Acabamos de conmemorar el 65 aniversario del desembarco aliado en Normandía, un acontecimiento que representó el principio del fin del totalitarismo nazi en la Segunda Guerra Mundial. También hemos conmemorado el 20 aniversario de la resistencia de los estudiantes chinos en Tien-An-Men. Los sobrevivientes de aquellas batallas, por haberse "resistido" al abuso y al mal gobierno, son cubiertos de honor y reciben el homenaje de las actuales generaciones.
Del mismo modo que hoy rendimos homenaje a los que plantaron cara a los totalitarismos nazi y comunista, algún día no muy lejano serán reconocidos con honor y admiración los que hoy resisten y plantan cara a las democracias degradadas del presente, un sistema político que, sin ser comparable en ignominia al nazismo y al comunismo, será considerado en el futuro abusivo, aberrante y contrario a la libertad, la justicia, la igualdad y a los demás valores de la verdadera democracia.
Existen muchas formas de resistencia pacífica frente a la vergonzosa degradación actual de la democracia, desde la denuncia de las carencias y vilezas que encierra el sistema hasta el apoyo a partidos políticos emergentes y dignos, sin olvidar la práctica de formas claras de protesta y rechazo como el voto en blanco, el voto nulo de reproche o la abstención activa y consciente. Que nadie dude que algún día los que hoy se resisten al abuso de los partidos políticos y a la degeneración de un sistema democrático que, a traición, ha sido transformado en una oligocracia sin decencia, serán cubiertos de honor en el futuro, mientras que sobre los que defienden esta falsa democracia y participan en la "gran estafa" recibirán oprobio y olvido.
No falta demasiado tiempo para que las futuras generaciones se sorprendan ante el gran envilecimiento que llegaron a soportar los ciudadanos en nuestra época y ante el poder desproporcionado y abusivo que lograron acaparar los partidos políticos y los dirigentes, tan grande que transformaron la democracia en una estafa.
En esos días hermosos del futuro, cuando sean reconocidos y valorados los sufrimientos de los verdaderos demócratas de hoy, que son marginados por el poder, mermados en sus oportunidades, privados de ayudas estatales, señalados como enemigos del sistema y, en algunos casos, hasta perseguidos y doblegados por medio de la violencia, descubriremos hasta que punto era falso, truculento e indigno el concepto de "representatividad", esgrimido por los políticos para exiliar a los ciudadanos y controlar en exclusiva el poder y los recursos del Estado sin tener que sufrir controles ciudadanos y sin rendir cuentas a nadie. Lo que hoy parece normal a muchos, entonces será considerado como una estafa y como un abuso insoportable por parte de los poderosos.
Nadie podrá entender entonces como hoy soportamos un sistema político que no respeta ni una sóla de sus grandes leyes: la separación de poderes no existe; el sufragio libre y universal ha sido sustituido por una pantomima en la que son los partidos los que realmente eligen al elaborar las listas de candidatos y en la que los aparatos de propaganda manipulan, engañan y coaccionan la libertad de votar; la ley no es igual para todos; la sociedad civil, contrapeso necesario al poder del Estado, ha sido ocupada y maniatada por los partidos políticos, que controlan hasta los santuarios más sagrados del poder civil, desde las universidades a los sindicatos, sin olvidar a cientos de miles de instituciones, entidades financieras, asociaciones y hasta empresas cuya independencia y libertad deberían ser garantizadas por la democracia.
Pero las tropelías del actual sistema "representativo" no se detienen ahí: la libertad de los periodistas ha sido masivamente comprada por el poder, hasta el punto de que apenas subsisten algunos medios y algunos cientos de profesionales con capacidad de ejercer la independencia y la crítica, imprescindibles para que el ciudadano disponga de información precisa y veraz y para que el poder sea controlado.
Sin embargo, el mayor oprobio de la democracia actual es el desarme y el exilio forzoso al que ha sido condenado el ciudadano, que es, por definición, el soberano del sistema, al que no le queda otro poder que el que ejerce en el instante de depositar su voto.
Al ver a Obama y a Sarkozy conmemorando la grandeza del "Día D", rodeados de supervivientes condecorados y de miembros de la resistencia antinazi, es correcto pensar que algún día, los que hoy presionamos a los políticos para que seran mejores, criticamos sus abusos, votamos en blanco, emitimos votos nulos de reproche o apoyamos a pequeños partidos cargados de honradez que plantan cara al sistema, seremos honrados como "resistentes" por unas generaciones futuras a las que resultarán incomprensibles no sólo el grado de suciedad que llegó a acumular la llamada "democracia" en esta época, sino también la cobardía de unos ciudadanos que se dejaron arrebatar la igualdad, que permitieron la manipulación y que asistieron impasibles y sin grandeza al festival de los truhanes, corruptos y sinvergüenzas.
Del mismo modo que hoy rendimos homenaje a los que plantaron cara a los totalitarismos nazi y comunista, algún día no muy lejano serán reconocidos con honor y admiración los que hoy resisten y plantan cara a las democracias degradadas del presente, un sistema político que, sin ser comparable en ignominia al nazismo y al comunismo, será considerado en el futuro abusivo, aberrante y contrario a la libertad, la justicia, la igualdad y a los demás valores de la verdadera democracia.
Existen muchas formas de resistencia pacífica frente a la vergonzosa degradación actual de la democracia, desde la denuncia de las carencias y vilezas que encierra el sistema hasta el apoyo a partidos políticos emergentes y dignos, sin olvidar la práctica de formas claras de protesta y rechazo como el voto en blanco, el voto nulo de reproche o la abstención activa y consciente. Que nadie dude que algún día los que hoy se resisten al abuso de los partidos políticos y a la degeneración de un sistema democrático que, a traición, ha sido transformado en una oligocracia sin decencia, serán cubiertos de honor en el futuro, mientras que sobre los que defienden esta falsa democracia y participan en la "gran estafa" recibirán oprobio y olvido.
No falta demasiado tiempo para que las futuras generaciones se sorprendan ante el gran envilecimiento que llegaron a soportar los ciudadanos en nuestra época y ante el poder desproporcionado y abusivo que lograron acaparar los partidos políticos y los dirigentes, tan grande que transformaron la democracia en una estafa.
En esos días hermosos del futuro, cuando sean reconocidos y valorados los sufrimientos de los verdaderos demócratas de hoy, que son marginados por el poder, mermados en sus oportunidades, privados de ayudas estatales, señalados como enemigos del sistema y, en algunos casos, hasta perseguidos y doblegados por medio de la violencia, descubriremos hasta que punto era falso, truculento e indigno el concepto de "representatividad", esgrimido por los políticos para exiliar a los ciudadanos y controlar en exclusiva el poder y los recursos del Estado sin tener que sufrir controles ciudadanos y sin rendir cuentas a nadie. Lo que hoy parece normal a muchos, entonces será considerado como una estafa y como un abuso insoportable por parte de los poderosos.
Nadie podrá entender entonces como hoy soportamos un sistema político que no respeta ni una sóla de sus grandes leyes: la separación de poderes no existe; el sufragio libre y universal ha sido sustituido por una pantomima en la que son los partidos los que realmente eligen al elaborar las listas de candidatos y en la que los aparatos de propaganda manipulan, engañan y coaccionan la libertad de votar; la ley no es igual para todos; la sociedad civil, contrapeso necesario al poder del Estado, ha sido ocupada y maniatada por los partidos políticos, que controlan hasta los santuarios más sagrados del poder civil, desde las universidades a los sindicatos, sin olvidar a cientos de miles de instituciones, entidades financieras, asociaciones y hasta empresas cuya independencia y libertad deberían ser garantizadas por la democracia.
Pero las tropelías del actual sistema "representativo" no se detienen ahí: la libertad de los periodistas ha sido masivamente comprada por el poder, hasta el punto de que apenas subsisten algunos medios y algunos cientos de profesionales con capacidad de ejercer la independencia y la crítica, imprescindibles para que el ciudadano disponga de información precisa y veraz y para que el poder sea controlado.
Sin embargo, el mayor oprobio de la democracia actual es el desarme y el exilio forzoso al que ha sido condenado el ciudadano, que es, por definición, el soberano del sistema, al que no le queda otro poder que el que ejerce en el instante de depositar su voto.
Al ver a Obama y a Sarkozy conmemorando la grandeza del "Día D", rodeados de supervivientes condecorados y de miembros de la resistencia antinazi, es correcto pensar que algún día, los que hoy presionamos a los políticos para que seran mejores, criticamos sus abusos, votamos en blanco, emitimos votos nulos de reproche o apoyamos a pequeños partidos cargados de honradez que plantan cara al sistema, seremos honrados como "resistentes" por unas generaciones futuras a las que resultarán incomprensibles no sólo el grado de suciedad que llegó a acumular la llamada "democracia" en esta época, sino también la cobardía de unos ciudadanos que se dejaron arrebatar la igualdad, que permitieron la manipulación y que asistieron impasibles y sin grandeza al festival de los truhanes, corruptos y sinvergüenzas.
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