Y si todavía queda por ahí algún despistado, que no haya sido convencido del todo, o hay alguien que osa poner tal verdad en tela de juicio o en duda, le recomiendo encarecidamente que se acerque cuando pueda a los aficionados del Estudiantes (equipo madrileño de baloncesto de la ACB) y les pregunte cómo se llaman ellos a sí mismos. Le contestarán indefectiblemente que “la demencia”.
Abundando en el madrileñismo de la locura, tengo para mí (por cierto –se sobreentiende-) que, a pesar de los magníficos resultados obtenidos el domingo pasado por las listas de los “populares” encabezadas al Ayuntamiento por Alberto Ruiz-Gallardón y a la Comunidad por Esperanza Aguirre, si el filósofo alemán aún estuviera entre nosotros, quiero decir viviera y coleara cual renacuajo, seguramente, no habría precisado detenerse y fijarse en el último rifirrafe habido, o sea, le habría bastado con echar un ojo a varias anécdotas acaecidas en el seno del PP matritense para elevarlas ipso facto a categoría y aun a axioma.
Si seguimos echando mano del ideario de Nietzsche (“no se odia mientras se desprecia; no se odia más que al igual o al superior”), concluiremos que Aguirre abomina de Gallardón y viceversa, Gallardón detesta a Aguirre. ¿Se darán cuenta algún día de que del odio que se profesan mutua o recíprocamente sale perjudicado el PP, ergo, se beneficia el PSOE?
La última polémica entre ambos se ha suscitado tras anunciar el pasado jueves el regidor de la Capital, Villa y Corte que había decidido llamar “consejerías delegadas” a las concejalías, a fin de unificar de esta guisa las etiquetas entre los concejales con acta y los nombrados directamente por él. Desde la Comunidad no se demoró la exigencia de que la nueva denominación pretendida fuera desechada de inmediato.
Y es que Aguirre y Gallardón son como críos, pero sin el como. Lo dicho; que ya tenemos otra vez en la guardería “Mándame mensajitos” el lío armado o montado; que ya se ha puesto en funcionamiento el proverbial tira y afloja entre los mandamases de la Autonomía y el Consistorio madrileños, o sea.
E. S. O., un andoba de Cornago
Abundando en el madrileñismo de la locura, tengo para mí (por cierto –se sobreentiende-) que, a pesar de los magníficos resultados obtenidos el domingo pasado por las listas de los “populares” encabezadas al Ayuntamiento por Alberto Ruiz-Gallardón y a la Comunidad por Esperanza Aguirre, si el filósofo alemán aún estuviera entre nosotros, quiero decir viviera y coleara cual renacuajo, seguramente, no habría precisado detenerse y fijarse en el último rifirrafe habido, o sea, le habría bastado con echar un ojo a varias anécdotas acaecidas en el seno del PP matritense para elevarlas ipso facto a categoría y aun a axioma.
Si seguimos echando mano del ideario de Nietzsche (“no se odia mientras se desprecia; no se odia más que al igual o al superior”), concluiremos que Aguirre abomina de Gallardón y viceversa, Gallardón detesta a Aguirre. ¿Se darán cuenta algún día de que del odio que se profesan mutua o recíprocamente sale perjudicado el PP, ergo, se beneficia el PSOE?
La última polémica entre ambos se ha suscitado tras anunciar el pasado jueves el regidor de la Capital, Villa y Corte que había decidido llamar “consejerías delegadas” a las concejalías, a fin de unificar de esta guisa las etiquetas entre los concejales con acta y los nombrados directamente por él. Desde la Comunidad no se demoró la exigencia de que la nueva denominación pretendida fuera desechada de inmediato.
Y es que Aguirre y Gallardón son como críos, pero sin el como. Lo dicho; que ya tenemos otra vez en la guardería “Mándame mensajitos” el lío armado o montado; que ya se ha puesto en funcionamiento el proverbial tira y afloja entre los mandamases de la Autonomía y el Consistorio madrileños, o sea.
E. S. O., un andoba de Cornago