Nadie entiende en España como el PSOE, un partido con tradición de gobierno y experiencia histórica en la lucha contra el terrorismo, ha permitido que Zapatero y su gobierno estén cometiendo errores tan pueriles y de principiante en su relación con el terrorismo etarra.
Los ciudadanos perciben que los terroristas etarras han engañado al gobierno y que, en lugar de llevarles hasta la victoria electoral, como esperaban Zapatero y su equipo, les están llevando hasta un ridículo que podría sepultar a los socialistas en una derrota electoral 2008 que, hasta hace pocos meses, era impensable.
El gobierno ha sido torpe, terco y opaco en su relación con ETA. No ha sabido o no ha querido leer las señales que le llegaban desde la banda, ni los consejos de los expertos, ni los avisos de los servicios de inteligencia franceses, israelies y españoles, ni los informes de las fuerzas de seguridad francesas y españolas, que advertian de un rearme de la banda y de una reaorganización de los comandos que sólo podía indicar la preparación de una contraofensiva. Todas las luces rojas estaban encendidas en el panel de mando y ZP no se ha dado cuenta o, lo que es más grave, no ha querido advertir a los españoles que el riesgo de un atentado era inminente para no aguar su esquizofrénica "fiesta" de la paz.
Ni siquiera han sabido los socialistas realizar una lectura correcta de su propia historia, cuajada de víctimas de ETA, entre ellas gente como Ernest Lluch, asesinado por la banda precisamente cuando abogaba por una negociación.
Zapatero, a pesar de contar con la ayuda de legiones de asesores, expertos, analistas, documentalistas y estrategas, no ha sabido interpretar gestos tan elocuentes como las advertencias de la propia banda, el robo de las casi cuatrocientas pistolas en Francia, el robo de coches en suelo francés y el rabioso comportamiento, cuando golpeaba furioso y amenazante los cristales de la Audiencia Nacional, del asesino Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, uno de los caudillos de esos comandos de pistoleros inmisericordes que hoy y siempre han mandado en la banda.
ETA siempre ha engañado a los negociadores de la democracia española, cuando no los ha matado, como ocurrió con el periodista José María Portell, asesinado en 1978, cuando mediaba en una negociación con ETA, durante la época de Adolfo Suárez. A los miembros de la banda que flaquean o abogan por la negociación o los mata, como a Yoyes, o los humilla, como acaba de hacer con Josu Ternera y con Otegui, que se enteraron del atentado de Barajas por la prensa.
Tan sólo hay una explicación lógica para la increible torpeza del PSOE: en ese partido, los conceptos de "disciplina" y de "lealtad" se han deteriorado y, por causa del clientelismo y de la obsesión por el poder y los privilegios, hoy son entendidos como "servilismo" y "sumisión".
Muchos observadores políticos españoles saben que muchos militantes y hasta dirigentes socialistas ha emitido en privado críticas durísimas a Zapatero por la forma como ha llevado dos asuntos claves de su gobierno: el Estatut de Cataluña y la negociación con ETA. Esa gente, que fue capaz de hacer en privado análisis lúcidos, ha sido incapaz de plantarse ante sus dirigentes para hacerles ver sus terribles errores.
El PSOE es cada día más una cofradía de poderosos y una organización internamente vertical en la que la única manera de prosperar y hacer carrera es renunciando al librepensamiento y sometiéndose a las elites del partido. Como muestra del auge del servilismo y la sumisión a la elite, algunos militantes están siendo suspendido por exigir procesos de primarias en el partido.
Esa defunción de la democracia interna, ese sometimiento a los líderes y esa incapacidad para elevar la crítica, producto de una perversa sustitución de la disciplina y de la lealtad por el servilismo y la sumisión, puede llevar a ese gran partido hasta la tumba.
El verticalismo autoritario de los partidos impide que las ideas e iniciativas viajen desde las bases hasta la cúspide, pero no en sentido contrario. Ese síndrome, que en la vida interna del partido hace que muchos debates sean estériles, porque nadie se atreve a defender tesis contrarias a las que defiende el líder o a plantear ideas que disgustan a los poderosos, cercena la libertad, asfixia la creatividad, reprime la imaginación y termina ofuscando el cerebro y convirtiendo a la organización un un músculo torpe, turbado y atrofiado, incapaz de garantizar su futuro como fuerza política y peligrosamente preparado para cometer errores tan garrafales como sorprendentes que, cuando se gobierna, se tornan letales para la democracia y la nación.
Voto en Blanco
Los ciudadanos perciben que los terroristas etarras han engañado al gobierno y que, en lugar de llevarles hasta la victoria electoral, como esperaban Zapatero y su equipo, les están llevando hasta un ridículo que podría sepultar a los socialistas en una derrota electoral 2008 que, hasta hace pocos meses, era impensable.
El gobierno ha sido torpe, terco y opaco en su relación con ETA. No ha sabido o no ha querido leer las señales que le llegaban desde la banda, ni los consejos de los expertos, ni los avisos de los servicios de inteligencia franceses, israelies y españoles, ni los informes de las fuerzas de seguridad francesas y españolas, que advertian de un rearme de la banda y de una reaorganización de los comandos que sólo podía indicar la preparación de una contraofensiva. Todas las luces rojas estaban encendidas en el panel de mando y ZP no se ha dado cuenta o, lo que es más grave, no ha querido advertir a los españoles que el riesgo de un atentado era inminente para no aguar su esquizofrénica "fiesta" de la paz.
Ni siquiera han sabido los socialistas realizar una lectura correcta de su propia historia, cuajada de víctimas de ETA, entre ellas gente como Ernest Lluch, asesinado por la banda precisamente cuando abogaba por una negociación.
Zapatero, a pesar de contar con la ayuda de legiones de asesores, expertos, analistas, documentalistas y estrategas, no ha sabido interpretar gestos tan elocuentes como las advertencias de la propia banda, el robo de las casi cuatrocientas pistolas en Francia, el robo de coches en suelo francés y el rabioso comportamiento, cuando golpeaba furioso y amenazante los cristales de la Audiencia Nacional, del asesino Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, uno de los caudillos de esos comandos de pistoleros inmisericordes que hoy y siempre han mandado en la banda.
ETA siempre ha engañado a los negociadores de la democracia española, cuando no los ha matado, como ocurrió con el periodista José María Portell, asesinado en 1978, cuando mediaba en una negociación con ETA, durante la época de Adolfo Suárez. A los miembros de la banda que flaquean o abogan por la negociación o los mata, como a Yoyes, o los humilla, como acaba de hacer con Josu Ternera y con Otegui, que se enteraron del atentado de Barajas por la prensa.
Tan sólo hay una explicación lógica para la increible torpeza del PSOE: en ese partido, los conceptos de "disciplina" y de "lealtad" se han deteriorado y, por causa del clientelismo y de la obsesión por el poder y los privilegios, hoy son entendidos como "servilismo" y "sumisión".
Muchos observadores políticos españoles saben que muchos militantes y hasta dirigentes socialistas ha emitido en privado críticas durísimas a Zapatero por la forma como ha llevado dos asuntos claves de su gobierno: el Estatut de Cataluña y la negociación con ETA. Esa gente, que fue capaz de hacer en privado análisis lúcidos, ha sido incapaz de plantarse ante sus dirigentes para hacerles ver sus terribles errores.
El PSOE es cada día más una cofradía de poderosos y una organización internamente vertical en la que la única manera de prosperar y hacer carrera es renunciando al librepensamiento y sometiéndose a las elites del partido. Como muestra del auge del servilismo y la sumisión a la elite, algunos militantes están siendo suspendido por exigir procesos de primarias en el partido.
Esa defunción de la democracia interna, ese sometimiento a los líderes y esa incapacidad para elevar la crítica, producto de una perversa sustitución de la disciplina y de la lealtad por el servilismo y la sumisión, puede llevar a ese gran partido hasta la tumba.
El verticalismo autoritario de los partidos impide que las ideas e iniciativas viajen desde las bases hasta la cúspide, pero no en sentido contrario. Ese síndrome, que en la vida interna del partido hace que muchos debates sean estériles, porque nadie se atreve a defender tesis contrarias a las que defiende el líder o a plantear ideas que disgustan a los poderosos, cercena la libertad, asfixia la creatividad, reprime la imaginación y termina ofuscando el cerebro y convirtiendo a la organización un un músculo torpe, turbado y atrofiado, incapaz de garantizar su futuro como fuerza política y peligrosamente preparado para cometer errores tan garrafales como sorprendentes que, cuando se gobierna, se tornan letales para la democracia y la nación.
Voto en Blanco
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