"Si permites que te gobiernen los porqueros, sólo puedes considerarte un cerdo"
F. Rubiales
Algunos creen que Zapatero pasará a la historia por haber legalizado el matrimonio gay o por haber arrinconado a la Iglesia en la católica España o por haber "convertido" al asesino De Juana Chaos en un "hombre de paz", pero se equivocan porque ZP pasará a la historia, sobre todo, por haber desenterrado al cadaver mejor sepultado de la historia de España, el del general Franco, al que casi todos los españoles, por consenso, habíamos depositado bajo una pesada losa de plomo al aprobar la Constitución de 1978.
Zapatero comparte la clásica enfermedad de la izquierda radical española, que siempre que toma el poder se desmadra, comete abusos y despierta los peores fantasmas, provocando enormes sufrimientos a la sociedad y su propia destrucción. Ya ocurrió cuando la II República que, acogida con alborozo por la mayoría de los españoles, pronto se convirtió en rehén de los radicales socialistas y comunistas hasta que consiguieron que un tal Franquito, general pequeño y con apariencia insignificante, pusiera sobre la mesa dos crueles y enormes testículos de acero que hicieron sangrar a España durante décadas.
Ahora Zapatero, sin una gota de memoria histórica, está repitiendo los errores de sus antepasados socialistas republicanos y está cometiendo excesos e imprudencias que pueden traerle a España angustias inmerecidas y a él mismo, la destrucción. Su táctica de acorralar a la oposición y de empujar a la derecha hacia la extrema derecha, en apariencia brillante y ocurrente, es demencial y está consiguiendo, como primer efecto, que florezcan los aguiluchos, que algunos españoles empiecen a añorar a Franco y que muchos pregunten a Google cual era la letra del "Cara al Sol".
El PP, que no es mejor que la izquierda radical y que, en el último cuatrienio de Aznar demostró ser un partido por lo menos tan autoritario, arrogante y alejado de la ciudadanía como el propio PSOE, se está beneficiando de la torpeza de ZP y está recibiendo apoyos tan inesperados como inmerecidos.
Los centristas, que siempre fueron la pieza clave electoral en España, indignados ante las alianzas tácticas de Zapatero con nacionalistas radicales anticonstitucionales y antiespañoles, se acercan con la nariz tapada al PP, que también recibe apoyos de una derecha extrema que revive pese a que, desde la desaparición de Blas Piñar, había quedado reducida a cuatro nostágicos y siete descerebrados.
Pero Zapatero, enfermo de radicalismo, como lo estuvieron, entre otros, Prieto, Largo Caballero y su amigo nonagenario, el cruel Santiago Carrillo, está resucitando no sólo el cadaver de Franco sino también a los olvidados aguiluchos fascistas, logrando lo que hace apenas tres años parecía imposible, que muchos españoles deseen ponerse la "camisa nueva" y que otros sueñen con que "en España empiece a amanecer".
Insensato estratega de pacotilla, Zapatero, obsesionado por acorralar a un PP que tal vez fuera arrogante pero que era demócrata, ha preferido hacerse la foto política con la banda antiespañola de los Otegui, Ibarretxe, Carod Rovira y Artur Más. Mediocre como sólo puede serlo un político profesional de partido sin tradición democrática, incluso ha preferido al asesino en serie De Juana Chaos, antes que dar la mano al odiado registrador Mariano Rajoy.
En fin, toda una historia de desatinos y de errores temerarios que también están despertando a una ciudadanía española que hasta hace poco se sentía a gusto en la pocilga y que estaba acostumbrada a soportar la pseudodemocracia reinante, pero que ahora, espoleada por la "locura zapatera", empieza a despreciar a los "políticuchos", a cuestionar el sistema, a pensar que la democracia es una oligocracia, a añorar el protagonismo que le han arrebatado al ciudadano y a rumiar el criterio de que "si permites que te gobiernen los porqueros, sólo puedes considerarte un cerdo".
F. Rubiales
Algunos creen que Zapatero pasará a la historia por haber legalizado el matrimonio gay o por haber arrinconado a la Iglesia en la católica España o por haber "convertido" al asesino De Juana Chaos en un "hombre de paz", pero se equivocan porque ZP pasará a la historia, sobre todo, por haber desenterrado al cadaver mejor sepultado de la historia de España, el del general Franco, al que casi todos los españoles, por consenso, habíamos depositado bajo una pesada losa de plomo al aprobar la Constitución de 1978.
Zapatero comparte la clásica enfermedad de la izquierda radical española, que siempre que toma el poder se desmadra, comete abusos y despierta los peores fantasmas, provocando enormes sufrimientos a la sociedad y su propia destrucción. Ya ocurrió cuando la II República que, acogida con alborozo por la mayoría de los españoles, pronto se convirtió en rehén de los radicales socialistas y comunistas hasta que consiguieron que un tal Franquito, general pequeño y con apariencia insignificante, pusiera sobre la mesa dos crueles y enormes testículos de acero que hicieron sangrar a España durante décadas.
Ahora Zapatero, sin una gota de memoria histórica, está repitiendo los errores de sus antepasados socialistas republicanos y está cometiendo excesos e imprudencias que pueden traerle a España angustias inmerecidas y a él mismo, la destrucción. Su táctica de acorralar a la oposición y de empujar a la derecha hacia la extrema derecha, en apariencia brillante y ocurrente, es demencial y está consiguiendo, como primer efecto, que florezcan los aguiluchos, que algunos españoles empiecen a añorar a Franco y que muchos pregunten a Google cual era la letra del "Cara al Sol".
El PP, que no es mejor que la izquierda radical y que, en el último cuatrienio de Aznar demostró ser un partido por lo menos tan autoritario, arrogante y alejado de la ciudadanía como el propio PSOE, se está beneficiando de la torpeza de ZP y está recibiendo apoyos tan inesperados como inmerecidos.
Los centristas, que siempre fueron la pieza clave electoral en España, indignados ante las alianzas tácticas de Zapatero con nacionalistas radicales anticonstitucionales y antiespañoles, se acercan con la nariz tapada al PP, que también recibe apoyos de una derecha extrema que revive pese a que, desde la desaparición de Blas Piñar, había quedado reducida a cuatro nostágicos y siete descerebrados.
Pero Zapatero, enfermo de radicalismo, como lo estuvieron, entre otros, Prieto, Largo Caballero y su amigo nonagenario, el cruel Santiago Carrillo, está resucitando no sólo el cadaver de Franco sino también a los olvidados aguiluchos fascistas, logrando lo que hace apenas tres años parecía imposible, que muchos españoles deseen ponerse la "camisa nueva" y que otros sueñen con que "en España empiece a amanecer".
Insensato estratega de pacotilla, Zapatero, obsesionado por acorralar a un PP que tal vez fuera arrogante pero que era demócrata, ha preferido hacerse la foto política con la banda antiespañola de los Otegui, Ibarretxe, Carod Rovira y Artur Más. Mediocre como sólo puede serlo un político profesional de partido sin tradición democrática, incluso ha preferido al asesino en serie De Juana Chaos, antes que dar la mano al odiado registrador Mariano Rajoy.
En fin, toda una historia de desatinos y de errores temerarios que también están despertando a una ciudadanía española que hasta hace poco se sentía a gusto en la pocilga y que estaba acostumbrada a soportar la pseudodemocracia reinante, pero que ahora, espoleada por la "locura zapatera", empieza a despreciar a los "políticuchos", a cuestionar el sistema, a pensar que la democracia es una oligocracia, a añorar el protagonismo que le han arrebatado al ciudadano y a rumiar el criterio de que "si permites que te gobiernen los porqueros, sólo puedes considerarte un cerdo".
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