El PSOE declara que “la II República es la más importante experiencia democrática”. El Congreso ha aprobado, con la oposición del PP, la proposición de ley, que establece, a iniciativa de IU, el 2006 “Año de la Memoria Histórica”. El texto inserta, a instancias de los populares, la mención al reconocimiento de la Constitución de 1978, vivo instrumento de “Concordia y Convivencia para el futuro”.
Vivimos en la convulsión y en la regresión; se trata de reescribir la historia a tenor de íntimas nostalgias y de mistificaciones ilusorias que traen al presente penas y calamidades del pasado. El que el hombrecete del talante afirme que los demócratas proceden de la II República y que negarlo es desconocer la tradición democrática, resulta falso y muy significativo. Seguir a ciegas los dictados del Jefe, decía Orwell en 1941, me atemoriza con mayor temblor que las bombas. Intenta hacer creer en su ilusión de una España Democrática configurada, no por el espíritu integrador de la Transición, sino por un inexistente mito republicano. Así, se manipula y se falsea el pasado.
La república, abrió, en muchos españoles, una venturosa y nítida esperanza; pero, aquel oscuro y grave catorce de abril topó con los rompientes de la mediocridad, del radicalismo, del caos y el desastre. Fue el germen de una tragedia inevitable; la ignorancia y los errores de los propios dirigentes, haciéndola inoperante, la derrumbaron. La Acción Popular, al mando de Gil Robles, actuando en el ámbito de la legalidad republicana,significó el ideal democrático. Las elecciones de 1933 las ganó la C.E.D.A., cuya coalición con los radicales de A. Lerroux pudo reforzar la República en moderación y eficacia, lo impidió la intolerancia de los extremistas de ambos lados. El bienio azañista suscita las iras de agitación anticlerical, el laicismo de la enseñanza, la expulsión del Cardenal Segura y de la Compañía de Jesús, abolición del sufragio estatal al clero, trabas a las órdenes religiosas docentes, ataque e incursión en iglesias y conventos. «España ha dejado de ser católica», clamaba Azaña. La reforma del Ejército, considerado, igual que la Iglesia, baluarte de tradicionalismo, procedía de la consigna de Azaña, entonces ministro de la Guerra: «triturar al Ejército».La Reforma Agraria quiso paliar la pobreza del proletariado rural, pero su escaso éxito defraudó a los campesinos y alzó revueltas y la insurrección social con furiosas huelgas y atentados. El Frente Popular prometió todo lo prometible a la masa social, y, al ganar las elecciones, plegándose al poder y prebendas, retardó los cambios y olvidó sus promesas; la culpa fue de M. Azaña, que, adormecido en sus quimeras vacuas, dejó en la inercia sus faenas, mientras la trilla ardía y el barbecho se emponzoñaba; y, corroído de desaforada ambición, admitió e incluso fomentó la desalojo de Alcalá Zamora de la Presidencia.
Azaña no supo conformar un gobierno fuerte con Prieto y los socialistas; puso un primer ministro falto de entidad, sin facultades, con un Ejecutivo miope, que no veía la conspiración que, a diario, se agitaba e, incluso, se le denunciaba en las Cortes. En medio, el PSOE, sentado a la espera de septiembre, demoraba su entrada en el Gobierno, con un Largo Caballero que ya esparcía sus bufos leninistas jactanciosamente.
Aquí se desechan las enseñanzas de la Historia. Si los dioses no lo remedian, caeremos de nuevo, por nuestro sentimentalismo olvidadizo y escasa estatura política; y vendrán los enfrentamientos y rencores, los tristes fracasos pasados y la discordia. Es preciso el consenso, el entendimiento y vivir el presente en defensa de los intereses esenciales de la Nación y del bien común. Hay que ahuyentar el recuerdo de inquietud y zozobra, dejar el pasado enterrado en su sueño ya antiguo y despertad los caminos hacia el futuro prometedor.
Camilo Valverde Mudarra
Vivimos en la convulsión y en la regresión; se trata de reescribir la historia a tenor de íntimas nostalgias y de mistificaciones ilusorias que traen al presente penas y calamidades del pasado. El que el hombrecete del talante afirme que los demócratas proceden de la II República y que negarlo es desconocer la tradición democrática, resulta falso y muy significativo. Seguir a ciegas los dictados del Jefe, decía Orwell en 1941, me atemoriza con mayor temblor que las bombas. Intenta hacer creer en su ilusión de una España Democrática configurada, no por el espíritu integrador de la Transición, sino por un inexistente mito republicano. Así, se manipula y se falsea el pasado.
La república, abrió, en muchos españoles, una venturosa y nítida esperanza; pero, aquel oscuro y grave catorce de abril topó con los rompientes de la mediocridad, del radicalismo, del caos y el desastre. Fue el germen de una tragedia inevitable; la ignorancia y los errores de los propios dirigentes, haciéndola inoperante, la derrumbaron. La Acción Popular, al mando de Gil Robles, actuando en el ámbito de la legalidad republicana,significó el ideal democrático. Las elecciones de 1933 las ganó la C.E.D.A., cuya coalición con los radicales de A. Lerroux pudo reforzar la República en moderación y eficacia, lo impidió la intolerancia de los extremistas de ambos lados. El bienio azañista suscita las iras de agitación anticlerical, el laicismo de la enseñanza, la expulsión del Cardenal Segura y de la Compañía de Jesús, abolición del sufragio estatal al clero, trabas a las órdenes religiosas docentes, ataque e incursión en iglesias y conventos. «España ha dejado de ser católica», clamaba Azaña. La reforma del Ejército, considerado, igual que la Iglesia, baluarte de tradicionalismo, procedía de la consigna de Azaña, entonces ministro de la Guerra: «triturar al Ejército».La Reforma Agraria quiso paliar la pobreza del proletariado rural, pero su escaso éxito defraudó a los campesinos y alzó revueltas y la insurrección social con furiosas huelgas y atentados. El Frente Popular prometió todo lo prometible a la masa social, y, al ganar las elecciones, plegándose al poder y prebendas, retardó los cambios y olvidó sus promesas; la culpa fue de M. Azaña, que, adormecido en sus quimeras vacuas, dejó en la inercia sus faenas, mientras la trilla ardía y el barbecho se emponzoñaba; y, corroído de desaforada ambición, admitió e incluso fomentó la desalojo de Alcalá Zamora de la Presidencia.
Azaña no supo conformar un gobierno fuerte con Prieto y los socialistas; puso un primer ministro falto de entidad, sin facultades, con un Ejecutivo miope, que no veía la conspiración que, a diario, se agitaba e, incluso, se le denunciaba en las Cortes. En medio, el PSOE, sentado a la espera de septiembre, demoraba su entrada en el Gobierno, con un Largo Caballero que ya esparcía sus bufos leninistas jactanciosamente.
Aquí se desechan las enseñanzas de la Historia. Si los dioses no lo remedian, caeremos de nuevo, por nuestro sentimentalismo olvidadizo y escasa estatura política; y vendrán los enfrentamientos y rencores, los tristes fracasos pasados y la discordia. Es preciso el consenso, el entendimiento y vivir el presente en defensa de los intereses esenciales de la Nación y del bien común. Hay que ahuyentar el recuerdo de inquietud y zozobra, dejar el pasado enterrado en su sueño ya antiguo y despertad los caminos hacia el futuro prometedor.
Camilo Valverde Mudarra