A los doctores Héctor Ortiz Hurtado, Mario de Miguel Velasco y demás miembros del equipo de Coloproctología y del servicio de la U. C. I. (enfermeras, auxiliares y resto del personal incluido) del Hospital “Virgen del Camino”, de Pamplona, por quienes servidor, E. S. O., un andoba de Cornago, puede redactar ahora estos renglones torcidos. Y, asimismo, a la responsable de realizar las PET en la Clínica Universitaria de Navarra (C. U. N.). A ver si Dios le toca el corazón y me llama pronto para hacérmela.
“La única lección que nos enseña la historia es que nunca aprendemos de ella”.
Pat Buchanan
Desocupado lector, ¿me creerá si le enhebro e hilo que había pensado usar como exergo para este texto, además del que obra en el frontispicio o campanario, otros dos? Si no hubiera estado revoloteando alrededor de mi caletre un pensamiento de Baltasar Gracián, en concreto, aquél en el que el susomentado autor afirma que “la espera prudente sazona los aciertos y madura los secretos pensamientos”, tal vez hubiese escogido una cita de George Bernard Shaw (“La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos”) para que arrancara o echara a andar esta urdidura.
Amada dama y musa (ya sabe usted, de quíntuple nombre, Maribel, Mariluz, Marimar, Maripaz y Marisol), ¿me creerás a pies juntillas si te confieso que el primer epígrafe-baldón en el que pensé es de Bertrand Russell y dice de esta guisa: “Los científicos se esfuerzan en hacer posible lo imposible mientras que los políticos pugnan por hacer imposible lo posible”?
¿Por supuesto? Pues claro que sí, mi vida. No esperaba menos de ti. Es una verdad irrefutable. Como también lo es la siguiente anécdota, referida al mismo autor. En cierta ocasión, y una vez cumplidos 97 tacos, el susodicho matemático y filósofo británico, premio Nobel de Literatura 1950, acudió a una mesa redonda a la que había sido invitado y en la que uno de los miembros de la mencionada mesa le urgió a que les diera a sus compañeros contertulios o tertulianos y al público asistente a la misma algunos consejos para ir tirando por este valle de lágrimas. Les dio estos tres: “Tener el valor de aceptar resignadamente las cosas que no se pueden cambiar; tener la obstinación suficiente para cambiar aquellas que uno puede cambiar; y tener la inteligencia indispensable para no confundir las unas con las otras”.
E. S. O., un andoba de Cornago