Las dos últimas legislaturas que ha vivido España, la última de José María Aznar y la primera de Zapatero, han sido las peores y más perversas desde la muerte de Franco, solo superadas por la actual, la segunda de Zapatero, generadoras todas ellas de consecuencias catastróficas para la convivencia y el sistema democrático, al que han dañado seriamente.
La última legislatura de Aznar, marcada por la arrogancia y la manipulación, generó un malestar intenso que tomó cuerpo tras los atentados del 11 de marzo e hicieron posible la inesperada derrota de un gobierno que disfrutaba de una cómoda mayoría absoluta. Algunos dicen que esa derrota se debió a una especie de conspiración organizada por la oposición socialista y que sólo fue posible por la conmoción y el miedo colectivo que provocaron los atentados de Atocha, pero, sea o no cierta esa acusación, nadie duda que el terreno estaba ya abonado para la derrota por los errores de un Aznar tan arrogante y chulesco que exasperó hasta a sus propios partidarios.
Zapatero, en sus dos legislaturas, ha conseguido lo que parecía imposible: superar los desatinos y errores de Aznar, sumiendo a España en una crisis de convivencia sin precedentes. Zapatero no ha podido evitar con su talante sonriente y teatral que España haya retrocedido en todos los ámbitos de la política y la economía, en el escenario internacional, en la competitividad, en la convivencia, en el respeto a la democracia, en el prestigio de los gobernantes y hasta en el respeto a la Constitución. Zapatero ha gobernado en contra de la voluntad popular, en contra de la opinión de la mayoría, reflejada con claridad en las encuestas, cerrando pactos contra natura con enemigos de la Constitución y de la democracia, sin otro fin que conservar y retener el poder. Su segunda legislatura avanza de error en error, dejando una España endeudada, arruinada, desmoralizada y quebrada, políticamente enfrentada, devaluada en el ámbito internacional y, lo que es más grave, con sus políticos y con su sistema desprestigiados y sin credibilidad ante los ciudadanos.
Una desgracia se agrega a la anterior haciendo crecer sin parar la montaña de estiercol político: la pésima gestión de la crisis, la creación veloz de desempleo y pobreza desde el poder público, los ciudadanos esquilmados con impuestos abusivos, el deterioro de los servicios públicos, los pactos con nacionalistas extremos, el acoso a la oposición, la trifulca continua entre políticos, la mentira como método de gobierno, los estatutos de Cataluña y Andalucía, sospechosos de inconstitucionalidad, los referenda sin votos, el éxito de la abstención, la humillante negociación con ETA, los pactos postelectorales entre perdedores, el desprestigio de la política, la degradación de la democracia...
Aznar y Zapatero, dos auténticas desgracias para España, dos cánceres mortíferos, el primero causante de una letal enfermedad moral y el segundo inepto, fullero y enterrador del poco respeto y estima que le quedaba a un sistema falsamente democrático que ya aparece ante los ciudadanos podrido y maloliente. Ambos han gobernado de espaldas al pueblo y sin respeto a la voluntad popular, ambos han degradado una democracia española que fue acogida con entusiasmo ejemplar tras la muerte del dictador Franco y que hoy aparece ante nuestros ojos envejecida, desprestigiada y convertida, por causa del mal gobierno, en un régimen sin respeto ni cariño, en una partitocracia arrogante que no tiene más defensores que esos políticos profesionales que, gracias a ella, se han convertido en los nuevos amos.
Pobre España.
La última legislatura de Aznar, marcada por la arrogancia y la manipulación, generó un malestar intenso que tomó cuerpo tras los atentados del 11 de marzo e hicieron posible la inesperada derrota de un gobierno que disfrutaba de una cómoda mayoría absoluta. Algunos dicen que esa derrota se debió a una especie de conspiración organizada por la oposición socialista y que sólo fue posible por la conmoción y el miedo colectivo que provocaron los atentados de Atocha, pero, sea o no cierta esa acusación, nadie duda que el terreno estaba ya abonado para la derrota por los errores de un Aznar tan arrogante y chulesco que exasperó hasta a sus propios partidarios.
Zapatero, en sus dos legislaturas, ha conseguido lo que parecía imposible: superar los desatinos y errores de Aznar, sumiendo a España en una crisis de convivencia sin precedentes. Zapatero no ha podido evitar con su talante sonriente y teatral que España haya retrocedido en todos los ámbitos de la política y la economía, en el escenario internacional, en la competitividad, en la convivencia, en el respeto a la democracia, en el prestigio de los gobernantes y hasta en el respeto a la Constitución. Zapatero ha gobernado en contra de la voluntad popular, en contra de la opinión de la mayoría, reflejada con claridad en las encuestas, cerrando pactos contra natura con enemigos de la Constitución y de la democracia, sin otro fin que conservar y retener el poder. Su segunda legislatura avanza de error en error, dejando una España endeudada, arruinada, desmoralizada y quebrada, políticamente enfrentada, devaluada en el ámbito internacional y, lo que es más grave, con sus políticos y con su sistema desprestigiados y sin credibilidad ante los ciudadanos.
Una desgracia se agrega a la anterior haciendo crecer sin parar la montaña de estiercol político: la pésima gestión de la crisis, la creación veloz de desempleo y pobreza desde el poder público, los ciudadanos esquilmados con impuestos abusivos, el deterioro de los servicios públicos, los pactos con nacionalistas extremos, el acoso a la oposición, la trifulca continua entre políticos, la mentira como método de gobierno, los estatutos de Cataluña y Andalucía, sospechosos de inconstitucionalidad, los referenda sin votos, el éxito de la abstención, la humillante negociación con ETA, los pactos postelectorales entre perdedores, el desprestigio de la política, la degradación de la democracia...
Aznar y Zapatero, dos auténticas desgracias para España, dos cánceres mortíferos, el primero causante de una letal enfermedad moral y el segundo inepto, fullero y enterrador del poco respeto y estima que le quedaba a un sistema falsamente democrático que ya aparece ante los ciudadanos podrido y maloliente. Ambos han gobernado de espaldas al pueblo y sin respeto a la voluntad popular, ambos han degradado una democracia española que fue acogida con entusiasmo ejemplar tras la muerte del dictador Franco y que hoy aparece ante nuestros ojos envejecida, desprestigiada y convertida, por causa del mal gobierno, en un régimen sin respeto ni cariño, en una partitocracia arrogante que no tiene más defensores que esos políticos profesionales que, gracias a ella, se han convertido en los nuevos amos.
Pobre España.
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