El socialismo se está mostrando violento en todo el mundo y ya ha dejado de fingirse democrático. Algunos de ellos todavía defienden la democracia, pero la tendencia general en la izquierda marxista es despreciarla y defender un mundo sin elecciones libres, sin libertades individuales y en el que el Estado tenga un poder absoluto.
Es como si los que de verdad mandan en el mundo les hubieran dado la orden de dejar de fingir y lanzarse ya, sin hipocresías ni disimulos, a la conquista del poder absoluto.
La violencia de los jóvenes marxistas en Vallecas contra VOX es reflejo del avance hacia la violencia y la anti democracia de los jóvenes de la izquierda, amparados en España por el PSOE.
Ante la nueva situación, el eslogan que lanzó Isabel Ayuso en Madrid "Socialismo o libertad", era el apropiado y el que deben esgrimir los demócratas en todo el mundo para drenar el ataque totalitario. Ese eslogan, por presiones de la tímida y acomplejada dirección nacional del Partido Popular, fue después cambado por el de "Comunismo o libertad", que es menos apropiado y real porque el mundo libre y democrático no lucha contra el comunismo, que no existe porque es una meta utópica a la que nadie ha llegado, sino contra el socialismo militante, que es una conspiración para destruir la democracia, las libertades y los derechos humanos.
Basta analizar lo que hoy es el PSOE bajo Pedro Sánchez para apreciar la enorme diferencia con respecto al PSOE de Felipe González. El actual desprecia la democracia y el de González la defendía, aunque lo hiciera sin demasiada fe. El de Sánchez no respeta las reglas del juego democráticas, mientras que el de González si lo hacía. El socialismo de Sánchez ha dejado de ser patriota y el de González lo era, sin duda.
Hay muchas otras diferencias entre el viejo socialismo y la mutación sanchista, que afectan a su adhesión a la mentira, su desprecio a la Constitución, su falta de escrúpulos, su renuncia a la ideología y su enfermiza afición al poder y al dinero, cambios todos que constituyen un retroceso en valores, decencia, democracia y humanidad.
La actual degradación del socialismo español, hasta convertirse en "sanchismo" no es una simple evolución, ni la obra de un líder iluminado, sino una profunda degradación que ha partido de las bases y ha alcanzado la cumbre. Lo que está haciendo el sanchismo, a juzgar por los apoyos que tiene y los votos que consigue, es representar las ideas y sentimientos de una parte muy importante de la militancia socialista en España, que ya antepone, sin disimulos ni tapujos, los propios intereses al bien común y que ha perdido todo aprecio y respeto por la democracia, la verdad y la limpieza.
La realidad es que no hay crisis interna notable dentro de las filas socialistas, ni existen contradicciones o enfrentamientos entre las bases socialistas y sus dirigentes. Todos parecen estar de acuerdo con el comportamiento y la deriva de ese sanchismo que escandaliza y repele a los demócratas y a las personas decentes de España.
Aunque parezca increíble, el PSOE, a pesar de su corrupción, de su pésimo gobierno, de su gestión negligente y nociva de la pandemia y de sus repugnantes alianzas con todo lo peor de la nación, desde amigos del terrorismo a independentistas y totalitarios violentos, no sufre desgaste, salvo el normal que se deriva de la gestión del poder. De manera sorprendente, las filas del partido siguen compactas y la única razón es que el "sanchismo" es una infección compartida.
Uno de los rasgos que demuestran lo profunda que es la infección sanchista es la utilización de la mentira que hace el socialismo español, que ha perdido todo respeto a la verdad y que utiliza la palabra y la promesa falsa como una simple herramienta para provocar adhesiones y ganar votos, sin que les importe la hemeroteca ni sientan vergüenza ante las traiciones e incumplimientos de lo prometido.
La utilización masiva de la mentira como instrumento clave del poder no les afecta, aunque resulte inverosímil, ni les resta votos, entre otras razones porque los que les votan ya no saben pensar ni analizar y son victimas lastimosas del egoísmo enfermo, de la manipulación y del engaño que propagan a diario las televisiones y medios comprados por el gobierno con dinero público.
El deterioro que representa el "sanchismo" es tan intenso y peligroso que el eslogan "Socialismo o libertad" debería no sólo tener vigencia en la campaña electoral de Madrid, sino convertirse en el grito defensivo de las democracia y la decencia en todo el planeta.
Francisco Rubiales
Es como si los que de verdad mandan en el mundo les hubieran dado la orden de dejar de fingir y lanzarse ya, sin hipocresías ni disimulos, a la conquista del poder absoluto.
La violencia de los jóvenes marxistas en Vallecas contra VOX es reflejo del avance hacia la violencia y la anti democracia de los jóvenes de la izquierda, amparados en España por el PSOE.
Ante la nueva situación, el eslogan que lanzó Isabel Ayuso en Madrid "Socialismo o libertad", era el apropiado y el que deben esgrimir los demócratas en todo el mundo para drenar el ataque totalitario. Ese eslogan, por presiones de la tímida y acomplejada dirección nacional del Partido Popular, fue después cambado por el de "Comunismo o libertad", que es menos apropiado y real porque el mundo libre y democrático no lucha contra el comunismo, que no existe porque es una meta utópica a la que nadie ha llegado, sino contra el socialismo militante, que es una conspiración para destruir la democracia, las libertades y los derechos humanos.
Basta analizar lo que hoy es el PSOE bajo Pedro Sánchez para apreciar la enorme diferencia con respecto al PSOE de Felipe González. El actual desprecia la democracia y el de González la defendía, aunque lo hiciera sin demasiada fe. El de Sánchez no respeta las reglas del juego democráticas, mientras que el de González si lo hacía. El socialismo de Sánchez ha dejado de ser patriota y el de González lo era, sin duda.
Hay muchas otras diferencias entre el viejo socialismo y la mutación sanchista, que afectan a su adhesión a la mentira, su desprecio a la Constitución, su falta de escrúpulos, su renuncia a la ideología y su enfermiza afición al poder y al dinero, cambios todos que constituyen un retroceso en valores, decencia, democracia y humanidad.
La actual degradación del socialismo español, hasta convertirse en "sanchismo" no es una simple evolución, ni la obra de un líder iluminado, sino una profunda degradación que ha partido de las bases y ha alcanzado la cumbre. Lo que está haciendo el sanchismo, a juzgar por los apoyos que tiene y los votos que consigue, es representar las ideas y sentimientos de una parte muy importante de la militancia socialista en España, que ya antepone, sin disimulos ni tapujos, los propios intereses al bien común y que ha perdido todo aprecio y respeto por la democracia, la verdad y la limpieza.
La realidad es que no hay crisis interna notable dentro de las filas socialistas, ni existen contradicciones o enfrentamientos entre las bases socialistas y sus dirigentes. Todos parecen estar de acuerdo con el comportamiento y la deriva de ese sanchismo que escandaliza y repele a los demócratas y a las personas decentes de España.
Aunque parezca increíble, el PSOE, a pesar de su corrupción, de su pésimo gobierno, de su gestión negligente y nociva de la pandemia y de sus repugnantes alianzas con todo lo peor de la nación, desde amigos del terrorismo a independentistas y totalitarios violentos, no sufre desgaste, salvo el normal que se deriva de la gestión del poder. De manera sorprendente, las filas del partido siguen compactas y la única razón es que el "sanchismo" es una infección compartida.
Uno de los rasgos que demuestran lo profunda que es la infección sanchista es la utilización de la mentira que hace el socialismo español, que ha perdido todo respeto a la verdad y que utiliza la palabra y la promesa falsa como una simple herramienta para provocar adhesiones y ganar votos, sin que les importe la hemeroteca ni sientan vergüenza ante las traiciones e incumplimientos de lo prometido.
La utilización masiva de la mentira como instrumento clave del poder no les afecta, aunque resulte inverosímil, ni les resta votos, entre otras razones porque los que les votan ya no saben pensar ni analizar y son victimas lastimosas del egoísmo enfermo, de la manipulación y del engaño que propagan a diario las televisiones y medios comprados por el gobierno con dinero público.
El deterioro que representa el "sanchismo" es tan intenso y peligroso que el eslogan "Socialismo o libertad" debería no sólo tener vigencia en la campaña electoral de Madrid, sino convertirse en el grito defensivo de las democracia y la decencia en todo el planeta.
Francisco Rubiales
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