Comunistas al frente de la desgraciada España
Los españoles indignados no paran de buscar nuevas vías de protesta. Ya han inundado las instituciones europeas con cartas de protesta y ahora dirigen esas cartas al Rey, apelando a su condición del Jefe del Estado y guardián de la Constitución. Los españoles aprenden a rebelarse y el gobierno, para neutralizar esos ataques, incrementa su perfil represivo y tiránico.
El gobierno español, además de carecer de credibilidad y prestigio, tampoco tiene ya dinero. Señalado por todo el mundo por su fracaso en la gestión de la pandemia, por los muchos muertos provocados y por la ruina económica a la que han conducido a España, es un gobierno sin fuerza y marginado en el concierto mundial, donde ya lo tratan casi como el representante de un Estado fallido.
La asfixia financiera le está restando gran poder a un gobierno que ha demostrado no tener escrúpulos para utilizar el dinero público como un manirroto sin principios, financiando lujos y privilegios para los políticos, pagando sueldo a casi medio millón de políticos, más de la mitad de los cuales son holgazanes que sobran, comprando voluntades políticas, votos en el Congreso, medios de comunicación, apoyos independentistas y alianzas mercenarias en todos los sectores.
El gran drama del gobierno de Sánchez es que no sabe gobernar sin dinero. Repartir el dinero entre sus amigos y aliados y privar de recursos al adversario y al que piensa diferente han sido los ejes mezquinos y bastardos de su acción de gobierno, junto con la mentira constante y el engaño.
Sin escrúpulos, con las manos libres para endeudarse con la excusa de la pandemia y sin otro riesgo que el sistema penal, en cierto modo controlado gracias a la legión de fiscales y jueces "amigos del poder", el gobierno se siente invencible y blindado.
Sin dinero, el de Sánchez sólo sería un fracaso estruendoso. Oliendo que la ruina llegará pronto a ser insoportable y letal, muchas de las ratas que reclutó el sanchismo empiezan ya a abandonar el barco, antes de que sea demasiado tarde y el hundimiento las arrastre. Dentro del PSOE, la vieja guardia en pleno ha roto ya visiblemente con Sánchez y su totalitarismo bolchevique, mientras que la otra parte más consciente y decente del partido empieza a cuestionarse el universo pervertido del gobierno y a mirarlo como una aberración.
Saben que no deben endeudarse más, pero lo seguirán haciendo hasta la ruina, hasta que las finanzas internacionales le cierren el grifo por evidente amenaza de quiebra. Saben que tienen que adelgazar el Estado suprimiendo ministerios, altos cargos y miles de asesores y enchufados superfluos, pero hacen justo lo contrario porque tienen que alimentar a las mafias que les apoyan y porque temen que sus propias huestes, si no reciben dinero abundante, se conviertan en enemigas.
Son tan inútiles y están tan aterrorizados que ellos mismos son conscientes de que deberían dimitir en bloque y convocar elecciones, pero ni siquiera se atreven a hacerle esa inmenso favor a España.
Toda la política de Sánchez hace aguas y el futuro es tan amenazador que les produce pavor, pero todo lo esconden bajo tierra con la ayuda de los medios de comunicación comprados y sometidos y de la legión de periodistas reconvertidos en policía del pensamiento y agitadores de masas.
La legión de los aliados, entre los que figuran empresarios subvencionados y beneficiados con contratos trucados, constructores, medios de comunicación, consultores y miles de empresas de servicios, todas ellas encuadradas en un sector de la economía "parasitario" del poder gubernamental, empieza a flaquear porque el dinero ya no fluye con la descarada generosidad de antes. Hasta el propio partido se resiente porque ser militante del PSOE, hasta hace poco, significaba empleo y enchufe seguro, algo que el partido, ante un país que está siendo arruinado a pasos agigantados, ya no puede garantizar.
Desesperado porque pierde poder a chorros y porque no acepta su nuevo estatus de miseria, el gobierno de Sánchez ha dado órdenes a sus agentes para que denuncien, inspeccionen, multen y esquilmen a los ciudadanos, que todavía conservan los restos de la prosperidad en sus cuentas corrientes. Medidas como la subida de impuestos, contraproducente y desaconsejada por los expertos, sólo pueden entenderse desde la desesperación de un gobierno empobrecido y soberbio.
Francisco Rubiales
El gobierno español, además de carecer de credibilidad y prestigio, tampoco tiene ya dinero. Señalado por todo el mundo por su fracaso en la gestión de la pandemia, por los muchos muertos provocados y por la ruina económica a la que han conducido a España, es un gobierno sin fuerza y marginado en el concierto mundial, donde ya lo tratan casi como el representante de un Estado fallido.
La asfixia financiera le está restando gran poder a un gobierno que ha demostrado no tener escrúpulos para utilizar el dinero público como un manirroto sin principios, financiando lujos y privilegios para los políticos, pagando sueldo a casi medio millón de políticos, más de la mitad de los cuales son holgazanes que sobran, comprando voluntades políticas, votos en el Congreso, medios de comunicación, apoyos independentistas y alianzas mercenarias en todos los sectores.
El gran drama del gobierno de Sánchez es que no sabe gobernar sin dinero. Repartir el dinero entre sus amigos y aliados y privar de recursos al adversario y al que piensa diferente han sido los ejes mezquinos y bastardos de su acción de gobierno, junto con la mentira constante y el engaño.
Sin escrúpulos, con las manos libres para endeudarse con la excusa de la pandemia y sin otro riesgo que el sistema penal, en cierto modo controlado gracias a la legión de fiscales y jueces "amigos del poder", el gobierno se siente invencible y blindado.
Sin dinero, el de Sánchez sólo sería un fracaso estruendoso. Oliendo que la ruina llegará pronto a ser insoportable y letal, muchas de las ratas que reclutó el sanchismo empiezan ya a abandonar el barco, antes de que sea demasiado tarde y el hundimiento las arrastre. Dentro del PSOE, la vieja guardia en pleno ha roto ya visiblemente con Sánchez y su totalitarismo bolchevique, mientras que la otra parte más consciente y decente del partido empieza a cuestionarse el universo pervertido del gobierno y a mirarlo como una aberración.
Saben que no deben endeudarse más, pero lo seguirán haciendo hasta la ruina, hasta que las finanzas internacionales le cierren el grifo por evidente amenaza de quiebra. Saben que tienen que adelgazar el Estado suprimiendo ministerios, altos cargos y miles de asesores y enchufados superfluos, pero hacen justo lo contrario porque tienen que alimentar a las mafias que les apoyan y porque temen que sus propias huestes, si no reciben dinero abundante, se conviertan en enemigas.
Son tan inútiles y están tan aterrorizados que ellos mismos son conscientes de que deberían dimitir en bloque y convocar elecciones, pero ni siquiera se atreven a hacerle esa inmenso favor a España.
Toda la política de Sánchez hace aguas y el futuro es tan amenazador que les produce pavor, pero todo lo esconden bajo tierra con la ayuda de los medios de comunicación comprados y sometidos y de la legión de periodistas reconvertidos en policía del pensamiento y agitadores de masas.
La legión de los aliados, entre los que figuran empresarios subvencionados y beneficiados con contratos trucados, constructores, medios de comunicación, consultores y miles de empresas de servicios, todas ellas encuadradas en un sector de la economía "parasitario" del poder gubernamental, empieza a flaquear porque el dinero ya no fluye con la descarada generosidad de antes. Hasta el propio partido se resiente porque ser militante del PSOE, hasta hace poco, significaba empleo y enchufe seguro, algo que el partido, ante un país que está siendo arruinado a pasos agigantados, ya no puede garantizar.
Desesperado porque pierde poder a chorros y porque no acepta su nuevo estatus de miseria, el gobierno de Sánchez ha dado órdenes a sus agentes para que denuncien, inspeccionen, multen y esquilmen a los ciudadanos, que todavía conservan los restos de la prosperidad en sus cuentas corrientes. Medidas como la subida de impuestos, contraproducente y desaconsejada por los expertos, sólo pueden entenderse desde la desesperación de un gobierno empobrecido y soberbio.
Francisco Rubiales
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