El Obispo de Huesca y Jaca, Sanz Montes, denuncia el «continuo intento de erradicación, sutil o groseramente presentado, de la traza cristiana en nuestra cultura» y advierte del «afán inconoclasta laicista» que «no sólo quiere sacar el cristianismo de la escuela, sino también de la vida». «Una y otra vez, salen a la palestra los salvadores de una redención laica, que pretenden liberarnos a los pobres creyentes cristianos de nuestras atávicas manías y lastres religiosos. No es que quieran simplemente arrasar a Dios de nuestra cultura, sino imponernos el suyo». «No saben cómo arrancar las raíces que están profundas, y se las ingenian sin ahorrar esfuerzo e imaginación, para convertir en barbecho vacío la foresta religiosa cristiana». «Sorprenden todos los ataques que los cristianos estamos recibiendo por parte del laicismo más totalitario, sin respetar nada ni a nadie: ni siquiera a los niños y a sus padres, como ha sucedido en algunos colegios recientemente, en torno a las actividades artísticas que los centros escolares organizan antes de Navidad». «Erradicación» -añade Monseñor- que se intenta a través de la «banalización de lo cristiano», o por la «censura directa» .
Este laicismo, estulto e ignorante, persigue la relativización y la privatización, soterrando en las sacristías la religión. Al tiempo, que, en su ingenuidad malsana, presentan su islamofilia, como el culmen vacío e inane; «torpe guiño que se hace con el objetivo de debilitar la raíz católica que dista casi un infinito del verdadero diálogo ecuménico e interreligioso, con el que la Iglesia sigue construyendo puentes».
“Necesitan destruir –dice el Sr. Calndestino- el Templo de la Cristiandad, en España. Pero, no por lo que esto significa en sí de religioso o teológico, sino por sus altos contenidos sociales en valores éticos y morales, que interfieren profundamente con los objetivos de división, enfrentamiento y destrucción de la sociedad civil, como unidad nacional. El destrozo de España conlleva necesariamente destruir todo aquello que pueda identificar a sus pueblos, mediante astutas expresiones aparentemente inofensivas, como el “pluralismo”, cuando realmente fomentan la exclusión. Religión, legalidad, política, costumbres, tradiciones, fiestas, valores, principios, identidad, historia, personajes, enseñas, idioma, intereses, objetivos, incluso la unidad de la Iglesia Española, ya han sido gravemente atacadas y dañadas, en nombre de la cultura y la pluralidad”.
En su inopia maléfica desconocen que en Occidente, en las amplias regiones que fundamentaron el judeocristianismo, brotó el desarrollo moderno, la viva democracia y los valores de igualdad, fraternidad y libertad de raíz evangélica. Las tierras y gentes alejadas de este ámbito no han obtenido ni conocido el fresco bálsamo de estos principios básicos y esenciales. De modo, que el cristianismo no es sólo un hecho de fe, de dogmas y de cimientos éticos, es también una realidad cultural, sin la que no se entiende Europa y gran parte del mundo. La entidad cultural de Occidente no se puede valorar ni comprender sin la concepción cristiana. Y es que hace XXI siglos, allí, en la crucificada Palestina, un día, por los designios insondables de Dios, vino a nacer un Niño, que los suyos no recibieron, pero fecundó con su vibrante doctrina de amor, perdón y misericordia el mundo occidental, germen de su idiosincrasia actual. Conocer la religión cristiana, no ya como creencia, es entrar y remozarse en el manantial de nuestra civilización.
Camilo Valverde Mudarra
Este laicismo, estulto e ignorante, persigue la relativización y la privatización, soterrando en las sacristías la religión. Al tiempo, que, en su ingenuidad malsana, presentan su islamofilia, como el culmen vacío e inane; «torpe guiño que se hace con el objetivo de debilitar la raíz católica que dista casi un infinito del verdadero diálogo ecuménico e interreligioso, con el que la Iglesia sigue construyendo puentes».
“Necesitan destruir –dice el Sr. Calndestino- el Templo de la Cristiandad, en España. Pero, no por lo que esto significa en sí de religioso o teológico, sino por sus altos contenidos sociales en valores éticos y morales, que interfieren profundamente con los objetivos de división, enfrentamiento y destrucción de la sociedad civil, como unidad nacional. El destrozo de España conlleva necesariamente destruir todo aquello que pueda identificar a sus pueblos, mediante astutas expresiones aparentemente inofensivas, como el “pluralismo”, cuando realmente fomentan la exclusión. Religión, legalidad, política, costumbres, tradiciones, fiestas, valores, principios, identidad, historia, personajes, enseñas, idioma, intereses, objetivos, incluso la unidad de la Iglesia Española, ya han sido gravemente atacadas y dañadas, en nombre de la cultura y la pluralidad”.
En su inopia maléfica desconocen que en Occidente, en las amplias regiones que fundamentaron el judeocristianismo, brotó el desarrollo moderno, la viva democracia y los valores de igualdad, fraternidad y libertad de raíz evangélica. Las tierras y gentes alejadas de este ámbito no han obtenido ni conocido el fresco bálsamo de estos principios básicos y esenciales. De modo, que el cristianismo no es sólo un hecho de fe, de dogmas y de cimientos éticos, es también una realidad cultural, sin la que no se entiende Europa y gran parte del mundo. La entidad cultural de Occidente no se puede valorar ni comprender sin la concepción cristiana. Y es que hace XXI siglos, allí, en la crucificada Palestina, un día, por los designios insondables de Dios, vino a nacer un Niño, que los suyos no recibieron, pero fecundó con su vibrante doctrina de amor, perdón y misericordia el mundo occidental, germen de su idiosincrasia actual. Conocer la religión cristiana, no ya como creencia, es entrar y remozarse en el manantial de nuestra civilización.
Camilo Valverde Mudarra