En España vivimos una dictadura encubierta. El beligerante laicismo, implantado por estos imberbes, que se hicieron con el Gobierno tras el insidioso “pásalo”, que surgía del terrible y maléfico humo desde los sangrientos andenes del 11-M, no cesa su tenaza agobiante en la garganta de la sociedad. En el Instituto de Enseñanza Secundaria, Carlos III de San Blas de Madrid, se investiga el acoso laboral que sufre un profesor de Religión, sólo y únicamente, por serlo.
El docente, resignado humildemente o maniatado subvecticiamente, aún no ha llegado a suscribir la pertinente denuncia, pero, al menos, las autoridades educativas han entablado, sin dilación, su investigación de oficio, mediante los servicios arbitrados por la Inspección. La oportuna denuncia se debe al portavoz del Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia, Fernando Pérez Crespo, que ha manifestado la situación de acoso y derribo que, desde hace ahora cuatro años, viene soportando este pobre profesor en dicho centro; no respetan ni se cumplen los horarios previstos para la clase de Religión y se obstaculiza la libre elección de esta asignatura por parte de los padres; no hay clase de Religión, la directora veta y se niega a impartirla. Pérez Crespo aduce que los padres van a solicitar el impreso de matriculación en esta asignatura, y comprueban «que los alumnos son matriculados en otra distinta por orden de la dirección». Esta dictadora, agente de la maldad e ignorancia, allana así su curriculum meritorio de la prebenda oficial. Crespo manifiesta: «Aquellos afortunados que consiguen incluir a sus hijos en la clase de Religión los verán recibirla en los baños o en la sala de fumadores, que es donde está localizado el departamento didáctico del profesor, y los horarios son inhumanos e imposibles de cumplir». El Observatorio añade que «la práctica ejercida en este Instituto viene de los años en los que era director del centro Jesús Parra, hoy asesor de la ministra de Educación».
Al respecto, los detalles referenciales nutren, con suma claridad, esta mísera realidad. Se matricularon 333 alumnos en Secundaria y, curiosamente, sólo dieciséis de primero y segundo curso eligieron recibir clase de Religión; en tercero y cuarto no existen solicitudes. No obstante, las estadísticas cantan que dos tercios de los estudiantes de Secundaria de la Comunidad de Madrid optan por esta asignatura; a su vez, en España, la media de estudiantes de Secundaria de centros públicos que escogen la asignatura de Religión Católica es del 51,4 por ciento, pero, en este Instituto, solamente un 4,8 por ciento de sus estudiantes la han escogido.
Enseñar es indagar e infundir actitudes y conocimientos en los principios de la rigurosa verdad en justicia, con amor y libertad. Los alumnos tienen el sagrado derecho de recibir la clase de religión. Esta Dirección y el Claustro con su complicidad han hecho lo contrario, les han transmitido a los discípulos la injusticia y la intolerancia, el odio y la agresividad. Su actuación, puede ser constitutivas del delito de daños, posiblemente contemplado por el art. 525 del Código Penal al ofender sentimientos y creencias, y alterar y sustraer la solicitud de los alumnos. El acto de enseñar y de aprender es un hecho social que se incrusta en el exigente respeto de la dignidad humana y de los derechos fundamentales. Nuestra Constitución, en sus artículos 16 y 27, marco jurídico en el que se regula la enseñanza, garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y extiende a todos tienen el derecho a la educación. Es, pues, patente que no se ha respetado y garantizado el sagrado derecho a la libertad religiosa. Estos ineptos profesores del ridículo fanatismo han conculcado y lesionado los derechos de los niños y del profesor y han incumplido su deber.
Camilo Valverde Mudarra
El docente, resignado humildemente o maniatado subvecticiamente, aún no ha llegado a suscribir la pertinente denuncia, pero, al menos, las autoridades educativas han entablado, sin dilación, su investigación de oficio, mediante los servicios arbitrados por la Inspección. La oportuna denuncia se debe al portavoz del Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia, Fernando Pérez Crespo, que ha manifestado la situación de acoso y derribo que, desde hace ahora cuatro años, viene soportando este pobre profesor en dicho centro; no respetan ni se cumplen los horarios previstos para la clase de Religión y se obstaculiza la libre elección de esta asignatura por parte de los padres; no hay clase de Religión, la directora veta y se niega a impartirla. Pérez Crespo aduce que los padres van a solicitar el impreso de matriculación en esta asignatura, y comprueban «que los alumnos son matriculados en otra distinta por orden de la dirección». Esta dictadora, agente de la maldad e ignorancia, allana así su curriculum meritorio de la prebenda oficial. Crespo manifiesta: «Aquellos afortunados que consiguen incluir a sus hijos en la clase de Religión los verán recibirla en los baños o en la sala de fumadores, que es donde está localizado el departamento didáctico del profesor, y los horarios son inhumanos e imposibles de cumplir». El Observatorio añade que «la práctica ejercida en este Instituto viene de los años en los que era director del centro Jesús Parra, hoy asesor de la ministra de Educación».
Al respecto, los detalles referenciales nutren, con suma claridad, esta mísera realidad. Se matricularon 333 alumnos en Secundaria y, curiosamente, sólo dieciséis de primero y segundo curso eligieron recibir clase de Religión; en tercero y cuarto no existen solicitudes. No obstante, las estadísticas cantan que dos tercios de los estudiantes de Secundaria de la Comunidad de Madrid optan por esta asignatura; a su vez, en España, la media de estudiantes de Secundaria de centros públicos que escogen la asignatura de Religión Católica es del 51,4 por ciento, pero, en este Instituto, solamente un 4,8 por ciento de sus estudiantes la han escogido.
Enseñar es indagar e infundir actitudes y conocimientos en los principios de la rigurosa verdad en justicia, con amor y libertad. Los alumnos tienen el sagrado derecho de recibir la clase de religión. Esta Dirección y el Claustro con su complicidad han hecho lo contrario, les han transmitido a los discípulos la injusticia y la intolerancia, el odio y la agresividad. Su actuación, puede ser constitutivas del delito de daños, posiblemente contemplado por el art. 525 del Código Penal al ofender sentimientos y creencias, y alterar y sustraer la solicitud de los alumnos. El acto de enseñar y de aprender es un hecho social que se incrusta en el exigente respeto de la dignidad humana y de los derechos fundamentales. Nuestra Constitución, en sus artículos 16 y 27, marco jurídico en el que se regula la enseñanza, garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y extiende a todos tienen el derecho a la educación. Es, pues, patente que no se ha respetado y garantizado el sagrado derecho a la libertad religiosa. Estos ineptos profesores del ridículo fanatismo han conculcado y lesionado los derechos de los niños y del profesor y han incumplido su deber.
Camilo Valverde Mudarra