto XVI pone en sus afirmaciones la fuerza del sincero convencimiento de que el mundo "tiene necesidad de Dios" y esgrime la razón, que todos pueden compartir, de la fraternidad, existente en la conciencia de la especificidad hebraica y cristiana. Jesucristo nunca manda la guerra ni el asesinato; no ha hecho una revolución cruenta, no ha cambiado el mundo con la fuerza, sino con la misericordia y el perdón; su mandato esencial es el amor: que “os améis unos a otros como yo os he amado”.
C. Mudarra
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