El presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, ha anunciado que los profesores que cumplan con los objetivos educativos de sus centros tendrán premios económicos consistentes en 7.000 euros en cuatro años.
No ha explicado quién fijará los objetivos que hay que cumplir y quién decidirá si se han cumplido o no, pero, seguramente, la capacidad de juzgar y de otorgar los premios no corresponderá a comisiones ciudadanas independientes, como corresponde en democracia, sino a la propia Junta de Andalucía, con lo que el sistema corre el serio riesgo de ser parcial y arbitrario.
Se trata de un nuevo capítulo de la gran estrategia de control de la sociedad a través del dinero, un sistema de dominio que, combinado con el miedo, está dando resultados admirables en todo el mundo y que permite a los poderosos domesticar a la sociedad y controlar cualquier impulso de disidencia o rebeldía. El dinero junto con el control de los medios de comunicación, se ha convertido en el gran instrumento de poder de los gobiernos en las democracias degradadas de Occidente, más que la fuerza bruta y que las ideas convincentes.
El sistema se aplica ahora a los docentes, precisamente cuando se están produciendo movimientos de protesta, de resistencia activa y de objeción de conciencia ante la baja calidad de la enseñanza y la intervención cada día más intensa del gobierno en las escuelas, institutos y universidades.
Pero el poder ya ha desplegado ese método de control en otros sectores sensibles: con las empresas, premiando con subvenciones y ayudas a las que se someten y castigando con marginación e inspecciones fiscales a las rebeldes; con los militares, con los despachos profesionales, con los funcionarios, con las asociaciones ciudadanass y fundaciones y hasta en los ámbitos familiares, donde las ayudas sociales se conceden más fácilmente a los amigos que a los adversarios.
El dinero, mezclado con el miedo, está logrando en las sociedades occidentales un control de la población más efectivo que el logrado por los regímenes totalitarios en cualquier época de la Historia. Premiar al que se somete con un mayor nivel de vida y castigar al rebelde limitándole los ingresos es la más eficaz estrategia de los poderosos para controlar la sociedad.
En definitiva, se trata de trasladar a la sociedad lo que se practica desde hace tiempo en la política: aquellos que obedecen a las élites que controlan los partidos hacen carrera y prosperan, mientras que los que disienten o plantean problemas quedan marginados.
El método es injusto, inconstitucional y profundamente antidemocrático, pero esas carencias no significan un obstáculo para un poder cuyos objetivos y metas son ya, casi exclusivamente, permanecer en el poder y en los privilegios.
No ha explicado quién fijará los objetivos que hay que cumplir y quién decidirá si se han cumplido o no, pero, seguramente, la capacidad de juzgar y de otorgar los premios no corresponderá a comisiones ciudadanas independientes, como corresponde en democracia, sino a la propia Junta de Andalucía, con lo que el sistema corre el serio riesgo de ser parcial y arbitrario.
Se trata de un nuevo capítulo de la gran estrategia de control de la sociedad a través del dinero, un sistema de dominio que, combinado con el miedo, está dando resultados admirables en todo el mundo y que permite a los poderosos domesticar a la sociedad y controlar cualquier impulso de disidencia o rebeldía. El dinero junto con el control de los medios de comunicación, se ha convertido en el gran instrumento de poder de los gobiernos en las democracias degradadas de Occidente, más que la fuerza bruta y que las ideas convincentes.
El sistema se aplica ahora a los docentes, precisamente cuando se están produciendo movimientos de protesta, de resistencia activa y de objeción de conciencia ante la baja calidad de la enseñanza y la intervención cada día más intensa del gobierno en las escuelas, institutos y universidades.
Pero el poder ya ha desplegado ese método de control en otros sectores sensibles: con las empresas, premiando con subvenciones y ayudas a las que se someten y castigando con marginación e inspecciones fiscales a las rebeldes; con los militares, con los despachos profesionales, con los funcionarios, con las asociaciones ciudadanass y fundaciones y hasta en los ámbitos familiares, donde las ayudas sociales se conceden más fácilmente a los amigos que a los adversarios.
El dinero, mezclado con el miedo, está logrando en las sociedades occidentales un control de la población más efectivo que el logrado por los regímenes totalitarios en cualquier época de la Historia. Premiar al que se somete con un mayor nivel de vida y castigar al rebelde limitándole los ingresos es la más eficaz estrategia de los poderosos para controlar la sociedad.
En definitiva, se trata de trasladar a la sociedad lo que se practica desde hace tiempo en la política: aquellos que obedecen a las élites que controlan los partidos hacen carrera y prosperan, mientras que los que disienten o plantean problemas quedan marginados.
El método es injusto, inconstitucional y profundamente antidemocrático, pero esas carencias no significan un obstáculo para un poder cuyos objetivos y metas son ya, casi exclusivamente, permanecer en el poder y en los privilegios.
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