Al actual presidente de la Agencia EFE, Alex Grijelmo, hay que agradecerle no sólo su buena gestión al frente de la agencia de noticias pública española, sino también algunas lecciones profesionales y morales memorables, como la pronunciada recientemente ante los reyes, cuando dijo que el periodismo que hoy se practica en España es "deshumanizado y sin compasión", capaz de "activar los peores estímulos del ser humano".
Grijelmo ha puesto el dedo en la llaga y ha señalado con el dedo acusador a un periodismo cuyo mayor pecado es precisamente ese, el de estimular lo peor de cada ciudadano: morbo, odio, rencor, desunión, enfrentamientos, envidias y destrucción de los valores y del sentido de nación.
Nos encontramos "rodeados del periodismo del rumor, del morbo, de la intromisión en la intimidad, incluso de la intromisión en el pensamiento de los otros, de quienes se dicen saber más que ellos mismos", afirmó Grijelmo en el acto de entrega de los premios internacionales de periodismo Rey de España, en su XXIV edición, y del III Premio "Don Quijote", ambos convocados por la Agencia Efe y la Agencia Española de Cooperación Internacional.
Y describió ese periodismo como "un periodismo sin compasión y, por tanto, deshumanizado".
Es cierto porque el periodismo moderno nació con la democracia, allá por el siglo XVIII, y lo hizo con sus baterías cargadas de altruismo y nobleza de principios e intenciones: para decir siempre la verdad, para mantenerse independiente y objetivo, para defender los intereses de los ciudadanos y para fiscalizar y controlar a esos grandes poderes, sobre todo al gobierno, que siempre tienden al despotismo. Hoy, aquel periodismo se ha degradado y se ha entregado vergonzosamente a esos poderes que tenía que vigilar y controlar. Raro es el medio de comunicación español o el periodista que no sirva a un partido político o a los poderes económicos que pagan sus nóminas. Ha desaparecido la independencia, la objetividad ha saltado por los aires y los intereses de la democracia y de los ciudadanos han sido abandonados, sin que el periodismo reconozca ya otros dioses que los grandes poderes y la audiencia, generando periodismo basura, engañio, tergiversación, mentira, confusión y practicando una profesión prostituida que Grijelmo definió como "un periodismo sin compasión y deshumanizado".
Grijelmo ha puesto el dedo en la llaga y ha señalado con el dedo acusador a un periodismo cuyo mayor pecado es precisamente ese, el de estimular lo peor de cada ciudadano: morbo, odio, rencor, desunión, enfrentamientos, envidias y destrucción de los valores y del sentido de nación.
Nos encontramos "rodeados del periodismo del rumor, del morbo, de la intromisión en la intimidad, incluso de la intromisión en el pensamiento de los otros, de quienes se dicen saber más que ellos mismos", afirmó Grijelmo en el acto de entrega de los premios internacionales de periodismo Rey de España, en su XXIV edición, y del III Premio "Don Quijote", ambos convocados por la Agencia Efe y la Agencia Española de Cooperación Internacional.
Y describió ese periodismo como "un periodismo sin compasión y, por tanto, deshumanizado".
Es cierto porque el periodismo moderno nació con la democracia, allá por el siglo XVIII, y lo hizo con sus baterías cargadas de altruismo y nobleza de principios e intenciones: para decir siempre la verdad, para mantenerse independiente y objetivo, para defender los intereses de los ciudadanos y para fiscalizar y controlar a esos grandes poderes, sobre todo al gobierno, que siempre tienden al despotismo. Hoy, aquel periodismo se ha degradado y se ha entregado vergonzosamente a esos poderes que tenía que vigilar y controlar. Raro es el medio de comunicación español o el periodista que no sirva a un partido político o a los poderes económicos que pagan sus nóminas. Ha desaparecido la independencia, la objetividad ha saltado por los aires y los intereses de la democracia y de los ciudadanos han sido abandonados, sin que el periodismo reconozca ya otros dioses que los grandes poderes y la audiencia, generando periodismo basura, engañio, tergiversación, mentira, confusión y practicando una profesión prostituida que Grijelmo definió como "un periodismo sin compasión y deshumanizado".
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