Tengo un amigo cura, sabio, que podía haber sido obispo y haber ejercido un destacado liderazgo en la Iglesia, si no hubiera quedado casi ciego, que me explica las esencias del pontificado de Benedicto XVI: "el Papa es consciente de que el gran problema de nuestro mundo es que el hombre está siendo destruido y ha decidido levantarlo".
El hombre, víctima de los sistemas de enseñanza europeos impuestos por los socialdemócratas, se está alejando de los valores y de las grandes creencias que le hicieron progresar a lo largo de la Historia. Hoy, ya casi desarmado, se está convirtiendo en una presa fácil para los poderosos, que lo manipulan, lo deforman, lo envilecen y lo debilitan para dominarlo mejor.
El Papa, que es creyente, lúcido, un intelectual poderoso y un hombre excepcional, está convencido de que "el hombre, sin Dios, no es hombre" y que, desposeido de creencias y valores, se está transformando en un pobre muñeco manipulable, esclavo y sin sentido de la libertad, presa de déspotas y tipos sin escrúpulos cuyo único objetivo es gozar de los privilegios del poder, la gran tentación de los humanos desde el principio de los tiempos.
Adoptando una mueca de dolor, dijo: "el gran problema del Papa es que la propia Iglesia está infiltrada y contaminada por las mismas doctrinas que pudren la sociedad, sobre todo por el laicismo, el relativismo y el nacionalismo. Por eso, el Papa está dedicando sus mayores esfuerzos, en esta etapa, a regenerar la Iglesia, pera, posteriormente, convertirla en la luz que ilumine y regenere al hombre, lo saque de la esclavitud actual y lo transforme en el ser libre y responsable que debe ser un hijo de Dios".
El hombre, víctima de los sistemas de enseñanza europeos impuestos por los socialdemócratas, se está alejando de los valores y de las grandes creencias que le hicieron progresar a lo largo de la Historia. Hoy, ya casi desarmado, se está convirtiendo en una presa fácil para los poderosos, que lo manipulan, lo deforman, lo envilecen y lo debilitan para dominarlo mejor.
El Papa, que es creyente, lúcido, un intelectual poderoso y un hombre excepcional, está convencido de que "el hombre, sin Dios, no es hombre" y que, desposeido de creencias y valores, se está transformando en un pobre muñeco manipulable, esclavo y sin sentido de la libertad, presa de déspotas y tipos sin escrúpulos cuyo único objetivo es gozar de los privilegios del poder, la gran tentación de los humanos desde el principio de los tiempos.
Adoptando una mueca de dolor, dijo: "el gran problema del Papa es que la propia Iglesia está infiltrada y contaminada por las mismas doctrinas que pudren la sociedad, sobre todo por el laicismo, el relativismo y el nacionalismo. Por eso, el Papa está dedicando sus mayores esfuerzos, en esta etapa, a regenerar la Iglesia, pera, posteriormente, convertirla en la luz que ilumine y regenere al hombre, lo saque de la esclavitud actual y lo transforme en el ser libre y responsable que debe ser un hijo de Dios".
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