Mientras que el Partido Popular recupera posiciones y crece en España, gracias a que preserva su identidad y se diferencia cada día más del PSOE, frente al que se presenta como auténtica alternativa, en Andalucía, el PP pierde las elecciones y retrocede porque, desnortado, se parece cada día más a su adversario socialista.
La última "gran" decisión política del PP de Andalucía, la de idear una alianza con Izquierda Unida para arrebatar la Alcaldía de Sevilla al socialista Monteseirín, constituye un error de altos vuelos que la dirección nacional del PP debería haber impedido a tiempo. La desgraciada iniciativa proyecta tristeza y desasosiego hacia el electorado andaluz de derechas, al que se le lanza el mensaje de que el PP andaluz es hoy capaz de pactar hasta con el diablo con tal de acceder al poder.
El PP de Andalucía ha perdido las elecciones municipales frente al PSOE por casi nueve puntos de diferencia, una distancia casi sideral en política, pero, seguramente, la derecha andaluza no será renovada tras esta derrota como lo ha sido el PSOE en Madrid, el otro gran perdedor de la jornada del 27 de mayo, donde tanto Sebastián como Simancas ya han hecho las maletas.
Una de las líneas políticas que mayor desgaste está generando en el PSOE, a nivel nacional, es su estrategia de suscribir pactos "contra natura" con nacionalistas extremos y hasta con partidos que representan al terrorismo, situados a muchos kilómetros de distancia ideológica del auténtico socialismo, pactos que sólo pueden justificarse desde la óptica de la "sed de poder".
El PP en Andalucía, al imitar ese antidemocrático rasgo del PSOE y promover un pacto con Izquierda Unida, un partido situado en el extremo contrario del espectro político, está emitiendo a la sociedad el durísimo mensaje de que la derecha andaluza coloca las ideas y los principios en un segundo plano y es capaz de pactar con quien sea, con tal de alcanzar el poder. Es como la reedición, ahora desde la derecha, del nefasto principio de que el fin (el poder) justifica los medios (el pacto con los comunistas y sus adláteres).
No es esa la ruta que lleva a la victoria, ni es esa la política de "regeneración" democrática que muchos reclaman desde la derecha. Se trata más bien de una política frívola de pactos de poder que demuestra la debilidad de las ideas y los principios en un partido cuya precipitación por disfrutar el poder es demasiado evidente.
Existe un dicho popular cargado de ciencia que afirma que, a veces, de tanto oponerse al enemigo, uno termina pareciéndose a él. Tal vez esté ocurriendo eso en el PP de Andalucía, muchos de cuyos electores ya se sintieron turbados y hasta indignados cuando Javier Arenas, después de criticar duramente el nuevo Estatuto Andaluz, hizo una incomprensible pirueta política y terminó apoyándolo, junto al PSOE, cosechando ambos partidos una severa derrota en el referendum más triste y con menos asistencia a las urnas de toda la historia reciente de la democracia española.
El ofrecimiento a Izquierda Unida para pactar contra el PSOE, al margen de las ideas y los principios, en los ayuntamientos, especialmente en el de Sevilla, es un error de gran envergadura, similar a los ya antes cometidos por el PP de Andalucía cuando fraguó la famosa "pinza" con Izquierda Unida para arrinconar al PSOE y cuando apoyó ese nuevo Estatuto Andaluz que nadie conocía y que a nadie interesaba, salvo a los políticos profesionales, como quedó demostrado con los lamentables resultados del referendum.
Alguien, quizás desde Madrid, debería recordarle a Javier Arenas que la única ruta que puede conducir a la derecha andaluza hasta la victoria es la de diferenciarse del PSOE como alternativa liberal y democrática seria, superando a los socialistas en valores, principios y limpieza democrática.
Imitándolos sólo se consigue demostrar que se está dispuesto y deseoso de anteponer la nómina y el coche oficial a la dignidad y a los valores.
La última "gran" decisión política del PP de Andalucía, la de idear una alianza con Izquierda Unida para arrebatar la Alcaldía de Sevilla al socialista Monteseirín, constituye un error de altos vuelos que la dirección nacional del PP debería haber impedido a tiempo. La desgraciada iniciativa proyecta tristeza y desasosiego hacia el electorado andaluz de derechas, al que se le lanza el mensaje de que el PP andaluz es hoy capaz de pactar hasta con el diablo con tal de acceder al poder.
El PP de Andalucía ha perdido las elecciones municipales frente al PSOE por casi nueve puntos de diferencia, una distancia casi sideral en política, pero, seguramente, la derecha andaluza no será renovada tras esta derrota como lo ha sido el PSOE en Madrid, el otro gran perdedor de la jornada del 27 de mayo, donde tanto Sebastián como Simancas ya han hecho las maletas.
Una de las líneas políticas que mayor desgaste está generando en el PSOE, a nivel nacional, es su estrategia de suscribir pactos "contra natura" con nacionalistas extremos y hasta con partidos que representan al terrorismo, situados a muchos kilómetros de distancia ideológica del auténtico socialismo, pactos que sólo pueden justificarse desde la óptica de la "sed de poder".
El PP en Andalucía, al imitar ese antidemocrático rasgo del PSOE y promover un pacto con Izquierda Unida, un partido situado en el extremo contrario del espectro político, está emitiendo a la sociedad el durísimo mensaje de que la derecha andaluza coloca las ideas y los principios en un segundo plano y es capaz de pactar con quien sea, con tal de alcanzar el poder. Es como la reedición, ahora desde la derecha, del nefasto principio de que el fin (el poder) justifica los medios (el pacto con los comunistas y sus adláteres).
No es esa la ruta que lleva a la victoria, ni es esa la política de "regeneración" democrática que muchos reclaman desde la derecha. Se trata más bien de una política frívola de pactos de poder que demuestra la debilidad de las ideas y los principios en un partido cuya precipitación por disfrutar el poder es demasiado evidente.
Existe un dicho popular cargado de ciencia que afirma que, a veces, de tanto oponerse al enemigo, uno termina pareciéndose a él. Tal vez esté ocurriendo eso en el PP de Andalucía, muchos de cuyos electores ya se sintieron turbados y hasta indignados cuando Javier Arenas, después de criticar duramente el nuevo Estatuto Andaluz, hizo una incomprensible pirueta política y terminó apoyándolo, junto al PSOE, cosechando ambos partidos una severa derrota en el referendum más triste y con menos asistencia a las urnas de toda la historia reciente de la democracia española.
El ofrecimiento a Izquierda Unida para pactar contra el PSOE, al margen de las ideas y los principios, en los ayuntamientos, especialmente en el de Sevilla, es un error de gran envergadura, similar a los ya antes cometidos por el PP de Andalucía cuando fraguó la famosa "pinza" con Izquierda Unida para arrinconar al PSOE y cuando apoyó ese nuevo Estatuto Andaluz que nadie conocía y que a nadie interesaba, salvo a los políticos profesionales, como quedó demostrado con los lamentables resultados del referendum.
Alguien, quizás desde Madrid, debería recordarle a Javier Arenas que la única ruta que puede conducir a la derecha andaluza hasta la victoria es la de diferenciarse del PSOE como alternativa liberal y democrática seria, superando a los socialistas en valores, principios y limpieza democrática.
Imitándolos sólo se consigue demostrar que se está dispuesto y deseoso de anteponer la nómina y el coche oficial a la dignidad y a los valores.
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