Giulio Andreotti, democristiano, y Bettino Craxi, socialista, dos víctimas de la rebelión de jueces y fiscales italianos contra los políticos corruptos, conocida como "Manos Limpias"
El nombramiento de la ex ministra de Justicia Dolores Delgado como Fiscal General del Estado demuestra que Pedro Sánchez solo le teme a la Justicia y que ha decidido castrarla, como hizo el coronel Hugo Chávez cuando comenzó a dinamitar la democracia venezolana para sustituirla por la tiranía chavista. Sólo una Justicia domesticada y castrada permitiría a Pedro Sánchez cumplir con los sucios y traidores compromisos que ha adquirido con el independentismo golpista catalán, a cambio del apoyo a su investidura como presidente, compromisos que, según filtraciones e informes solventes, incluyen indultos de presos condenados por sedición y apartar la Justicia para que los partidos catalanes puedan perpetrar sin obstáculos sus agresiones y cuchilladas a España.
El gobierno de Sánchez es hoy una peligro sin escrúpulos ni frenos democráticos que tiene rasgos de dictadura totalitaria, digna de ser rechazada y erradicada. Tras haber ocupado y asfixiado la sociedad civil, desarticulado la organización ciudadana y envilecido la vida pública y la política, además de controlar buena parte de la prensa, las redes sociales y la maquinaria de propaganda para el engaño y la manipulación, ahora quiere controlar también la Justicia, para lo cual ha nombrado a una Fiscal General socialista, sectaria y furiosamente intervencionista, adscrita al sanchismo en cuerpo y alma, cuya misión es ofrecer a Sánchez la cabeza de la Justicia española en una bandeja de plata.
Es cierto que la degeneración de la democracia y las agresiones a las libertades y derechos del pueblo no han sido en España obra exclusiva de la izquierda y que en esa labor de demolición y corrupción han participado, con un entusiasmo endiablado, la derecha del PP y el nacionalismo vasco y catalán, pero nadie había llegado en sus agresiones y abusos tan lejos como Pedro Sánchez, que parece dispuesto a dar la puntilla a lo que queda de democracia en España.
Sánchez y su mundo amenazante y desenfrenado constituye un riesgo más grave y peligroso que el que provocó en Italia la rebelión de los jueces y fiscales conocida como Manos Limpias (en italiano Mani pulite), un proceso judicial llevado a cabo en 1992 por un equipo de magistrados dirigido por Francesco Saverio Borrelli y formado por Antonio Di Pietro, Ilda Boccassini, Piercamillo Davigo y Gherardo Colombo cuyo objetivo era limpiar la política italiana de delincuentes y corruptos atrincherados en el Estado.
El proceso descubrió una extensa red de corrupción que implicaba a todos los principales grupos políticos del momento y a diversos grupos empresariales e industriales. El proceso causó gran conmoción en la opinión pública, conociéndose como la tangentopoli (tangente es soborno en italiano). La brillante actuación judicial terminó con partidos llenos de excrementos hasta el tuétano, como el Partido Socialista Italiano, que dirigía Betino Craxi, que murió en el exilio, y terminó borrando del mapa también a los dos grandes partidos de Italia, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista.
En Italia los jueces y magistrados prestaron un valioso servicio a su país, limpiándolo de indeseables y delincuentes incrustados en el Estado, al mismo tiempo que preservaban la independencia de la Justicia, amenazada por la pandilla de corruptos que ostentaba el poder.
Ojalá los jueces y fiscales españoles, heridos en este momento por la agresión que representa Pedro Sánchez y su burdo intento de poner de rodillas a la Justicia, se lancen también, como hicieron sus homólogos italianos, a limpiar el país de miseria y delincuencia disfrazada de política.
Francisco Rubiales
El gobierno de Sánchez es hoy una peligro sin escrúpulos ni frenos democráticos que tiene rasgos de dictadura totalitaria, digna de ser rechazada y erradicada. Tras haber ocupado y asfixiado la sociedad civil, desarticulado la organización ciudadana y envilecido la vida pública y la política, además de controlar buena parte de la prensa, las redes sociales y la maquinaria de propaganda para el engaño y la manipulación, ahora quiere controlar también la Justicia, para lo cual ha nombrado a una Fiscal General socialista, sectaria y furiosamente intervencionista, adscrita al sanchismo en cuerpo y alma, cuya misión es ofrecer a Sánchez la cabeza de la Justicia española en una bandeja de plata.
Es cierto que la degeneración de la democracia y las agresiones a las libertades y derechos del pueblo no han sido en España obra exclusiva de la izquierda y que en esa labor de demolición y corrupción han participado, con un entusiasmo endiablado, la derecha del PP y el nacionalismo vasco y catalán, pero nadie había llegado en sus agresiones y abusos tan lejos como Pedro Sánchez, que parece dispuesto a dar la puntilla a lo que queda de democracia en España.
Sánchez y su mundo amenazante y desenfrenado constituye un riesgo más grave y peligroso que el que provocó en Italia la rebelión de los jueces y fiscales conocida como Manos Limpias (en italiano Mani pulite), un proceso judicial llevado a cabo en 1992 por un equipo de magistrados dirigido por Francesco Saverio Borrelli y formado por Antonio Di Pietro, Ilda Boccassini, Piercamillo Davigo y Gherardo Colombo cuyo objetivo era limpiar la política italiana de delincuentes y corruptos atrincherados en el Estado.
El proceso descubrió una extensa red de corrupción que implicaba a todos los principales grupos políticos del momento y a diversos grupos empresariales e industriales. El proceso causó gran conmoción en la opinión pública, conociéndose como la tangentopoli (tangente es soborno en italiano). La brillante actuación judicial terminó con partidos llenos de excrementos hasta el tuétano, como el Partido Socialista Italiano, que dirigía Betino Craxi, que murió en el exilio, y terminó borrando del mapa también a los dos grandes partidos de Italia, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista.
En Italia los jueces y magistrados prestaron un valioso servicio a su país, limpiándolo de indeseables y delincuentes incrustados en el Estado, al mismo tiempo que preservaban la independencia de la Justicia, amenazada por la pandilla de corruptos que ostentaba el poder.
Ojalá los jueces y fiscales españoles, heridos en este momento por la agresión que representa Pedro Sánchez y su burdo intento de poner de rodillas a la Justicia, se lancen también, como hicieron sus homólogos italianos, a limpiar el país de miseria y delincuencia disfrazada de política.
Francisco Rubiales
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