Trump no ha sabido detener el peligroso auge de China
El fracaso de muchas democracias, que se han degradado y divorciado de los ciudadanos y cuyos políticos se han atiborrado de poder y privilegios, tratando a sus ciudadanos como "súbditos", entre ellas las de Estados Unidos y España, ponen en peligro la hegemonía mundial de ese modelo, hasta hace poco lleno de prestigio y aparente fortaleza, que ha servido para construir un mundo libre, prospero y acogedor.
La llegada al poder del populismo, pilotado por figuras como Donald Trump, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en apariencia con ideologías diferentes, pero unidos por una concepción nada escrupulosa del poder, por la mentira, el espíritu tiránico y el desprecio a las leyes y normas de la democracia, está empujando al mundo hacia una etapa preocupante y oscura, donde el hombre puede ser convertido en un simple peón del poder, sin libertad de pensar, de expresarse, de emprender y de ser libre y crítico.
Lo que está ocurriendo estos días en la democracia norteamericana, la más antigua del mundo y la que ha inspirado al resto, es de una gravedad impresionante y tendrá sus frutos. Entre sus consecuencias destacan dos: una temible y repugnante, que consiste en el blanqueo del régimen tiránico de China, potencia que, apoyada por la izquierda y el populismo mundial está a punto de convertirse en la hegemónica del mundo, lo que implicaría consagrar su modelo en todo el mundo, y otra consecuencia benéfica y esperanzadora, consistente en que se produzca una reacción de regeneración y de fortalecimiento de las democracias, pilotada por la rebelión de los ciudadanos, que las haga más exigentes y blindadas para evitar que sinvergüenzas, canallas y tiranos disfrazados de demócratas se apoderen de sus instituciones y conduzcan a sus pueblos hacia el desastre.
La crisis de la democracia en América es todo un signo preocupante que puede resultar fatal para las libertades y derechos humanos. Estados Unidos, después de la dura experiencia populista de Trump, está hoy dividido en dos bandos y en peligro de que estalle una confrontación civil. También es posible que se debilite tanto que pierda su liderazgo mundial y deje libre el terreno para que se expansione China e imponga su hegemonía nefasta en el mundo.
Pero la crisis americana y la de otras democracias deterioradas, que han acumulado demasiado poder en sus gobiernos y demasiado desprecio y marginación en la ciudadanía, tiene una vertiente positiva, la que demuestra que la verdadera división del mundo no es entre derecha e izquierda, una división bastarda y artificial inventada por los partidos para pescar votos de incautos, sino entre demócratas y totalitarios, que pueden ser de derecha o de izquierda, como lo demuestra el paralelismo populista entre tipos como Donald Trump y Pablo Iglesias, ambos dispuestos a subvertir el orden siempre que les convenga, incluso asaltando parlamentos, como se ha hecho en España y en los Estados Unidos.
Si la tragedia populista norteamericana, española y otras muchas que padece el mundo (Venezuela, Nicaragua, etc.) sirven al menos para que los ciudadanos abran los ojos y rechacen el obtuso y tramposo engaño de las derechas y las izquierdas, pudiendo ver claro que sólo existe la división real entre promotores de la libertad y de la esclavitud, todo lo que está ocurriendo, a pesar del dolor, desesperación y pobreza que ha aportado, habrá merecido la pena.
Francisco Rubiales
La llegada al poder del populismo, pilotado por figuras como Donald Trump, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en apariencia con ideologías diferentes, pero unidos por una concepción nada escrupulosa del poder, por la mentira, el espíritu tiránico y el desprecio a las leyes y normas de la democracia, está empujando al mundo hacia una etapa preocupante y oscura, donde el hombre puede ser convertido en un simple peón del poder, sin libertad de pensar, de expresarse, de emprender y de ser libre y crítico.
Lo que está ocurriendo estos días en la democracia norteamericana, la más antigua del mundo y la que ha inspirado al resto, es de una gravedad impresionante y tendrá sus frutos. Entre sus consecuencias destacan dos: una temible y repugnante, que consiste en el blanqueo del régimen tiránico de China, potencia que, apoyada por la izquierda y el populismo mundial está a punto de convertirse en la hegemónica del mundo, lo que implicaría consagrar su modelo en todo el mundo, y otra consecuencia benéfica y esperanzadora, consistente en que se produzca una reacción de regeneración y de fortalecimiento de las democracias, pilotada por la rebelión de los ciudadanos, que las haga más exigentes y blindadas para evitar que sinvergüenzas, canallas y tiranos disfrazados de demócratas se apoderen de sus instituciones y conduzcan a sus pueblos hacia el desastre.
La crisis de la democracia en América es todo un signo preocupante que puede resultar fatal para las libertades y derechos humanos. Estados Unidos, después de la dura experiencia populista de Trump, está hoy dividido en dos bandos y en peligro de que estalle una confrontación civil. También es posible que se debilite tanto que pierda su liderazgo mundial y deje libre el terreno para que se expansione China e imponga su hegemonía nefasta en el mundo.
Pero la crisis americana y la de otras democracias deterioradas, que han acumulado demasiado poder en sus gobiernos y demasiado desprecio y marginación en la ciudadanía, tiene una vertiente positiva, la que demuestra que la verdadera división del mundo no es entre derecha e izquierda, una división bastarda y artificial inventada por los partidos para pescar votos de incautos, sino entre demócratas y totalitarios, que pueden ser de derecha o de izquierda, como lo demuestra el paralelismo populista entre tipos como Donald Trump y Pablo Iglesias, ambos dispuestos a subvertir el orden siempre que les convenga, incluso asaltando parlamentos, como se ha hecho en España y en los Estados Unidos.
Si la tragedia populista norteamericana, española y otras muchas que padece el mundo (Venezuela, Nicaragua, etc.) sirven al menos para que los ciudadanos abran los ojos y rechacen el obtuso y tramposo engaño de las derechas y las izquierdas, pudiendo ver claro que sólo existe la división real entre promotores de la libertad y de la esclavitud, todo lo que está ocurriendo, a pesar del dolor, desesperación y pobreza que ha aportado, habrá merecido la pena.
Francisco Rubiales
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