No es cierto, como algunos dicen, que en Andalucía se refieran al PSOE como "la pesoe". La verdad es que el PSOE, en Andalucía y en otras muchas tierras de España, es denominado, cada día más intensamente, "El Partido", la misma denominación que tenía el Partido Comunista (PCE) en tiempos del general Franco.
Llamar "el Partido" al PSOE no es un accidente, sino el resultado de un largo y complejo proceso cuyo objetivo ha sido la conquista del poder. Según los estrategas, la mejor forma de que un partido político consiga ese ansiado poder es universalizándolo, despojándolo de calificativos y de atributos, sobre todo ideológicos, que disgregan y que generan más rechazo que aceptación.
Así, siempre en esa línea de desarme ideológico y universalización, la "S" de "socialista" se la quitó Felipe González cuando renunció al marxismo; la "O" de "obrero" se le cayó sola, empujada por la Historia y por la modernización y el enriquecimiento de España y de los propios militantes socialistas; la "E" de "español" se la ha quitado José Luis Rodríguez Zapatero con sus pactos y acuerdos "preferenciales" con nacionalistas, independentistas y hasta etarras, fuerzas todas ellas interesadas en despedazar España y desgajar algunos territorios como el País Vasco, incluida Navarra, Galicia, Cataluña y, más tarde, Baleares y Valencia.
Si se analiza concienzudamente el "zapaterismo" en acción, durante sus casi cuatro años de gobierno, se deduce claramente que su principal línea ha sido, precisamente, "diluir" con suavidad y talante la "E" del PSOE, alejándolo de España y convirtiéndolo en un partido sin patria, capaz de ser "digerido" por la ralea nacionalista extrema y por los anticonstitucionalistas entre los que ZP ha reclutado a sus aliados y socios de gobierno.
Después de Zapatero, al PSOE sólo le queda la "P" de partido, tras haber perdido, sucesivamente, la "S" de socialista, la "O" de obrero y la "E" de español.
El PSOE, para regocijo de sus dirigentes, estrategas y marketinianos, cuyo objetivo único es el poder, ya es "El Partido", un conglomerado de poder tan flexible, descafeinado, desideologizado y desarmado de rigidez, principios y valores que puede admitir como militante o aliado a cualquier miembro de la nutrida y variopinta fauna española, desde un Otegui o un Ternera hasta un De Juana Chaos, sin olvidarse de nobles, millonarios, empresarios ambiciosos, científicos, especuladores, intelectuales de cualquier ideología (o de ninguna), corruptos, ladrones inmobiliarios, nacionalistas, fanáticos, totalitarios y hasta mucha gente honrada.
Zapatero, que pretendía pasar a la historia como el campeón de la paz, tras firmar un acuerdo con ETA que convierta a los viejos terroristas en "políticos", probablemente pase a la historia como el "liquidador" de la "E" de España y el artífice de un partido tan "light" y moderno que es capaz de admitir en su seno, como militante, aliado o asociado, a cualquier persona que lo desee, siempre que no busque en él ideas, etiquetas, principios o líneas rígidas de actuación, sino únicamente poder, influencia, privilegios, dinero, puestos de trabajo u otras ventajas.
Sin la "E" de España, todos se sienten invitados al festín de ZP: galleguistas, independentistas vascos y catalanes, gente violenta de pistola fácil y hasta los herederos de los antiguos moriscos, que se sienten ahora legitimados para reclamar "Al Andalus".
Sin la "E" de España, este país quizás se convierta en un conjunto de países desunidos, en un verdadero infierno, en todo lo contrario de lo que es la democracia, a la que los sabios definen como "un sistema de leyes y una cultura para la convivencia en paz y armonía, dentro de una nación". Sin embargo, "El Partido" se sentirá a gusto y triunfante porque podrá cobijar e integrar a todos bajo su "poder" y ganará una elección tras otra, enviando a Rajoy, a su PP y a cualquier otro partido de oposición, caducos defensores de letras disgregadoras como la "E" de España, la "L" de libertad, la "P" de "principios" o la "D" de "democracia", al aislamiento y a las cavernas de la desmoralizante y reiterada derrota electoral.
FR
Llamar "el Partido" al PSOE no es un accidente, sino el resultado de un largo y complejo proceso cuyo objetivo ha sido la conquista del poder. Según los estrategas, la mejor forma de que un partido político consiga ese ansiado poder es universalizándolo, despojándolo de calificativos y de atributos, sobre todo ideológicos, que disgregan y que generan más rechazo que aceptación.
Así, siempre en esa línea de desarme ideológico y universalización, la "S" de "socialista" se la quitó Felipe González cuando renunció al marxismo; la "O" de "obrero" se le cayó sola, empujada por la Historia y por la modernización y el enriquecimiento de España y de los propios militantes socialistas; la "E" de "español" se la ha quitado José Luis Rodríguez Zapatero con sus pactos y acuerdos "preferenciales" con nacionalistas, independentistas y hasta etarras, fuerzas todas ellas interesadas en despedazar España y desgajar algunos territorios como el País Vasco, incluida Navarra, Galicia, Cataluña y, más tarde, Baleares y Valencia.
Si se analiza concienzudamente el "zapaterismo" en acción, durante sus casi cuatro años de gobierno, se deduce claramente que su principal línea ha sido, precisamente, "diluir" con suavidad y talante la "E" del PSOE, alejándolo de España y convirtiéndolo en un partido sin patria, capaz de ser "digerido" por la ralea nacionalista extrema y por los anticonstitucionalistas entre los que ZP ha reclutado a sus aliados y socios de gobierno.
Después de Zapatero, al PSOE sólo le queda la "P" de partido, tras haber perdido, sucesivamente, la "S" de socialista, la "O" de obrero y la "E" de español.
El PSOE, para regocijo de sus dirigentes, estrategas y marketinianos, cuyo objetivo único es el poder, ya es "El Partido", un conglomerado de poder tan flexible, descafeinado, desideologizado y desarmado de rigidez, principios y valores que puede admitir como militante o aliado a cualquier miembro de la nutrida y variopinta fauna española, desde un Otegui o un Ternera hasta un De Juana Chaos, sin olvidarse de nobles, millonarios, empresarios ambiciosos, científicos, especuladores, intelectuales de cualquier ideología (o de ninguna), corruptos, ladrones inmobiliarios, nacionalistas, fanáticos, totalitarios y hasta mucha gente honrada.
Zapatero, que pretendía pasar a la historia como el campeón de la paz, tras firmar un acuerdo con ETA que convierta a los viejos terroristas en "políticos", probablemente pase a la historia como el "liquidador" de la "E" de España y el artífice de un partido tan "light" y moderno que es capaz de admitir en su seno, como militante, aliado o asociado, a cualquier persona que lo desee, siempre que no busque en él ideas, etiquetas, principios o líneas rígidas de actuación, sino únicamente poder, influencia, privilegios, dinero, puestos de trabajo u otras ventajas.
Sin la "E" de España, todos se sienten invitados al festín de ZP: galleguistas, independentistas vascos y catalanes, gente violenta de pistola fácil y hasta los herederos de los antiguos moriscos, que se sienten ahora legitimados para reclamar "Al Andalus".
Sin la "E" de España, este país quizás se convierta en un conjunto de países desunidos, en un verdadero infierno, en todo lo contrario de lo que es la democracia, a la que los sabios definen como "un sistema de leyes y una cultura para la convivencia en paz y armonía, dentro de una nación". Sin embargo, "El Partido" se sentirá a gusto y triunfante porque podrá cobijar e integrar a todos bajo su "poder" y ganará una elección tras otra, enviando a Rajoy, a su PP y a cualquier otro partido de oposición, caducos defensores de letras disgregadoras como la "E" de España, la "L" de libertad, la "P" de "principios" o la "D" de "democracia", al aislamiento y a las cavernas de la desmoralizante y reiterada derrota electoral.
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