Tampoco sabemos por qué las instituciones del Estado no reaccionan. ¿Cómo es posible que la Constitución sea violada desde el mismo poder que tiene el deber de defenderla sin que nadie pague por ello? La gente e pregunta dónde está el monarca, dónde las Fuerzas Armadas, dónde la Justicia, dónde los periodistas veraces y que hace la oposición para detener la espiral de destrucción de España.
Nuestro país está más débil que nunca y la pandemia se comporta de manera incomprensible, en oleadas, pasando en pocos días del optimismo del retroceso al terror de su avance inexorable. No sabemos que la hace avanzar y qué la obliga a retroceder. Ni siquiera estamos convencidos de que el confinamiento y las vacunas sirvan para algo.
España es un infierno en el que las colas del hambre se hacen kilométricas y millones se arruinan cada día, mientras el poder exhibe con impudicia sus privilegios y lujos en televisión. El pueblo se encuentra sólo y confundido, sin confiar ya en las instituciones, ni en los políticos, ni en los medios de comunicación, muchos de los cuales son sospechosos de haber sido comprados por el poder para que propaguen mentiras y engaños.
Si no estamos en el infierno debemos estar muy cerca porque nuestro viejo mundo se derrumba sin que nadie detenga el desastre. Siglos de lucha y de historia se diluyen en nuestras manos sin que podamos explicar como todo desaparece tan fácilmente, sin héroes, sin verdaderos líderes, sin valores que resistan, rodeados de villanos instalados en los palacios y empujando la tragedia.
Hoy he visionado un video en el que una psicóloga explica que Pedro Sánchez es un peligroso demente. Ayer vi otro en el que se decía que Marruecos prepara una guerra contra España y que nuestro vecino contará con la ayuda de norteamericanos y británicos. El día anterior leí un reportaje sobre las fechorías de los inmigrantes ilegales en España y los asaltos y violaciones que protagonizan, casi todos silenciados por los medios de comunicación, que siguen instrucciones del poder.
Todos los días uno se decepciona ante la impotencia de las instituciones que deberían ser defensa y baluarte de España y la gente se pregunta por qué el rey no actúa, o por qué las fuerzas armadas y los jueces no ponen orden. Otro día nos preguntamos por qué los periodistas no dicen la verdad y cuentan que el país está en quiebra y sin futuro.
¿Qué nos ocurre? ¿Estamos ya en la antesala del FINAL? ¿Nadie puede frenar esto? ¿Tan letal es el virus como para destruir nuestro mundo y acabar con nuestras libertades y derechos? ¿No será que el virus es la excusa para llevarnos al matadero? ¿Será verdad eso que dicen de que el Muevo Orden Mundial exige que la mitad de la población actual del planeta perezca? ¿Dónde están nuestras certezas?
La única esperanza que encontramos ante la impotencia, el caos y el avance de los canallas es rogar a Dios por la Humanidad.
¿Otra ve confinados de manera drástica? ¿Dónde está la verdad? ¿Hasta dónde llega la mentira? ¿Quién es amigo y quién enemigo? ¿Por qué Dios no nos ayuda? ¿Por qué no podemos abrazarnos? ¿Por qué no podemos dar y recibir ternura? ¿Quién me iba a decir que añoraría con todas mis fueras un abrazo a mis hijos y nietos?
Estamos hartos de mirar con recelo a nuestro alrededor, de desconfiar de todos, de perder amigos, de ver infectados a diestro y siniestro, de llevar mascarillas ante los seres queridos, de beber vino y cerveza en solitario, de pasar horas en vela pensando en cosas oscuras y siniestras, en ver como el tiempo pasa y la vida se escapa sin sentir emociones positivas, dentro de una baba viscosa formada por el miedo, el recelo, la desconfianza y la rabia.
Y ahora llega la Navidad, el tiempo de la nostalgia, los recuerdos y el pesimismo. La presencia de los ausentes se hace imponente y el remordimiento porque muchos de ellos se fueron sin despedirles, solos y abandonados, se torna irresistible. Seguro que los suicidios, cuyo número se oculta porque resulta espeluznante, se disparará todavía más.
¡Que esto acabe de una puñetera vez?
¡Señor, cuando esta noche nazcas otra vez entre nosotros, ayúdanos en la tribulación!
Francisco Rubiales
Nuestro país está más débil que nunca y la pandemia se comporta de manera incomprensible, en oleadas, pasando en pocos días del optimismo del retroceso al terror de su avance inexorable. No sabemos que la hace avanzar y qué la obliga a retroceder. Ni siquiera estamos convencidos de que el confinamiento y las vacunas sirvan para algo.
España es un infierno en el que las colas del hambre se hacen kilométricas y millones se arruinan cada día, mientras el poder exhibe con impudicia sus privilegios y lujos en televisión. El pueblo se encuentra sólo y confundido, sin confiar ya en las instituciones, ni en los políticos, ni en los medios de comunicación, muchos de los cuales son sospechosos de haber sido comprados por el poder para que propaguen mentiras y engaños.
Si no estamos en el infierno debemos estar muy cerca porque nuestro viejo mundo se derrumba sin que nadie detenga el desastre. Siglos de lucha y de historia se diluyen en nuestras manos sin que podamos explicar como todo desaparece tan fácilmente, sin héroes, sin verdaderos líderes, sin valores que resistan, rodeados de villanos instalados en los palacios y empujando la tragedia.
Hoy he visionado un video en el que una psicóloga explica que Pedro Sánchez es un peligroso demente. Ayer vi otro en el que se decía que Marruecos prepara una guerra contra España y que nuestro vecino contará con la ayuda de norteamericanos y británicos. El día anterior leí un reportaje sobre las fechorías de los inmigrantes ilegales en España y los asaltos y violaciones que protagonizan, casi todos silenciados por los medios de comunicación, que siguen instrucciones del poder.
Todos los días uno se decepciona ante la impotencia de las instituciones que deberían ser defensa y baluarte de España y la gente se pregunta por qué el rey no actúa, o por qué las fuerzas armadas y los jueces no ponen orden. Otro día nos preguntamos por qué los periodistas no dicen la verdad y cuentan que el país está en quiebra y sin futuro.
¿Qué nos ocurre? ¿Estamos ya en la antesala del FINAL? ¿Nadie puede frenar esto? ¿Tan letal es el virus como para destruir nuestro mundo y acabar con nuestras libertades y derechos? ¿No será que el virus es la excusa para llevarnos al matadero? ¿Será verdad eso que dicen de que el Muevo Orden Mundial exige que la mitad de la población actual del planeta perezca? ¿Dónde están nuestras certezas?
La única esperanza que encontramos ante la impotencia, el caos y el avance de los canallas es rogar a Dios por la Humanidad.
¿Otra ve confinados de manera drástica? ¿Dónde está la verdad? ¿Hasta dónde llega la mentira? ¿Quién es amigo y quién enemigo? ¿Por qué Dios no nos ayuda? ¿Por qué no podemos abrazarnos? ¿Por qué no podemos dar y recibir ternura? ¿Quién me iba a decir que añoraría con todas mis fueras un abrazo a mis hijos y nietos?
Estamos hartos de mirar con recelo a nuestro alrededor, de desconfiar de todos, de perder amigos, de ver infectados a diestro y siniestro, de llevar mascarillas ante los seres queridos, de beber vino y cerveza en solitario, de pasar horas en vela pensando en cosas oscuras y siniestras, en ver como el tiempo pasa y la vida se escapa sin sentir emociones positivas, dentro de una baba viscosa formada por el miedo, el recelo, la desconfianza y la rabia.
Y ahora llega la Navidad, el tiempo de la nostalgia, los recuerdos y el pesimismo. La presencia de los ausentes se hace imponente y el remordimiento porque muchos de ellos se fueron sin despedirles, solos y abandonados, se torna irresistible. Seguro que los suicidios, cuyo número se oculta porque resulta espeluznante, se disparará todavía más.
¡Que esto acabe de una puñetera vez?
¡Señor, cuando esta noche nazcas otra vez entre nosotros, ayúdanos en la tribulación!
Francisco Rubiales
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