La familia, en la actualidad, ha sufrido cambios profundos, al tiempo que han ido transformándose las ideas y la mentalidad de la sociedad, por lo que se han generado situaciones y formulas familiares de muy distinto tipo. No obstante, el concepto fundamental de familia sigue vigente en la mayor parte de los casos; la unión de un hombre y una mujer, si está asentado en el respeto y el amor mutuo, origina un gran patrimonio de valores que en Europa han generado la cultura humanista y cristiana; la familia normalmente provee la educación, promueve la dignidad de la persona y el progreso social y económico; sin embargo, hoy, en medio de la crisis mal gestionada y con un paro galopante, tenemos en España un millón y medio de familias que viven con dificultades y se ven constreñidas hacia el umbral de la pobreza. Desgraciadamente, son cada vez más incisivas las normativas que no sólo desatienden a la familia, sino que le son abiertamente hostiles; se requiere una cuidadosa actuación con leyes oportunas y disposiciones que le favorezcan.
La familia es el núcleo vital en que se desarrolla el individuo, se forja su personalidad y se educa para la vida. Y socialmente, “es un bien imprescindible para los pueblos, un fundamento indispensable para la sociedad”. La familia es un valor fundamental para el país, y, por ello, los poderes nacionales han de entablar reformas y acometer medidas asistenciales, que preserven la identidad y los fines de la familia. España, según las encuestas, concede un gran valor a la familia y, sin embargo, su errónea política la ha empobrecido y, en el conjunto de la Unión Europea, es la nación que menos prestaciones concede a la familia: la media europea del presupuesto dedicado a la protección de la familia y la infancia es de 8,5 % del PIB; en España es de 2,1%.
Aquí, la familia no tiene el apoyo suficiente; aquí, no existe una política real de familia, aun cuando es la institución angular de la convivencia en nuestra sociedad; aquí, vilipendiada y preterida, la familia arrastra también su crisis, discurso este, que no es ninguna novedad, ya en el siglo XIX fue tema recurrente; esta sociedad intencionalmente deshumanizada, ya no asegura las funciones de asistencia y las de la socialización de los hijos, que son compartidas con otras instituciones; su valor y esencia representativa ha disminuido, la célula familiar se ha debilitado. La política familiar ha de contar con estabilidad y efectividad, por lo que se requiere el dictado de unas decisiones legislativas bien fundadas y un armazón blindado, a fin de que no sean revocadas por prurito y cambios políticos.
Ahora bien, es también cierto, que la mayor parte de los españoles vive en familia, sus miembros colaboran y promueven su propio desarrollo; es una fuerza formidable, en tanto que se hace refugio y puerto privilegiado de la afectividad. Asegurar su protección social, económica y jurídica es un mandato constitucional y por tanto, una obligación ineludible de los poderes estatales, pero, que de ningún modo deben suplantar a la familia.
C. Mudarra
La familia es el núcleo vital en que se desarrolla el individuo, se forja su personalidad y se educa para la vida. Y socialmente, “es un bien imprescindible para los pueblos, un fundamento indispensable para la sociedad”. La familia es un valor fundamental para el país, y, por ello, los poderes nacionales han de entablar reformas y acometer medidas asistenciales, que preserven la identidad y los fines de la familia. España, según las encuestas, concede un gran valor a la familia y, sin embargo, su errónea política la ha empobrecido y, en el conjunto de la Unión Europea, es la nación que menos prestaciones concede a la familia: la media europea del presupuesto dedicado a la protección de la familia y la infancia es de 8,5 % del PIB; en España es de 2,1%.
Aquí, la familia no tiene el apoyo suficiente; aquí, no existe una política real de familia, aun cuando es la institución angular de la convivencia en nuestra sociedad; aquí, vilipendiada y preterida, la familia arrastra también su crisis, discurso este, que no es ninguna novedad, ya en el siglo XIX fue tema recurrente; esta sociedad intencionalmente deshumanizada, ya no asegura las funciones de asistencia y las de la socialización de los hijos, que son compartidas con otras instituciones; su valor y esencia representativa ha disminuido, la célula familiar se ha debilitado. La política familiar ha de contar con estabilidad y efectividad, por lo que se requiere el dictado de unas decisiones legislativas bien fundadas y un armazón blindado, a fin de que no sean revocadas por prurito y cambios políticos.
Ahora bien, es también cierto, que la mayor parte de los españoles vive en familia, sus miembros colaboran y promueven su propio desarrollo; es una fuerza formidable, en tanto que se hace refugio y puerto privilegiado de la afectividad. Asegurar su protección social, económica y jurídica es un mandato constitucional y por tanto, una obligación ineludible de los poderes estatales, pero, que de ningún modo deben suplantar a la familia.
C. Mudarra
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