La Guardia Civil ha detenido este jueves a 18 personas en el marco de la denominada Operación Pika, vinculada al 'caso Petrum' de presunta financiación irregular de CDC y que sitúa el punto de mira de la Justicia ahora en el Ayuntamiento de Barcelona. Entre los arrestados se encuentran el presidente del Puerto de Barcelona, Sixte Cambra, y dos altos cargos de la antigua CDC, el ex edil de Urbanismo de Barcelona Antoni Vives y el ex secretario general de CDC Francesc Sànchez.
La nueva república de los ladrones se derrumba y queda demostrado que la independencia de Cataluña está construida sobre cimientos delictivos y corruptos. Así no se crea una nueva nación, sino solo un presidio enorme. Las naciones nacen de ilusiones colectivas, metas compartidas y valores sólidos.
En un mundo cerrado y proteccionista, como el que quiere implantar Trump, no hay sitio para los pequeños. La autarquía de antaño recobraría fuerza y exportar será difícil, lo que hará que los mercados internos cobren una importancia renovada. Los paises que viven de la exportación lo van a pasar mal, salvo que tengan fuerza suficiente para obtener acuerdos y tratados ventajosos.
Si el proteccionismo avanza, España va a tener que reindustrializarse y montar de nuevo las fábricas que Felipe González desmontó para complacer a sus amigos alemanes, que fueron los que le financiaron para que llegara al poder. Esas nuevas fábricas, lógicamente, nunca se instalarán en el conflictivo territorio catalán. A los catalanes les va a ir muy mal pues fuera de España, en un mundo proteccionista, no podrán vender y en España, que es su mercado natural, los consumidores estarán tan cabreados con ellos por sus desprecios, desplantes, odios y fechorías, que tampoco les comprarán. Los tontos catalanes del odio y el separatismo tendrán que aprender de nuevo algo que ya sabían en el pasado, la más vieja de las lecciones del comerciante: cautivar al cliente, ser simpático y saber atraerlos para que compren.
Es muy sencillo de entender: nadie va a comprarle sus productos a un comerciante que te odia y te desprecia.
Son tan desagradables y cansinos, se están ganando con tanto tesón la antipatía de todos, que se están suicidando como pueblo emprendedor y de comerciantes. Los políticos, que no saben nada de comercio pero si mucho de poder y de privilegios, que es lo único que les interesa, son los grandes culpables, pero los ciudadanos y los empresarios catalanes también participan del error colectivo porque se están dejando conducir, en silencio, hasta el fracaso y el hundimiento de la prosperidad.
El presidente del Círculo de Empresarios, Javier Vega de Seoane, acaba de declarar que la inseguridad jurídica que generan los actuales dirigentes catalanes, que están "en modo de no cumplir las leyes", está provocando que los empresarios huyan de Catalunya "como de la peste".
De hecho, los empresarios son los segundos en huir porque primero lo están haciendo los consumidores, que no es que practiquen el boicot activo, sino que ya no sienten atracción alguna por los productos catalanes y prefieren comprar cualquier otro, toda una desgracia que los emprendedores catalanes deberían hacer pagar caro a sus irresponsables y estúpidos políticos.
Las consecuencias de la deriva independentista son terribles, aunque los nacionalistas y sus instituciones, con la ayuda de sus medios sometidos, las ocultan cuidadosamente para convencer a los ciudadanos de que a la independencia se llega pisando rosas. Además de enfurecer a sus mejores clientes y provocar un éxodo de empresas hacia otros territorios de España, los nacionalistas están empobreciendo a la población, recortando peligrosamente la calidad de los servicios y dañando la economía de mil formas, entre ellas con la corrupción, un mal que en Cataluña es tan intenso que quizás supere al de Andalucía y el resto de España.
Francisco Rubiales
La nueva república de los ladrones se derrumba y queda demostrado que la independencia de Cataluña está construida sobre cimientos delictivos y corruptos. Así no se crea una nueva nación, sino solo un presidio enorme. Las naciones nacen de ilusiones colectivas, metas compartidas y valores sólidos.
En un mundo cerrado y proteccionista, como el que quiere implantar Trump, no hay sitio para los pequeños. La autarquía de antaño recobraría fuerza y exportar será difícil, lo que hará que los mercados internos cobren una importancia renovada. Los paises que viven de la exportación lo van a pasar mal, salvo que tengan fuerza suficiente para obtener acuerdos y tratados ventajosos.
Si el proteccionismo avanza, España va a tener que reindustrializarse y montar de nuevo las fábricas que Felipe González desmontó para complacer a sus amigos alemanes, que fueron los que le financiaron para que llegara al poder. Esas nuevas fábricas, lógicamente, nunca se instalarán en el conflictivo territorio catalán. A los catalanes les va a ir muy mal pues fuera de España, en un mundo proteccionista, no podrán vender y en España, que es su mercado natural, los consumidores estarán tan cabreados con ellos por sus desprecios, desplantes, odios y fechorías, que tampoco les comprarán. Los tontos catalanes del odio y el separatismo tendrán que aprender de nuevo algo que ya sabían en el pasado, la más vieja de las lecciones del comerciante: cautivar al cliente, ser simpático y saber atraerlos para que compren.
Es muy sencillo de entender: nadie va a comprarle sus productos a un comerciante que te odia y te desprecia.
Son tan desagradables y cansinos, se están ganando con tanto tesón la antipatía de todos, que se están suicidando como pueblo emprendedor y de comerciantes. Los políticos, que no saben nada de comercio pero si mucho de poder y de privilegios, que es lo único que les interesa, son los grandes culpables, pero los ciudadanos y los empresarios catalanes también participan del error colectivo porque se están dejando conducir, en silencio, hasta el fracaso y el hundimiento de la prosperidad.
El presidente del Círculo de Empresarios, Javier Vega de Seoane, acaba de declarar que la inseguridad jurídica que generan los actuales dirigentes catalanes, que están "en modo de no cumplir las leyes", está provocando que los empresarios huyan de Catalunya "como de la peste".
De hecho, los empresarios son los segundos en huir porque primero lo están haciendo los consumidores, que no es que practiquen el boicot activo, sino que ya no sienten atracción alguna por los productos catalanes y prefieren comprar cualquier otro, toda una desgracia que los emprendedores catalanes deberían hacer pagar caro a sus irresponsables y estúpidos políticos.
Las consecuencias de la deriva independentista son terribles, aunque los nacionalistas y sus instituciones, con la ayuda de sus medios sometidos, las ocultan cuidadosamente para convencer a los ciudadanos de que a la independencia se llega pisando rosas. Además de enfurecer a sus mejores clientes y provocar un éxodo de empresas hacia otros territorios de España, los nacionalistas están empobreciendo a la población, recortando peligrosamente la calidad de los servicios y dañando la economía de mil formas, entre ellas con la corrupción, un mal que en Cataluña es tan intenso que quizás supere al de Andalucía y el resto de España.
Francisco Rubiales
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