En los cuarteles generales del PSOE de Andalucía reconocen sin cautelas que la campaña electoral desplegada en Isla Cristina por los socialistas ha sido ejemplar y tan insólita que habría que remontarse a los primeros años ochenta del pasado siglo para encontrar niveles similares de movilización entusiasta, fuerza e ilusión colectiva. Lo más sorprendente es que la victoria no se ha conseguido a costa de los votos del adversario, sino contra la abstención y llevando hasta las urnas a mucha gente que nunca antes había votado.
La nueva alcaldesa de Isla Cristina, María Luisa Faneca, y su equipo, muchos de ellos independientes, han logrado multiplicar por cuatro los votos y los concejales socialistas en un feudo tradicional del Partido Andalucista, pasando de 3 a 12 concejales y alcanzado no sólo la mayoría absoluta sino también una ilusión política que no es habitual ya en estas tierras de España, donde la democracia sufre un preocupante agotamiento.
Para un partido agotado y sin capacidad de entusiasmar, como es el socialista, lo ocurrido en Isla Cristina constituye un verdadero ejemplo aleccionador.
La campaña ganadora en Isla Cristina ha logrado credibilidad y esperanza, quizás porque no ha concentrado su esfuerzo en la ofensa o en la destrucción del adversario, sino en despertar en la población una ilusión colectiva por resurgir y alcanzar retos y desafíos de futuro.
Isla Cristina acaba de vivir una curiosa y atractiva experiencia de democracia positiva y activa, de ilusión y de regeneración política. Ha votado casi el 65 por ciento del electorado, 16 puntos más que en las municipales de 2003 y muy por encima de la media andaluza, todo un record en un pueblo que contaba con una decepcionante tradición abstencionista.
La experiencia vivida en Isla Cristina, donde el Partido Andalucista ha obtenido 8 concejales y el Partido Popular el concejal restante, está siendo ya estudiada por los expertos, sorprendidos porque ha funcionado la comunicación y la química entre políticos y ciudadanos, porque ha estallado un alto nivel de ilusión colectiva, muy escasa y extraña en estos tiempos de agotamiento del liderazgo y de divorcio creciente entre la sociedad y sus dirigentes políticos.
Las razones del éxito de la política en Isla Cristina son varias, desde la figura de la nueva alcaldesa hasta el funcionamiento profesional de la comunicación, pero quizás la clave resida en que la campaña fue más cívica que política, más ciudadana que de partido. De hecho, la campaña de Isla Cristina alcanzó mayor credibilidad porque asumió compromisos ante el ciudadano, sin crispación, al viejo estilo de la democracia de los años setenta y primeros ochenta, con ideas acertadas, comprensibles y desarrolladas por un equipo de gobierno donde se notaba la independencia, con eslogans y soportes propios, bastante desconectada de las campañas estandarizadas y grises que suelen programarse desde los estados mayores de los partidos políticos.
El resultado fue algo más importante que la victoria: una política que recuperó su capacidad de aglutinar e ilusionar, algo que ya parecía perdido en Andalucía.
La nueva alcaldesa de Isla Cristina, María Luisa Faneca, y su equipo, muchos de ellos independientes, han logrado multiplicar por cuatro los votos y los concejales socialistas en un feudo tradicional del Partido Andalucista, pasando de 3 a 12 concejales y alcanzado no sólo la mayoría absoluta sino también una ilusión política que no es habitual ya en estas tierras de España, donde la democracia sufre un preocupante agotamiento.
Para un partido agotado y sin capacidad de entusiasmar, como es el socialista, lo ocurrido en Isla Cristina constituye un verdadero ejemplo aleccionador.
La campaña ganadora en Isla Cristina ha logrado credibilidad y esperanza, quizás porque no ha concentrado su esfuerzo en la ofensa o en la destrucción del adversario, sino en despertar en la población una ilusión colectiva por resurgir y alcanzar retos y desafíos de futuro.
Isla Cristina acaba de vivir una curiosa y atractiva experiencia de democracia positiva y activa, de ilusión y de regeneración política. Ha votado casi el 65 por ciento del electorado, 16 puntos más que en las municipales de 2003 y muy por encima de la media andaluza, todo un record en un pueblo que contaba con una decepcionante tradición abstencionista.
La experiencia vivida en Isla Cristina, donde el Partido Andalucista ha obtenido 8 concejales y el Partido Popular el concejal restante, está siendo ya estudiada por los expertos, sorprendidos porque ha funcionado la comunicación y la química entre políticos y ciudadanos, porque ha estallado un alto nivel de ilusión colectiva, muy escasa y extraña en estos tiempos de agotamiento del liderazgo y de divorcio creciente entre la sociedad y sus dirigentes políticos.
Las razones del éxito de la política en Isla Cristina son varias, desde la figura de la nueva alcaldesa hasta el funcionamiento profesional de la comunicación, pero quizás la clave resida en que la campaña fue más cívica que política, más ciudadana que de partido. De hecho, la campaña de Isla Cristina alcanzó mayor credibilidad porque asumió compromisos ante el ciudadano, sin crispación, al viejo estilo de la democracia de los años setenta y primeros ochenta, con ideas acertadas, comprensibles y desarrolladas por un equipo de gobierno donde se notaba la independencia, con eslogans y soportes propios, bastante desconectada de las campañas estandarizadas y grises que suelen programarse desde los estados mayores de los partidos políticos.
El resultado fue algo más importante que la victoria: una política que recuperó su capacidad de aglutinar e ilusionar, algo que ya parecía perdido en Andalucía.
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