Que todos estamos hartos es evidente, la cuestión es como canalizar ese hartazgo social. Y en este aspecto no cesan de aparecer propuestas, desde las de siempre y por los de siempre hasta las que aparecen como nuevas por el único matiz de que sus predicadores son caras nuevas en el escenario político pero con ideas de siempre.
Hasta ahora, los catalizadores oficiales del hartazgo social eran los tradicionales promotores de manifestaciones y protestas varias, es decir, partidos y sindicatos. Pero tras el abrumador rechazo que provocan por sus numerosos casos de corrupción tiraron de viejo truco y utilizaron a sus organizaciones satélites para promover las convocatorias callejeras. La gente sigue sin fiarse porque ha perdido la confianza en cualquier cosa que lleve siglas.
No faltan los que desde una visión mas apartidista quieren renovar el 15-M pero vista la manipulación que se hizo por parte de sus autoproclamados lideres de pasar toda esa fuerza ciudadana a Izquierda Unida, de la que ellos ya cobran y viven, la oferta es claramente rechazada.
Y es que el problema no se resuelve con los mismos parámetros que causaron el problema, ni se trata de incorporar al sistema la protesta en forma de formación política ni se trata tampoco de que los cambios se hagan por los cauces institucionales. La prueba es evidente en los pseudolideres incorporados a Izquierda Unida y a las instituciones. No han podido hacer nada y ahora se nos presentan desde dentro de las instituciones como cabezas visibles de una autoproclamada revolución democrática y social.
El problema es que el sistema está podrido y desde dentro lo único que puede ocurrir es que te pudras con él ¿O acaso IU no tiene militantes podridos dentro del sistema? Por cierto, ni los ha denunciado ni les ha recriminado su comportamiento corrupto. Me refiero a alcaldes, concejales, consejeros de Cajas y sindicalistas, todos ellos pringados en casos de corrupción.
La izquierda ha quedado obsoleta para las transformaciones que se avecinan, la izquierda queda relegada al papel de queja constante pero no ofrece soluciones que no sean aquellas que la llevaron al fracaso. El mundo que se nos viene encima no necesita esas recetas que tanto daño han hecho, el mundo está inmerso en un periodo de relativismo moral precisamente porque las ideologías han acabado con las certezas. Se necesita recuperar las certezas morales, saber distinguir entre el bien y el mal y no dejarlo al calor del ojo ideológico con que se mira.
Es un problema que va mas allá de ideologías, se trata de una nueva filosofía con que afrontar la vida en sociedad ¿Que queremos ser y como queremos vivir? Si realmente es el Estado la comunidad que satisface nuestras demandas o se ha convertido en un monstruo insaciable que nos está depredando por ley. Si la globalización se debe dar por finalizada, si las leyes se están uniformando a nivel mundial que surja un gobierno en la sombra que impida la disidencia. Porque si todas las leyes son iguales ¿A donde huir si eres disidente? ¿Estamos creando un mundo de esclavos? ¿Como luchar contra esto?
Urge una rebelión cívica fuera del alcance de los manipuladores políticos, algo nuevo que surja de ciudadanos libres porque solo estos cambiarán las cosas. Una pequeña revolución que empiece por uno mismo, no es imposible. Hemos visto pequeñas revoluciones como la objeción de conciencia a la mili y acabó con la incorporación obligatoria al ejercito. O la lucha por la incorporación de la mujer al ejercito. La insumisión fiscal, la objeción de conciencia, la abstención, la protesta, el boicot, el apagón eléctrico etc... son ejemplos de pequeñas revoluciones que empiezan por uno mismo y acaban por hacerse grandes. Son esas pequeñas revoluciones las que cambiarán las cosas porque no vienen impuestas desde arriba, desde los aparatos de la manipulación, salen de nuestra propia conciencia y acaban propagándose porque son justas y su coste personal es asumible.
Si queremos que este sea el milenio de los ciudadanos tenemos que empezar por ahí, de lo contrario, la tela de araña de un gran poder mundial sigue tejiéndose en torno a nosotros sin parar hasta atraparnos a todos.
Carlos RH
Hasta ahora, los catalizadores oficiales del hartazgo social eran los tradicionales promotores de manifestaciones y protestas varias, es decir, partidos y sindicatos. Pero tras el abrumador rechazo que provocan por sus numerosos casos de corrupción tiraron de viejo truco y utilizaron a sus organizaciones satélites para promover las convocatorias callejeras. La gente sigue sin fiarse porque ha perdido la confianza en cualquier cosa que lleve siglas.
No faltan los que desde una visión mas apartidista quieren renovar el 15-M pero vista la manipulación que se hizo por parte de sus autoproclamados lideres de pasar toda esa fuerza ciudadana a Izquierda Unida, de la que ellos ya cobran y viven, la oferta es claramente rechazada.
Y es que el problema no se resuelve con los mismos parámetros que causaron el problema, ni se trata de incorporar al sistema la protesta en forma de formación política ni se trata tampoco de que los cambios se hagan por los cauces institucionales. La prueba es evidente en los pseudolideres incorporados a Izquierda Unida y a las instituciones. No han podido hacer nada y ahora se nos presentan desde dentro de las instituciones como cabezas visibles de una autoproclamada revolución democrática y social.
El problema es que el sistema está podrido y desde dentro lo único que puede ocurrir es que te pudras con él ¿O acaso IU no tiene militantes podridos dentro del sistema? Por cierto, ni los ha denunciado ni les ha recriminado su comportamiento corrupto. Me refiero a alcaldes, concejales, consejeros de Cajas y sindicalistas, todos ellos pringados en casos de corrupción.
La izquierda ha quedado obsoleta para las transformaciones que se avecinan, la izquierda queda relegada al papel de queja constante pero no ofrece soluciones que no sean aquellas que la llevaron al fracaso. El mundo que se nos viene encima no necesita esas recetas que tanto daño han hecho, el mundo está inmerso en un periodo de relativismo moral precisamente porque las ideologías han acabado con las certezas. Se necesita recuperar las certezas morales, saber distinguir entre el bien y el mal y no dejarlo al calor del ojo ideológico con que se mira.
Es un problema que va mas allá de ideologías, se trata de una nueva filosofía con que afrontar la vida en sociedad ¿Que queremos ser y como queremos vivir? Si realmente es el Estado la comunidad que satisface nuestras demandas o se ha convertido en un monstruo insaciable que nos está depredando por ley. Si la globalización se debe dar por finalizada, si las leyes se están uniformando a nivel mundial que surja un gobierno en la sombra que impida la disidencia. Porque si todas las leyes son iguales ¿A donde huir si eres disidente? ¿Estamos creando un mundo de esclavos? ¿Como luchar contra esto?
Urge una rebelión cívica fuera del alcance de los manipuladores políticos, algo nuevo que surja de ciudadanos libres porque solo estos cambiarán las cosas. Una pequeña revolución que empiece por uno mismo, no es imposible. Hemos visto pequeñas revoluciones como la objeción de conciencia a la mili y acabó con la incorporación obligatoria al ejercito. O la lucha por la incorporación de la mujer al ejercito. La insumisión fiscal, la objeción de conciencia, la abstención, la protesta, el boicot, el apagón eléctrico etc... son ejemplos de pequeñas revoluciones que empiezan por uno mismo y acaban por hacerse grandes. Son esas pequeñas revoluciones las que cambiarán las cosas porque no vienen impuestas desde arriba, desde los aparatos de la manipulación, salen de nuestra propia conciencia y acaban propagándose porque son justas y su coste personal es asumible.
Si queremos que este sea el milenio de los ciudadanos tenemos que empezar por ahí, de lo contrario, la tela de araña de un gran poder mundial sigue tejiéndose en torno a nosotros sin parar hasta atraparnos a todos.
Carlos RH
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