Cada día son más evidentes los signos y gestos que reflejan un distanciamiento entre el rey y el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, cuya política ya no gusta en la Zarzuela.
Los últimos indicios que reflejan el distanciamiento fueron las palabras del monarca en sus discursos de Navidad y de la Pascua Militar del 2008, en los que puso un especial énfasis en el reconocimiento del mérito y sufrimiento de las víctimas del terrorismo, un colectivo al que Zapatero rechaza y que puede considerarse como la "bestia negra" del actual gobierno por su resistencia a ser dominado y controlado por el poder, por haber tomado las calles con cientos de miles de manifestantes y por haber puesto en evidencia las profundas debilidades de la política de Zapatero con respecto a ETA y el terrorismo en general.
Zapatero, en un gesto poco amistoso con la Corona, arrebató al rey y al Ejército el protagonismo que merecían el día de la Pascua Militar, al realizar en el mismo acto institucional una especie de rueda de prensa informal, nada menos que en el Salón del Trono, para lanzar noticias y mensajes que hoy aparecen en los medios, todo un gesto de pésima educación que ha debido disgustar al monarca.
Pero la evidencia mayor de que el rey y Zapatero se distancian fue la sorprendente petición de que el rey abdique y ceda la corona a su hijo Felipe, realizada recientemente por el periódico "Público", el que más fielmente refleja hoy el pensamiento de Zapatero.
Otros gestos del rey que contrarían abiertamente a Zapatero han sido los viajes del Monarca a Ceuta, Melilla y Afganistán. Los dos primeros reafirmaron la españolidad de las dos ciudadades africanas y le costaron a Zapatero un conflicto diplomático con sus amigos de Marruecos, mientras que el último obligó a Zapatero a realizar, contra su voluntad, una fugaz visita al Líbano, para saludar alllí a las tropas españolas, un viaje que le resultó electoralmente nefasto porque el presidente, que ya se comporta como el candidato socialista que aspira a renovar su cargo por cuatro años más, al olvidar gritar ¡Viva España!, mostró ante toda la nación su escandalosa cerencia de sentimientos de amor patrio.
El rey lleva soportando, desde hace más de dos años, la crítica educada y suave, pero cada vez más firme, de la mayoría de sus amigos, colaboradores e, incluso, de algunos miembros de su propia familia, que le han advertido de manera reiterada que no le conviene aparecer ante la opinión pública como "amigo" de Zapatero, ya que la política que está desplegando el presidente del gobierno, en especial su relación con los nacionalistas más radicales y con ETA, está causando a España daños terribles, incluyendo grietas en la unidad y un desprestigio creciente de la convivencia, de las instituciones, de la monarquía, de la figura del rey y hasta de la democracia como sistema.
Es cierto que la Constitución establece que el Jefe del Estado no debe interferir en la gestión del gobierno, pero no es menos cierto que la Carta Magna también deja claro que debe velar porque la acción de gobierno sea rigurosamente constitucional y está obligado a exigir el cumplimiento de la legalidad.
Al comprobar que Zapatero pretende continuar con la misma política, si gana las próximas elecciones, pactando para repartirse el poder con unos nacionalistas cada día más osados y que sueñan con la destrucción de España, y negociando la paz con los asesinos etarras, es cuando el rey parece haber decidido alejarse visiblemente, con gestos claros y evidentes, de Zapatero y de su línea política.
Sin embargo, las discrepancias entre el rey y Zapatero no afectan sólo a las relaciones de colaboración con el nacionalismo más antiespañol y a las negociaciones de paz con los asesinos de ETA, sino que "tocan" también otros capítulos de gran importancia, entre los que destacan la ruina de la educación pública española, ridiculizada recientemente en el informe PISA, la decadencia y la orientación de la política exterior de España, el enfrentamiento generalizado con la Iglesia Católica y los abusos cometidos con la política del aborto, sobre todo el escándalo que estalló en la opinión pública al conocerse que algunas clínicas abortivas asesinaban fetos de hasta más de siete meses de vida.
Mis fuentes aseguran que la nueva conducta del rey ha generado un profundo malestar en la Moncloa y que las relaciones entre Zapatero y el monarca son hoy muy tensas.
Los últimos indicios que reflejan el distanciamiento fueron las palabras del monarca en sus discursos de Navidad y de la Pascua Militar del 2008, en los que puso un especial énfasis en el reconocimiento del mérito y sufrimiento de las víctimas del terrorismo, un colectivo al que Zapatero rechaza y que puede considerarse como la "bestia negra" del actual gobierno por su resistencia a ser dominado y controlado por el poder, por haber tomado las calles con cientos de miles de manifestantes y por haber puesto en evidencia las profundas debilidades de la política de Zapatero con respecto a ETA y el terrorismo en general.
Zapatero, en un gesto poco amistoso con la Corona, arrebató al rey y al Ejército el protagonismo que merecían el día de la Pascua Militar, al realizar en el mismo acto institucional una especie de rueda de prensa informal, nada menos que en el Salón del Trono, para lanzar noticias y mensajes que hoy aparecen en los medios, todo un gesto de pésima educación que ha debido disgustar al monarca.
Pero la evidencia mayor de que el rey y Zapatero se distancian fue la sorprendente petición de que el rey abdique y ceda la corona a su hijo Felipe, realizada recientemente por el periódico "Público", el que más fielmente refleja hoy el pensamiento de Zapatero.
Otros gestos del rey que contrarían abiertamente a Zapatero han sido los viajes del Monarca a Ceuta, Melilla y Afganistán. Los dos primeros reafirmaron la españolidad de las dos ciudadades africanas y le costaron a Zapatero un conflicto diplomático con sus amigos de Marruecos, mientras que el último obligó a Zapatero a realizar, contra su voluntad, una fugaz visita al Líbano, para saludar alllí a las tropas españolas, un viaje que le resultó electoralmente nefasto porque el presidente, que ya se comporta como el candidato socialista que aspira a renovar su cargo por cuatro años más, al olvidar gritar ¡Viva España!, mostró ante toda la nación su escandalosa cerencia de sentimientos de amor patrio.
El rey lleva soportando, desde hace más de dos años, la crítica educada y suave, pero cada vez más firme, de la mayoría de sus amigos, colaboradores e, incluso, de algunos miembros de su propia familia, que le han advertido de manera reiterada que no le conviene aparecer ante la opinión pública como "amigo" de Zapatero, ya que la política que está desplegando el presidente del gobierno, en especial su relación con los nacionalistas más radicales y con ETA, está causando a España daños terribles, incluyendo grietas en la unidad y un desprestigio creciente de la convivencia, de las instituciones, de la monarquía, de la figura del rey y hasta de la democracia como sistema.
Es cierto que la Constitución establece que el Jefe del Estado no debe interferir en la gestión del gobierno, pero no es menos cierto que la Carta Magna también deja claro que debe velar porque la acción de gobierno sea rigurosamente constitucional y está obligado a exigir el cumplimiento de la legalidad.
Al comprobar que Zapatero pretende continuar con la misma política, si gana las próximas elecciones, pactando para repartirse el poder con unos nacionalistas cada día más osados y que sueñan con la destrucción de España, y negociando la paz con los asesinos etarras, es cuando el rey parece haber decidido alejarse visiblemente, con gestos claros y evidentes, de Zapatero y de su línea política.
Sin embargo, las discrepancias entre el rey y Zapatero no afectan sólo a las relaciones de colaboración con el nacionalismo más antiespañol y a las negociaciones de paz con los asesinos de ETA, sino que "tocan" también otros capítulos de gran importancia, entre los que destacan la ruina de la educación pública española, ridiculizada recientemente en el informe PISA, la decadencia y la orientación de la política exterior de España, el enfrentamiento generalizado con la Iglesia Católica y los abusos cometidos con la política del aborto, sobre todo el escándalo que estalló en la opinión pública al conocerse que algunas clínicas abortivas asesinaban fetos de hasta más de siete meses de vida.
Mis fuentes aseguran que la nueva conducta del rey ha generado un profundo malestar en la Moncloa y que las relaciones entre Zapatero y el monarca son hoy muy tensas.
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