Rosa Díez afirma que Pedro Sánchez: «Es un peligro. Esta mal de la cabeza» y pide que un médico lo inhabilite.
Rosa Díez ha pedido la inhabilitación de Pedro Sánchez por ser «un peligro para la seguridad nacional». La ex diputada ha reaccionado así a las palabras de Pedro Sánchez en la TVE, donde presumió de vacunar a la gente sin preguntarle a quien votan.
Rosa Díez cree que lo que «urge para echarlo» no es una moción de censura sino un «certificado médico que lo inhabilite». Y continúa: "Lo digo en serio: este tío es un peligro para la seguridad nacional".
La salud mental de Pedro Sánchez ha sido cuestionada por numerosos políticos, médicos, científicos, periodistas y analistas. No se trata tanto de una acusación política para desgastarlo como una deducción a la vista de los síntomas observados: arrogancia, insensibilidad, narcisismo, perdida de memoria, rencor, ira contenida, crueldad, arbitrariedad y un ansia desmedida de poder, todos ellos descritos en los manuales de medicina como rasgos de una grave patología mental.
Pedro Sánchez es un personaje polémico y peligroso al que muchos expertos consideran un enfermo mental, cuya obra de gobierno más importante ha sido crispar la sociedad española y dividirla en dos bandos opuestos y enfrentados, una peligrosa división que Sánchez ha alimentado constantemente desenterrando a Franco, incentivando la revancho, potenciando la ley de memoria histórica y repartiendo de manera arbitraia e injusta los recursos públicos, beneficiando a los que le apoyan y castigando a los que se le oponen.
La psicóloga Pilar Enjamio afirma que Pedro Sánchez, sin duda, padece la enfermedad del poder en unos niveles graves y no pocos analistas y observadores han apuntado rasgos psicopáticos en su personalidad y comportamiento. Su gusto por la ostentación, su exhibicionismo narcisista, sus reformas en la Moncloa, sus viajes por todo el mundo, su mirada, a veces torva, y su alto grado de satisfacción ejerciendo el poder son claros síntomas de la enfermedad que el psiquiatra ingles David Owen, que fue ministro en el gabinete de Tony Blair, define como "el síndrome de la arrogancia" en su estudio científico "In Sickness and in Power", editado en 2008.
David Owen (In Sickness and in Power, 2008) explica que el dominio del poder ocasiona cambios en el estado mental y conduce a una conducta arrogante, por lo que las enfermedades mentales necesitan una redefinición que incluya el Síndrome de la Arrogancia en el elenco mundial de enfermedades mentales.
El diagnóstico de la psicóloga Enjamio sobre Sánchez es duro: "Pedro Sánchez, un perfecto ejemplo del síndrome de Hubris, que en el aspecto psicológico raya en la paranoia". Y agrega: "Fantasía de poder, sin importar a costa de que o de quién. Más allá de la ética y el bienestar común. No existe el razonamiento. Solo una obsesión o idea fija que es el poder". Y finaliza: "un sabelotodo que rechaza cualquier opinión no sea la suya, creyéndose el protagonista de todas las películas y el Mesías salvará al mundo".
A algunos políticos, el poder les hace perder la cabeza, los convierte en arrogantes y soberbios y les aleja de la realidad, situándolos en una peligrosa alienación que les hace perder la noción de la realidad. Pero a otros los convierte en verdaderos enfermos mentales, según Owen. Cuando eso ocurre, se creen dioses o sus enviados en la Tierra, propician el culto a la personalidad y muchas veces se tornan crueles. Algunos creen que esa enfermedad se da únicamente en las tiranías, pero lo cierto es que también se desarrolla en las democracias, afectando a personas que han sido elegidas en las urnas. El síndrome, en los dirigentes que gobiernan las democracias, al no poder comportarse como dictadores crueles, tiene otros rasgos y manifestaciones: se sienten eufóricos, no tienen escrúpulos, no son conscientes de sus errores y fracasos y son capaces de dormir a pierna suelta sin que ni siquiera les afecte el rechazo masivo de los ciudadanos o su inmensa y aterradora cosecha de fracasos, dramas y carencias que, para cualquier persona con salud mental, resultarían insoportables. Su alienación es de tal envergadura que cometen un error tras otro, porque la capacidad de análisis no les funciona y sus decisiones y medidas son producto del desequilibrio, la soberbia y la confusión extrema.
El balance del gobierno de Sánchez es otra prueba que apunta hacia la enfermedad mental: endeudamiento atroz, despilfarro, mentiras compulsivas, engaños, incumplimientos de sus promesas, contradicciones, sometimiento a los golpistas y amigos del terrorismo, destrozos económicos, empobrecimiento de las clases medias, infierno fiscal y, por encima de todo, sentirse a gusto gobernando con la peor chusma del país, integrada por comunistas totalitarios, amigos del terrorismo y golpistas catalanes que rebosan odio a España.
Es evidente que un tipo que encarga y plagia su tesis doctoral, miente constantemente, dispara el gasto y endeuda a España de forma irresponsable, disfruta del poder como nadie, exhibiéndose en los foros y encabezando un gobierno sostenido por partidos teóricamente alejados de su propia ideología y alineados en el odio a España y el totalitarismo, a pesar de que el rechazo de los ciudadanos es abrumador y las criticas son acuciantes, durmiendo a pierna suelta y sin que su conciencia se conmueva ante los desprecios y humillaciones del golpismo catalán, debe estar gravemente enfermo de arrogancia.
Owen dice que los enfermos que padecen el "Síndrome de la Arrogancia" no están capacitados para gobernar y ponen en grave riesgo a los países que controlan.
El número de los que rechazaban a Zapatero llegó a ser del 86 por ciento de los españoles y sólo el 10 por ciento se declaraba de acuerdo con su forma de gobernar. No existen datos fiables sobre el rechazo a Sánchez, entre otras razones porque la mayoría de los medios de comunicación, claramente comprados o subvencionados desde el poder, están dedicados a esconder sus miserias.
No existen estadísticas mundiales que midan el rechazo de los pueblos a sus dirigentes, pero resultaría difícil encontrar en todo el mundo un caso de rechazo tan generalizado e intenso como el que sufre Sánchez.
Francisco Rubiales
Rosa Díez ha pedido la inhabilitación de Pedro Sánchez por ser «un peligro para la seguridad nacional». La ex diputada ha reaccionado así a las palabras de Pedro Sánchez en la TVE, donde presumió de vacunar a la gente sin preguntarle a quien votan.
Rosa Díez cree que lo que «urge para echarlo» no es una moción de censura sino un «certificado médico que lo inhabilite». Y continúa: "Lo digo en serio: este tío es un peligro para la seguridad nacional".
La salud mental de Pedro Sánchez ha sido cuestionada por numerosos políticos, médicos, científicos, periodistas y analistas. No se trata tanto de una acusación política para desgastarlo como una deducción a la vista de los síntomas observados: arrogancia, insensibilidad, narcisismo, perdida de memoria, rencor, ira contenida, crueldad, arbitrariedad y un ansia desmedida de poder, todos ellos descritos en los manuales de medicina como rasgos de una grave patología mental.
Pedro Sánchez es un personaje polémico y peligroso al que muchos expertos consideran un enfermo mental, cuya obra de gobierno más importante ha sido crispar la sociedad española y dividirla en dos bandos opuestos y enfrentados, una peligrosa división que Sánchez ha alimentado constantemente desenterrando a Franco, incentivando la revancho, potenciando la ley de memoria histórica y repartiendo de manera arbitraia e injusta los recursos públicos, beneficiando a los que le apoyan y castigando a los que se le oponen.
La psicóloga Pilar Enjamio afirma que Pedro Sánchez, sin duda, padece la enfermedad del poder en unos niveles graves y no pocos analistas y observadores han apuntado rasgos psicopáticos en su personalidad y comportamiento. Su gusto por la ostentación, su exhibicionismo narcisista, sus reformas en la Moncloa, sus viajes por todo el mundo, su mirada, a veces torva, y su alto grado de satisfacción ejerciendo el poder son claros síntomas de la enfermedad que el psiquiatra ingles David Owen, que fue ministro en el gabinete de Tony Blair, define como "el síndrome de la arrogancia" en su estudio científico "In Sickness and in Power", editado en 2008.
David Owen (In Sickness and in Power, 2008) explica que el dominio del poder ocasiona cambios en el estado mental y conduce a una conducta arrogante, por lo que las enfermedades mentales necesitan una redefinición que incluya el Síndrome de la Arrogancia en el elenco mundial de enfermedades mentales.
El diagnóstico de la psicóloga Enjamio sobre Sánchez es duro: "Pedro Sánchez, un perfecto ejemplo del síndrome de Hubris, que en el aspecto psicológico raya en la paranoia". Y agrega: "Fantasía de poder, sin importar a costa de que o de quién. Más allá de la ética y el bienestar común. No existe el razonamiento. Solo una obsesión o idea fija que es el poder". Y finaliza: "un sabelotodo que rechaza cualquier opinión no sea la suya, creyéndose el protagonista de todas las películas y el Mesías salvará al mundo".
A algunos políticos, el poder les hace perder la cabeza, los convierte en arrogantes y soberbios y les aleja de la realidad, situándolos en una peligrosa alienación que les hace perder la noción de la realidad. Pero a otros los convierte en verdaderos enfermos mentales, según Owen. Cuando eso ocurre, se creen dioses o sus enviados en la Tierra, propician el culto a la personalidad y muchas veces se tornan crueles. Algunos creen que esa enfermedad se da únicamente en las tiranías, pero lo cierto es que también se desarrolla en las democracias, afectando a personas que han sido elegidas en las urnas. El síndrome, en los dirigentes que gobiernan las democracias, al no poder comportarse como dictadores crueles, tiene otros rasgos y manifestaciones: se sienten eufóricos, no tienen escrúpulos, no son conscientes de sus errores y fracasos y son capaces de dormir a pierna suelta sin que ni siquiera les afecte el rechazo masivo de los ciudadanos o su inmensa y aterradora cosecha de fracasos, dramas y carencias que, para cualquier persona con salud mental, resultarían insoportables. Su alienación es de tal envergadura que cometen un error tras otro, porque la capacidad de análisis no les funciona y sus decisiones y medidas son producto del desequilibrio, la soberbia y la confusión extrema.
El balance del gobierno de Sánchez es otra prueba que apunta hacia la enfermedad mental: endeudamiento atroz, despilfarro, mentiras compulsivas, engaños, incumplimientos de sus promesas, contradicciones, sometimiento a los golpistas y amigos del terrorismo, destrozos económicos, empobrecimiento de las clases medias, infierno fiscal y, por encima de todo, sentirse a gusto gobernando con la peor chusma del país, integrada por comunistas totalitarios, amigos del terrorismo y golpistas catalanes que rebosan odio a España.
Es evidente que un tipo que encarga y plagia su tesis doctoral, miente constantemente, dispara el gasto y endeuda a España de forma irresponsable, disfruta del poder como nadie, exhibiéndose en los foros y encabezando un gobierno sostenido por partidos teóricamente alejados de su propia ideología y alineados en el odio a España y el totalitarismo, a pesar de que el rechazo de los ciudadanos es abrumador y las criticas son acuciantes, durmiendo a pierna suelta y sin que su conciencia se conmueva ante los desprecios y humillaciones del golpismo catalán, debe estar gravemente enfermo de arrogancia.
Owen dice que los enfermos que padecen el "Síndrome de la Arrogancia" no están capacitados para gobernar y ponen en grave riesgo a los países que controlan.
El número de los que rechazaban a Zapatero llegó a ser del 86 por ciento de los españoles y sólo el 10 por ciento se declaraba de acuerdo con su forma de gobernar. No existen datos fiables sobre el rechazo a Sánchez, entre otras razones porque la mayoría de los medios de comunicación, claramente comprados o subvencionados desde el poder, están dedicados a esconder sus miserias.
No existen estadísticas mundiales que midan el rechazo de los pueblos a sus dirigentes, pero resultaría difícil encontrar en todo el mundo un caso de rechazo tan generalizado e intenso como el que sufre Sánchez.
Francisco Rubiales
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