Asentemos en principio que España, viéndose maltrecha y en el abismo del rescate, se alzó, saneó sus cuentas, se ocupó del paro y crece ya muy por encima de la mismísima Alemania. Rajoy ha logrado el éxito económico, ha resuelto la macroeconomía, pero, objetivamente, se está viendo el desértico panorama de su acción política; no ha tenido imaginación, faltó la inspiración y la percepción de que las nuevas generaciones venían pidiendo paso. Obviamente la corrupción y las políticas alejadas de los ciudadanos le han pasado factura; y han cambiado los electores, porque están hartos, cansados, hastiados de la corruptela, del paro, de la injusticia, de luchar contra corriente, de no llegar a fin de mes, de que los niños no tengan sus tres comidas... entre otras desventuras. La inacción y la impasibilidad de Mariano Rajoy, con su dejar tiempo al tiempo, es algo insufrible y urticante; no oye nada, no hace ni dice nada; la pasividad desdeñosa, la displicente soberbia, la sandez del “dejar pasar el tiempo”.
Son muchos los errores; se ha equivocado, al no haber reformado la ley electoral, para evitar los pactos antinatura y de maniobra contra el PP y nunca, como debieran ser, mirando el bien de España y por España y derogado las leyes de educación lúdicas y del fracaso escolar, más la enseñanza autonómica aprovechada para manipular y deseducar a los alumnos, hacer proselitismo nacionalista y separatista y otros estropicios; únese el no haber ilegalizado a los bildu y partidillos de proetarras, que van ahora a destruir Navarra y reducido el gasto autonómico y la elefantíaca administración. No se da cuenta, sigue impasible, no ve la matraca separatista y la pitada al himno nacional, ni que en Vasconia a diario se hace apología de ETA ni que el populismo leninista mangonea Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz… y revive el clima de las dos Españas, superado en la Transición; la juventud anda indignada y asqueada; el status político se ve agotado, se desmorona y, en su parsimonia tediosa, no lo aprecia, no se mueve, despilfarra la mayoría absoluta, que ya no volverá, y no ve, no oye, ni quiere enterarse.
Ante la machaca soberanista, no ha sabido responder más que con la excesiva parsimonia de esperar y apaciguar, para evitar tensión a los nacionalistas, no provocar, no decir, no hacer, guardar silencio y prudencia, no digan que somos autoritarios. Esto ha sido un gran error, no pensó en esos sectores de la sociedad catalana, que esperaban una respuesta viva de Madrid; los catalanes que lo votaban se sintieron abandonados sin asidero, su confianza en el PP voló perdida, mientras el soberanismo avanzaba y ganaba posiciones; el Gobierno de Mariano les enviaba bellos mensajes con millones y pedía unidad y la defensa de la Norma Constitucional, hasta que se vieron huérfanos y rehenes en su casa, como gente de segunda, vejados en sus hondos sentires; el Gobierno hizo dejación de su mando ideológico por el pasteleo inútil y obtuvo el enfado y hartazgo de todos, de los suyos y de los otros, aquellos izquierdosos que pactaron en el Tinell la eliminación política del PP.
Rajoy, al irse Wer a la ligera, se ha visto obligado a hacer una pequeña remodelación. Ha elegido gente joven adecuada a la nueva situación, que en esta nueva etapa, conscientes de los cambios ocurridos, van por televisiones y tertulias explicando sus políticas y directrices, se rozan con la calle y sus problemas, como que lo primero que se hizo fue enderezar la macroeconomía y corregir el paro y, segundo, reconocen que cometió errores de bulto, empezando por la falta de proximidad a la gente. Es necesaria la refundación del PP, por ser el partido de gobierno y porque España precisa hoy un gobierno que mantenga la recuperación y no se equivoque.
Si Rajoy hubiera consolidado entonces el Pacto de Estado con Rubalcaba, podría haber soslayado que la España Vertebrada en la Transición se desmorone; el consenso en la obligada reforma de la ley electoral habría impedido que los pequeños partidos sometan ahora al PSOE a chantajes y al PP a desplantes, si se hubiera emprendido hace un año la reforma constitucional con normalidad desde los cauces del sistema y con el apoyo de Rubalcaba no tendríamos ahora la zozobra de que otros vengan a imponerla de modo revolucionario desde fuera y a sus maneras.
C. Mudarra
Son muchos los errores; se ha equivocado, al no haber reformado la ley electoral, para evitar los pactos antinatura y de maniobra contra el PP y nunca, como debieran ser, mirando el bien de España y por España y derogado las leyes de educación lúdicas y del fracaso escolar, más la enseñanza autonómica aprovechada para manipular y deseducar a los alumnos, hacer proselitismo nacionalista y separatista y otros estropicios; únese el no haber ilegalizado a los bildu y partidillos de proetarras, que van ahora a destruir Navarra y reducido el gasto autonómico y la elefantíaca administración. No se da cuenta, sigue impasible, no ve la matraca separatista y la pitada al himno nacional, ni que en Vasconia a diario se hace apología de ETA ni que el populismo leninista mangonea Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz… y revive el clima de las dos Españas, superado en la Transición; la juventud anda indignada y asqueada; el status político se ve agotado, se desmorona y, en su parsimonia tediosa, no lo aprecia, no se mueve, despilfarra la mayoría absoluta, que ya no volverá, y no ve, no oye, ni quiere enterarse.
Ante la machaca soberanista, no ha sabido responder más que con la excesiva parsimonia de esperar y apaciguar, para evitar tensión a los nacionalistas, no provocar, no decir, no hacer, guardar silencio y prudencia, no digan que somos autoritarios. Esto ha sido un gran error, no pensó en esos sectores de la sociedad catalana, que esperaban una respuesta viva de Madrid; los catalanes que lo votaban se sintieron abandonados sin asidero, su confianza en el PP voló perdida, mientras el soberanismo avanzaba y ganaba posiciones; el Gobierno de Mariano les enviaba bellos mensajes con millones y pedía unidad y la defensa de la Norma Constitucional, hasta que se vieron huérfanos y rehenes en su casa, como gente de segunda, vejados en sus hondos sentires; el Gobierno hizo dejación de su mando ideológico por el pasteleo inútil y obtuvo el enfado y hartazgo de todos, de los suyos y de los otros, aquellos izquierdosos que pactaron en el Tinell la eliminación política del PP.
Rajoy, al irse Wer a la ligera, se ha visto obligado a hacer una pequeña remodelación. Ha elegido gente joven adecuada a la nueva situación, que en esta nueva etapa, conscientes de los cambios ocurridos, van por televisiones y tertulias explicando sus políticas y directrices, se rozan con la calle y sus problemas, como que lo primero que se hizo fue enderezar la macroeconomía y corregir el paro y, segundo, reconocen que cometió errores de bulto, empezando por la falta de proximidad a la gente. Es necesaria la refundación del PP, por ser el partido de gobierno y porque España precisa hoy un gobierno que mantenga la recuperación y no se equivoque.
Si Rajoy hubiera consolidado entonces el Pacto de Estado con Rubalcaba, podría haber soslayado que la España Vertebrada en la Transición se desmorone; el consenso en la obligada reforma de la ley electoral habría impedido que los pequeños partidos sometan ahora al PSOE a chantajes y al PP a desplantes, si se hubiera emprendido hace un año la reforma constitucional con normalidad desde los cauces del sistema y con el apoyo de Rubalcaba no tendríamos ahora la zozobra de que otros vengan a imponerla de modo revolucionario desde fuera y a sus maneras.
C. Mudarra
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