El sistema de gobierno impuesto por Zapatero en España es incompatible con la crisis, la austeridad y el esfuerzo. El "Zapaterismo" es un sistema de compra de personas, votos y voluntades que requiere enormes cantidades de dinero gestionado por el Estado para funcionar, utilizándolo sin límites ni remilgos para generar clientelismo, comprar la paz de los sindicatos y de la patronal, inundar los medios de comunicación con publicidad, lubricar a los grandes poderes y contratar con sueldos elevados a cientos de miles de enchufados. En España, ese sistema de poder politico basado en el despilfarro del dinero público ha sido posible gracias a la lluvia recibida de fondos europeos, a la extraordinaria expansión del consumo, al "boom" del ladrillo y a la desmedida presión fiscal que soporta el ciudadano y la empresa.
Al llegar la crisis, Zapatero se negó a reconocerla no sólo para engañar a los españoles, sino para poder endeudarse libremente y prolongar así, artificialmente, el periodo de opulencia económica del gobierno. Cuando endeudó a España hasta el límite, hipotecandola por varias generaciones, y se le acabó el crédito, entonces, sólo entonces, reconoció la existencia de una crisis que entonces reconoció como muy grave. Entonces cambió su gobierno, diseñado para la opulencia, por un equipo nuevo, experto en ganar voluntades sin usar masivamente el dinero, utilizando influencias y otras capacidades para convencer, al que incorporó a sus amigos más influyentes y a los pesos pesados de su partido.
La última esperanza del zapaterismo, que es consciente de que sin dinero su gobierno es inviable, consiste en resistir unos años más, consiguiendo dinero de donde existe, que es del bolsillo de los ciudadanos, de las debilitadas finanzas de las empresas, y de la banca española, a la que se le está obligando a comprar masivamente deuda pública, con la esperanza de que otros paises consigan salir pronto de la crisis y contagien su prosperidad a España.
Pero el "milagro" que espera Zapatero es una quimera irrealizable por dos razones concretas: la primera es que la crisis va a durar más de lo que a él le conviene y las elecciones de 2012 van a celebrarse con España en el foso de la pobreza, el retroceso y la desesperación, con casi seis millones de parados y con el tejido productivo dinamitado por el mal gobierno y el despilfarro político; la segunda es que la España de Zapatero no está preparada para salir de la crisis ni siquiera contando con una oleada de bonanza mundial porque la formación de sus jóvenes es tercermundista y porque el zapaterismo, que cierra empresas, manda al paro a los autónomos y crea desempleados a rítmo de vértigo, habrá destruido pronto el tejido productivo casi en su totalidad.
Consciente de que el "milagro" no va a producirse, Zapatero ha formado un gobierno defensivo a ultranza, dispuesto a colocar el autobús delante de la portería para evitar goles, mantener las alianzas básicas que permitan la victoria electoral en 2012 y desmoralizar al Partido Popular, al que se le viene encima un acoso y una presión destructora que ni siquiera imagina.
El gobierno que Zapatero ha congregado tras la reciente crisis es un equipo diseñado para ganar voluntades y complicidades: Chaves tiene la misión de cautivar a los partidos políticos de las autonomías, en especial a los nacionalistas, para recomponer las alianzas excluyentes que dieron apoyo al PSOE en los últimos años y volver a aislar al PP, cerrándole, si fuera posible, cualquier ruta que le conduzca la la Moncloa. Pepiño tiene el encargo de beneficiar con el dinero de su superministerio de Fomento, el único que va a manejar dinero a gran escala, a las grandes empresas y poderes económicos del país. Gabilondo tiene el encargo de cerrar alianzas y pactos de complicidad con el más poderoso "lobby" del país, el de los profesores universitarios, del que él forma parte. La sonriente Trinidad Jimenez es la encargada de controlar al poderoso y rebelde colectivo médico. González Sinde, miembro del sindicato pro-Zapatero de "la ceja", asume la misión de mantener adicto a los artistas, un grupo poderoso y con gran capacidad prescriptora en España. Corbacho sigue en su puesto porque está controlando de manera aceptable a los sindicatos y Elena Salgado, necesaria sustituta de un Solbes que se negaba a someterse a los dictados de Zapatero, es una gestora sumisa que tendrá que ceder a los caprichos del jefe y emplear toda su experiencia para controlar a todos los colectivos de interés con los cada día más escasos fondos públicos.
Al llegar la crisis, Zapatero se negó a reconocerla no sólo para engañar a los españoles, sino para poder endeudarse libremente y prolongar así, artificialmente, el periodo de opulencia económica del gobierno. Cuando endeudó a España hasta el límite, hipotecandola por varias generaciones, y se le acabó el crédito, entonces, sólo entonces, reconoció la existencia de una crisis que entonces reconoció como muy grave. Entonces cambió su gobierno, diseñado para la opulencia, por un equipo nuevo, experto en ganar voluntades sin usar masivamente el dinero, utilizando influencias y otras capacidades para convencer, al que incorporó a sus amigos más influyentes y a los pesos pesados de su partido.
La última esperanza del zapaterismo, que es consciente de que sin dinero su gobierno es inviable, consiste en resistir unos años más, consiguiendo dinero de donde existe, que es del bolsillo de los ciudadanos, de las debilitadas finanzas de las empresas, y de la banca española, a la que se le está obligando a comprar masivamente deuda pública, con la esperanza de que otros paises consigan salir pronto de la crisis y contagien su prosperidad a España.
Pero el "milagro" que espera Zapatero es una quimera irrealizable por dos razones concretas: la primera es que la crisis va a durar más de lo que a él le conviene y las elecciones de 2012 van a celebrarse con España en el foso de la pobreza, el retroceso y la desesperación, con casi seis millones de parados y con el tejido productivo dinamitado por el mal gobierno y el despilfarro político; la segunda es que la España de Zapatero no está preparada para salir de la crisis ni siquiera contando con una oleada de bonanza mundial porque la formación de sus jóvenes es tercermundista y porque el zapaterismo, que cierra empresas, manda al paro a los autónomos y crea desempleados a rítmo de vértigo, habrá destruido pronto el tejido productivo casi en su totalidad.
Consciente de que el "milagro" no va a producirse, Zapatero ha formado un gobierno defensivo a ultranza, dispuesto a colocar el autobús delante de la portería para evitar goles, mantener las alianzas básicas que permitan la victoria electoral en 2012 y desmoralizar al Partido Popular, al que se le viene encima un acoso y una presión destructora que ni siquiera imagina.
El gobierno que Zapatero ha congregado tras la reciente crisis es un equipo diseñado para ganar voluntades y complicidades: Chaves tiene la misión de cautivar a los partidos políticos de las autonomías, en especial a los nacionalistas, para recomponer las alianzas excluyentes que dieron apoyo al PSOE en los últimos años y volver a aislar al PP, cerrándole, si fuera posible, cualquier ruta que le conduzca la la Moncloa. Pepiño tiene el encargo de beneficiar con el dinero de su superministerio de Fomento, el único que va a manejar dinero a gran escala, a las grandes empresas y poderes económicos del país. Gabilondo tiene el encargo de cerrar alianzas y pactos de complicidad con el más poderoso "lobby" del país, el de los profesores universitarios, del que él forma parte. La sonriente Trinidad Jimenez es la encargada de controlar al poderoso y rebelde colectivo médico. González Sinde, miembro del sindicato pro-Zapatero de "la ceja", asume la misión de mantener adicto a los artistas, un grupo poderoso y con gran capacidad prescriptora en España. Corbacho sigue en su puesto porque está controlando de manera aceptable a los sindicatos y Elena Salgado, necesaria sustituta de un Solbes que se negaba a someterse a los dictados de Zapatero, es una gestora sumisa que tendrá que ceder a los caprichos del jefe y emplear toda su experiencia para controlar a todos los colectivos de interés con los cada día más escasos fondos públicos.
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