El problema de España es que jamás en toda su historia ha tenido una democracia. Siempre hemos estado oscilando entre la dictadura y la partitocracia, que no es otra cosa que un interregno entre dictadura y democracia. Es un estado intermedio donde hay algunas libertades, como la de expresión, pero donde los profesionales de la política ejercen una verdadera dictadura de intereses, los del partido de turno y los que les apoyan, donde la participación de los ciudadanos en los asuntos de la polis está cercana a cero, limitándose a elegir al amo que mejor les seduce, para pastorearle, es decir, para decirle en todo momento lo que tiene que hacer, decir, pensar, comer, etc.
La Constitución española se ha demostrado nefasta, principalmente porque consagra la dictadura de partidos y porque ha montado un tinglado ruinoso, disparatado, que hace a España inviable: las autonomías. Lo peor de todo es que los “paganos” de toda esta demencia somos la sufrida clase media, auténtico sostén del inmenso despilfarro que supone este Estado y su casta. Lo más triste es que la mayoría de la gente al votar en este sistema, da un cheque en blanco a lo que muy acertadamente Enrique de Diego llama “Casta Parasitaria”, es decir, toda esa inmensa colección de políticos profesionales, sindicalistas, subvencionados, asesores (ni todos los países del mundo juntos creo que se acerquen a la cifra de los enchufados que soportamos aquí) y otras hierbas.
Hay que rescatar algunas de las cosas buenas que tenía la dictadura de Franco para sacar a España de la ruina a la que la conducen los políticos profesionales. Me estoy refiriendo a su Estado minúsculo, diminuto, donde casi no había impuestos. Ni alcaldes ni concejales cobraban un duro. Se me dirá que trincaban de otra forma, efectivamente, igual que ahora, pero con el agravante de que ahora el trinque es infinitamente superior y los sueldos astronómicos. Y no solo eso, disponen de fastuosas flotas de cochazos que cuestan más allá de lo imaginable por un mortal. Ejemplo, el progre del PP, Gallardón, circula por ahí con un coche de 100 millones de ptas. Este chico es tan valioso que no podemos permitirnos perderlo bajo ninguna circunstancia. Qué sería de nosotros sin su luminosa conducción del ayuntamiento de Madrid al que ha endeudado en un billón de ptas. Pronto se irá a otro puesto y ahí quedará la deuda, a pagar por los nietos de los actuales ciudadanos. ¡Pero qué fácil se gasta el dinero de los demás!.
Y qué decir del rey. Santo cielo, aquí hay para hacer un mamotreto, pero al ser una persona inviolable obliga a la prudencia. Solo apuntar que llegó al cargo con una mano delante y otra detrás. Vamos, que era pobre de solemnidad, viviendo de la caridad de aristócratas y ricachones como Ruiz Mateos. Hoy es una de las personas más ricas del mundo. Que alguien me lo explique. Bueno, quien quiera enterarse un poco del asunto tiene la obligación de leer un libro imprescindible: El negocio de la libertad, de Jesús Cacho. Esto demuestra que la forma más fácil, rápida, sin riesgo, de hacerse rico en España, al igual que en Mexico, es la política. Gracias a la política el yerno del rey, Urdangarín, es consejero de Telefónica, 20 millones de ptas al año sin hacer nada. Para eso sirve la política, para forrarse. Hace poco los políticos han aprobado tener la pensión máxima con solo ser parlamentario 7 años. Y no hablemos de los fabulosos chollos para ex capitostes, como el de Extremadura, más cercano a los marajás que a cualquier otra cosa. Esta “Casta parasitaria”, una vez meten el hocico en el dinero público no están dispuestos a soltarlo hasta la tumba. Se creen en el derecho de que les sigamos pagando todos sus caprichos una vez dejan el cargo. A todo esto lo llaman democracia, eso sí, sin que nosotros hayamos abierto la boca, aunque sí la cartera.
Hoy en El Confidencial el analista McCoy ya nos advierte que se está preparando el asalto a la principal empresa de nuestro país, Telefónica. Tiene una caja muy suculenta a la que quieren echar mano los políticos progresistas, por supuesto para su beneficio. El grupo Prisa está en quiebra técnica y hay que usar el dinerito de Telefónica para comprar determinados jamelgos a precio de pura sangre.
Otra muestra de lo que es nuestra Constitución es el control del 56% del sistema bancario en manos de los partidos políticos. Aquí no se andan por las ramas, los partidos políticos aspiran a controlarlo todo, absolutamente todo, sin que quede un resquicio a sus hambrientas bocas.
Después, con nuestro dinero, los políticos profesionales gastarán cantidades inmensas en convencernos lo terrible que era la dictadura de Franco, donde los obreros compraban un piso con 18 mensualidades de sueldo, donde los funcionarios no llegaban al millón (¿cómo diablos podría este tipo ejercer una dictadura tan tremenda cuando su Estado era tan minúsculo?), donde alcaldes y concejales no cobraban en los ayuntamientos, donde no había impuestos, donde se perseguía la delincuencia, donde el esfuerzo y la meritocracia eran los avales para triunfar, donde se consiguió en los años setenta la mayor convergencia de renta per cápita con la media del Mercado Común Europeo, donde el obrero estaba cien veces mejor protegido que en cualquier dictadura de los países del Este. Uf, qué horrible fue aquella dictadura.
Javierito
La Constitución española se ha demostrado nefasta, principalmente porque consagra la dictadura de partidos y porque ha montado un tinglado ruinoso, disparatado, que hace a España inviable: las autonomías. Lo peor de todo es que los “paganos” de toda esta demencia somos la sufrida clase media, auténtico sostén del inmenso despilfarro que supone este Estado y su casta. Lo más triste es que la mayoría de la gente al votar en este sistema, da un cheque en blanco a lo que muy acertadamente Enrique de Diego llama “Casta Parasitaria”, es decir, toda esa inmensa colección de políticos profesionales, sindicalistas, subvencionados, asesores (ni todos los países del mundo juntos creo que se acerquen a la cifra de los enchufados que soportamos aquí) y otras hierbas.
Hay que rescatar algunas de las cosas buenas que tenía la dictadura de Franco para sacar a España de la ruina a la que la conducen los políticos profesionales. Me estoy refiriendo a su Estado minúsculo, diminuto, donde casi no había impuestos. Ni alcaldes ni concejales cobraban un duro. Se me dirá que trincaban de otra forma, efectivamente, igual que ahora, pero con el agravante de que ahora el trinque es infinitamente superior y los sueldos astronómicos. Y no solo eso, disponen de fastuosas flotas de cochazos que cuestan más allá de lo imaginable por un mortal. Ejemplo, el progre del PP, Gallardón, circula por ahí con un coche de 100 millones de ptas. Este chico es tan valioso que no podemos permitirnos perderlo bajo ninguna circunstancia. Qué sería de nosotros sin su luminosa conducción del ayuntamiento de Madrid al que ha endeudado en un billón de ptas. Pronto se irá a otro puesto y ahí quedará la deuda, a pagar por los nietos de los actuales ciudadanos. ¡Pero qué fácil se gasta el dinero de los demás!.
Y qué decir del rey. Santo cielo, aquí hay para hacer un mamotreto, pero al ser una persona inviolable obliga a la prudencia. Solo apuntar que llegó al cargo con una mano delante y otra detrás. Vamos, que era pobre de solemnidad, viviendo de la caridad de aristócratas y ricachones como Ruiz Mateos. Hoy es una de las personas más ricas del mundo. Que alguien me lo explique. Bueno, quien quiera enterarse un poco del asunto tiene la obligación de leer un libro imprescindible: El negocio de la libertad, de Jesús Cacho. Esto demuestra que la forma más fácil, rápida, sin riesgo, de hacerse rico en España, al igual que en Mexico, es la política. Gracias a la política el yerno del rey, Urdangarín, es consejero de Telefónica, 20 millones de ptas al año sin hacer nada. Para eso sirve la política, para forrarse. Hace poco los políticos han aprobado tener la pensión máxima con solo ser parlamentario 7 años. Y no hablemos de los fabulosos chollos para ex capitostes, como el de Extremadura, más cercano a los marajás que a cualquier otra cosa. Esta “Casta parasitaria”, una vez meten el hocico en el dinero público no están dispuestos a soltarlo hasta la tumba. Se creen en el derecho de que les sigamos pagando todos sus caprichos una vez dejan el cargo. A todo esto lo llaman democracia, eso sí, sin que nosotros hayamos abierto la boca, aunque sí la cartera.
Hoy en El Confidencial el analista McCoy ya nos advierte que se está preparando el asalto a la principal empresa de nuestro país, Telefónica. Tiene una caja muy suculenta a la que quieren echar mano los políticos progresistas, por supuesto para su beneficio. El grupo Prisa está en quiebra técnica y hay que usar el dinerito de Telefónica para comprar determinados jamelgos a precio de pura sangre.
Otra muestra de lo que es nuestra Constitución es el control del 56% del sistema bancario en manos de los partidos políticos. Aquí no se andan por las ramas, los partidos políticos aspiran a controlarlo todo, absolutamente todo, sin que quede un resquicio a sus hambrientas bocas.
Después, con nuestro dinero, los políticos profesionales gastarán cantidades inmensas en convencernos lo terrible que era la dictadura de Franco, donde los obreros compraban un piso con 18 mensualidades de sueldo, donde los funcionarios no llegaban al millón (¿cómo diablos podría este tipo ejercer una dictadura tan tremenda cuando su Estado era tan minúsculo?), donde alcaldes y concejales no cobraban en los ayuntamientos, donde no había impuestos, donde se perseguía la delincuencia, donde el esfuerzo y la meritocracia eran los avales para triunfar, donde se consiguió en los años setenta la mayor convergencia de renta per cápita con la media del Mercado Común Europeo, donde el obrero estaba cien veces mejor protegido que en cualquier dictadura de los países del Este. Uf, qué horrible fue aquella dictadura.
Javierito
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