Las salas españolas de proyección cinematográfica están hoy cerradas por una huelga justa contra la ley del cine que el gobierno de Zapatero quiere imponer, que obliga a exhibir una película española por cada tres norteamericanas.
Si esa ley prospera con su redacción actual, no nos cabe duda de que se forjará otro gran boicot de los consumidores contra el cine español, de pésima calidad, y contra esta ley que se enfrenta a los gustos y deseos de los espectadores.
La baja calidad del cine español, su mal gusto y, lo que es más importante, su fracaso de público se deben directamente a que la industria cinematográfica española es "adicta" a las subvenciones del gobierno, cuyos efectos son narcotizantes y castrantes de toda creatividad y arte.
Pero ese cine español que el gobierno pretende imponer por la fuerza no sólo es culpable de escasa calidad y de fracaso de público, sino que, además, está contribuyendo a proyectar internacionalmente una imagen de España que no se corresponde con la realidad, plagada de violencia, prostitución, homosexualidad y delitos de todo tipo, sin cultivo alguno de valores ni reflejo de la verdad.
Por lo que significa de abuso de poder, la futura ley española del cine, que obligará a los ciudadanos a consumir lo que no desean y que sólo beneficia a los cineastas y profesionales de la industria cinematográfica, mayoritariamenta alineada con la izquierda y entusiasta del gobierno de Zapatero, las salas de exhibición cierran hoy con el apoyo de gran parte de los espectadores.
Si esa ley prospera con su redacción actual, no nos cabe duda de que se forjará otro gran boicot de los consumidores contra el cine español, de pésima calidad, y contra esta ley que se enfrenta a los gustos y deseos de los espectadores.
La baja calidad del cine español, su mal gusto y, lo que es más importante, su fracaso de público se deben directamente a que la industria cinematográfica española es "adicta" a las subvenciones del gobierno, cuyos efectos son narcotizantes y castrantes de toda creatividad y arte.
Pero ese cine español que el gobierno pretende imponer por la fuerza no sólo es culpable de escasa calidad y de fracaso de público, sino que, además, está contribuyendo a proyectar internacionalmente una imagen de España que no se corresponde con la realidad, plagada de violencia, prostitución, homosexualidad y delitos de todo tipo, sin cultivo alguno de valores ni reflejo de la verdad.
Por lo que significa de abuso de poder, la futura ley española del cine, que obligará a los ciudadanos a consumir lo que no desean y que sólo beneficia a los cineastas y profesionales de la industria cinematográfica, mayoritariamenta alineada con la izquierda y entusiasta del gobierno de Zapatero, las salas de exhibición cierran hoy con el apoyo de gran parte de los espectadores.
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