La "mugre invisible", un mal que se propaga al pueblo y a la sociedad desde el corazón del Estado, lo infecta todo y ya ha convertido a España en el estercolero de Europa, en el país más degradado de la Unión.
En Cataluña, la degradación de la sociedad parece imparable. Agasajan al asesino Otegui, rinden homenaje a Jordi Pujol y lo rehabilitan, después de haberse demostrado que ha sido un corrupto de altos vuelos y un evasor fiscal, mientras las calles van ganando violencia, con los cachorros encapuchados de ARRAN y los CDR operando ya casi como las guerrillas urbanas. En Vascongadas ETA resucita cada día con más fuerza y, sin disparar un sólo tiro, propaga el su odio, se apodera de las instituciones y hasta ha sido invitada por el gobierno de Pedro Sánchez y "dirigir el Estado".
En la Moncloa no están ni la esperanza, ni la ilusión, ni los antídotos, sino el mismo foco de la infección.
Ver un telediario produce asco y miedo: hospitales saturados, coronavirus que avanza, economía hundida, violaciones, protestas callejeras, ancianos desprotegidos, colas del hambre, políticos corruptos convertidos en estrellas de la televisión, mentiras, estafas y un enorme déficit de personas admirables y de valores que se exhiban en las pantallas para que sean emulados y sirvan de guía a los jóvenes.
Los partidos políticos, creados para potenciar el bien común y elevar el poder de los ciudadanos hasta la cumbre de las decisiones y el gobierno, se han convertido en escuelas de vividores y de buscadores de privilegios y dinero. La política ya no es un servicio sino la carrera profesional más lucrativa. La corrupción se ha introducido en el ADN de los partidos políticos y es difícil encontrar a dirigentes libres de podredumbre.
En las calderas de los partidos se contratan pensadores y organizaciones expertos en destruir al enemigo y las redes sociales y los foros se llenan de trolls a sueldo de los partidos, a los que se les ordena que destruyan y prostituyan las ideas, iniciativas, el prestigio y la credibilidad de los adversarios.
En los think tanks, muchos de ellos al servicio de partidos políticos o grupos de poder empresariales, se exigen ideas para ganar más dinero o para asegurar el control de la sociedad.
A la mentira le llaman postverdad, las estafas se han incorporado a la vida, la ausencia de valores se ha hecho cotidiana y el engaño y el odio se han convertido en políticas de Estado. La injusticia domina la escena, las amenazas están al día y el miedo a ser encarcelado es lo único que frena todavía a la creciente masa de delincuentes, algunos de ellos con poder suficiente para eludir las leyes.
Facebook abre enormes oficinas para luchar contra las noticias falsas (fake news), sin que nadie se de cuenta de que Facebook es el primer fabricante y vehículo mundial de la mentira y el engaño. Las nuevas empresas controladoras de la verdad suelen ser parte del entramado oficial de mentiras y engaños.
Las certezas se desvanecen y la confusión se hace dueña de los mercados y de la vida misma. Nadie sabe qué es verdad y qué es mentira. Las noticias más terribles ya no hacen daño y parece como que estamos ya vacunados para que llegue el Apocalipsis.
¿Quién o quienes son los culpables de este desastre y de que una civilización sin valores, honor ni verdad se esté adueñando del mundo?
Culpables somos todos, pero los principales artífices del desastre y los grandes promotores del mundo pestilente son los políticos, a los que se les ha encomendado el timón del mundo, sin que hayan demostrado saber conducir la nave a puertos que no sean estercoleros y depósitos de inmundicias.
Este panorama desastroso preside la entrada del nuevo año 2021, que ojalá sea mejor que el 2020, aunque esa esperanza no es sólida.
La principal actividad de los políticos y sus partidos ya no es producir ideas ilusionantes, servir a los ciudadanos o alimentar la esperanza en un mundo mejor. No hace mucho leí en un periódico inglés que la principal actividad de los partidos políticos en todo el mundo era ya picar la carne del adversario. En el texto se decía que miles de expertos trabajan ya en esas picadoras de carne cuyo objetivo es desprestigiar a los adversarios y convertirlos en basura humana, aunque para lograrlo se tenga que recurrir a la mentira y a la difamación.
¿Quién cojones está conduciendo nuestro mundo hacia esos océanos de basura?
Sin duda, los pilotos de la inmunda nave son los políticos, de los que se asegura que tienen dueños multimillonarios invisibles, mas malignos que ellos, que los controlan desde la oscuridad.
Pero nosotros, los ciudadanos, cada día más cobardes y asustados, tenemos nuestra cuantiosa ración de culpa por no tener el valor de organizar un motín y arrojar por la borda la mentira, la suciedad, la corrupción, la maldad y a los que la promueven.
Francisco Rubiales
En Cataluña, la degradación de la sociedad parece imparable. Agasajan al asesino Otegui, rinden homenaje a Jordi Pujol y lo rehabilitan, después de haberse demostrado que ha sido un corrupto de altos vuelos y un evasor fiscal, mientras las calles van ganando violencia, con los cachorros encapuchados de ARRAN y los CDR operando ya casi como las guerrillas urbanas. En Vascongadas ETA resucita cada día con más fuerza y, sin disparar un sólo tiro, propaga el su odio, se apodera de las instituciones y hasta ha sido invitada por el gobierno de Pedro Sánchez y "dirigir el Estado".
En la Moncloa no están ni la esperanza, ni la ilusión, ni los antídotos, sino el mismo foco de la infección.
Ver un telediario produce asco y miedo: hospitales saturados, coronavirus que avanza, economía hundida, violaciones, protestas callejeras, ancianos desprotegidos, colas del hambre, políticos corruptos convertidos en estrellas de la televisión, mentiras, estafas y un enorme déficit de personas admirables y de valores que se exhiban en las pantallas para que sean emulados y sirvan de guía a los jóvenes.
Los partidos políticos, creados para potenciar el bien común y elevar el poder de los ciudadanos hasta la cumbre de las decisiones y el gobierno, se han convertido en escuelas de vividores y de buscadores de privilegios y dinero. La política ya no es un servicio sino la carrera profesional más lucrativa. La corrupción se ha introducido en el ADN de los partidos políticos y es difícil encontrar a dirigentes libres de podredumbre.
En las calderas de los partidos se contratan pensadores y organizaciones expertos en destruir al enemigo y las redes sociales y los foros se llenan de trolls a sueldo de los partidos, a los que se les ordena que destruyan y prostituyan las ideas, iniciativas, el prestigio y la credibilidad de los adversarios.
En los think tanks, muchos de ellos al servicio de partidos políticos o grupos de poder empresariales, se exigen ideas para ganar más dinero o para asegurar el control de la sociedad.
A la mentira le llaman postverdad, las estafas se han incorporado a la vida, la ausencia de valores se ha hecho cotidiana y el engaño y el odio se han convertido en políticas de Estado. La injusticia domina la escena, las amenazas están al día y el miedo a ser encarcelado es lo único que frena todavía a la creciente masa de delincuentes, algunos de ellos con poder suficiente para eludir las leyes.
Facebook abre enormes oficinas para luchar contra las noticias falsas (fake news), sin que nadie se de cuenta de que Facebook es el primer fabricante y vehículo mundial de la mentira y el engaño. Las nuevas empresas controladoras de la verdad suelen ser parte del entramado oficial de mentiras y engaños.
Las certezas se desvanecen y la confusión se hace dueña de los mercados y de la vida misma. Nadie sabe qué es verdad y qué es mentira. Las noticias más terribles ya no hacen daño y parece como que estamos ya vacunados para que llegue el Apocalipsis.
¿Quién o quienes son los culpables de este desastre y de que una civilización sin valores, honor ni verdad se esté adueñando del mundo?
Culpables somos todos, pero los principales artífices del desastre y los grandes promotores del mundo pestilente son los políticos, a los que se les ha encomendado el timón del mundo, sin que hayan demostrado saber conducir la nave a puertos que no sean estercoleros y depósitos de inmundicias.
Este panorama desastroso preside la entrada del nuevo año 2021, que ojalá sea mejor que el 2020, aunque esa esperanza no es sólida.
La principal actividad de los políticos y sus partidos ya no es producir ideas ilusionantes, servir a los ciudadanos o alimentar la esperanza en un mundo mejor. No hace mucho leí en un periódico inglés que la principal actividad de los partidos políticos en todo el mundo era ya picar la carne del adversario. En el texto se decía que miles de expertos trabajan ya en esas picadoras de carne cuyo objetivo es desprestigiar a los adversarios y convertirlos en basura humana, aunque para lograrlo se tenga que recurrir a la mentira y a la difamación.
¿Quién cojones está conduciendo nuestro mundo hacia esos océanos de basura?
Sin duda, los pilotos de la inmunda nave son los políticos, de los que se asegura que tienen dueños multimillonarios invisibles, mas malignos que ellos, que los controlan desde la oscuridad.
Pero nosotros, los ciudadanos, cada día más cobardes y asustados, tenemos nuestra cuantiosa ración de culpa por no tener el valor de organizar un motín y arrojar por la borda la mentira, la suciedad, la corrupción, la maldad y a los que la promueven.
Francisco Rubiales
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