Sevilla, por obra y gracia de su gobierno municipal, se está convirtiendo en el nuevo Lepe, en la risa y el chiste de España.
El gobierno municipal, presidido por el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, no deja de sorprender con sus opiniones, medidas y actuaciones, muchas de ellas trasnochadas y tocadas por una especie de demencia política cuyos orígenes están, sin duda, en la degradación democrática y en la concepción elitista y mesiánica del poder que comparten sus gobernantes.
En los últimos meses, muchos sevillanos nos hemos sentido avergonzados con un primer teniente de alcalde comunista (Rodrígo Torrijos) que se negaba a responder las preguntas de la prensa, como si informar a los ciudadanos a través de los medios fuera una opción en lugar de un deber en democracia; con un alcalde que, ante la colocación masiva de familiares y amigos del equipo de gobierno en puestos de trabajo bien remunerados del Ayuntamiento, justificaba la medida afirmando que lo importante es contratar a las personas idóneas; y con la decisión, anunciada recientemente, de que los pisos vacíos de Sevilla serán castigados con un incremento del 50% del Impuesto de Bienes Inmuebles para potenciar el alquiler, salvo que esas viviendas sean utilizadas para esparcimiento.
Muchos sevillanos se preguntan si a lo que se refieren es a utilizarlos como "picaderos" sexuales o si por esparcimiento debe entenderse que los propietarios y sus hijos se reunen en esos pisos abandonados para jugar con la videoconsola, al dominó o a las cartas.
Ayer me comentaba un catedrático amigo que "el gobierno municipal, con las medidas que anuncia, parece que ha perdido la decencia y el miedo a la ciudadanía", agregando que a él le consta que "lo único que se exige en el Ayuntamiento para ocupar cargos es el carnet del partido y el libro de familia".
Numerosos medios de prensa critican al alcalde y a su insólito equipo de gobierno y uno de los gratuitos de mayor tirada argumentaba ayer que las medidas del ayuntamiento "no son éticas ni estéticas".
El gobierno municipal, presidido por el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, no deja de sorprender con sus opiniones, medidas y actuaciones, muchas de ellas trasnochadas y tocadas por una especie de demencia política cuyos orígenes están, sin duda, en la degradación democrática y en la concepción elitista y mesiánica del poder que comparten sus gobernantes.
En los últimos meses, muchos sevillanos nos hemos sentido avergonzados con un primer teniente de alcalde comunista (Rodrígo Torrijos) que se negaba a responder las preguntas de la prensa, como si informar a los ciudadanos a través de los medios fuera una opción en lugar de un deber en democracia; con un alcalde que, ante la colocación masiva de familiares y amigos del equipo de gobierno en puestos de trabajo bien remunerados del Ayuntamiento, justificaba la medida afirmando que lo importante es contratar a las personas idóneas; y con la decisión, anunciada recientemente, de que los pisos vacíos de Sevilla serán castigados con un incremento del 50% del Impuesto de Bienes Inmuebles para potenciar el alquiler, salvo que esas viviendas sean utilizadas para esparcimiento.
Muchos sevillanos se preguntan si a lo que se refieren es a utilizarlos como "picaderos" sexuales o si por esparcimiento debe entenderse que los propietarios y sus hijos se reunen en esos pisos abandonados para jugar con la videoconsola, al dominó o a las cartas.
Ayer me comentaba un catedrático amigo que "el gobierno municipal, con las medidas que anuncia, parece que ha perdido la decencia y el miedo a la ciudadanía", agregando que a él le consta que "lo único que se exige en el Ayuntamiento para ocupar cargos es el carnet del partido y el libro de familia".
Numerosos medios de prensa critican al alcalde y a su insólito equipo de gobierno y uno de los gratuitos de mayor tirada argumentaba ayer que las medidas del ayuntamiento "no son éticas ni estéticas".
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