Benedicto XVI, ha suprimido las restricciones que pesaban sobre el oficio litúrgico de la misa en latín; saliendo al paso de críticas, asegura que su decisión de «ningún modo» supone retrotraer las reformas del Concilio Vaticano II,
El pontífice ha emitido un decreto, Motu Proprio, que permite a los párrocos oficiar la misa en rito tridentino de San Pío V, si así lo solicita «un grupo estable de fieles». Hasta ahora, la concesión dependía de la autorización del obispo de la Diócesis, lo que suponía un escollo que limitaba grandemente su práctica. «Aquello que las generaciones anteriores tenían por sagrado, afirmó Benedicto, sigue siendo sagrado y grande para nosotros también, y no puede ser de pronto prohibido por entero o considerado incluso nocivo».
La Liga Anti Difamación cree que la decisión resulta un «golpe para las relaciones entre católicos y judíos», dado que el ritual tridentino incluye una plegaria para el Viernes Santo, que los exhorta a su conversión. Algunos obispos de Francia y, con ellos, clérigos y fieles liberales, han mostrado el temor de que la celebración de la liturgia tridentina implique minusvalorar aquel Concilio del 1962, que modernizó la Iglesia. Se teme también que ocasione diferencias en las parroquias, al darse la posibilidad de que se oficien dos liturgias distintas; pero, el Papa ha declarado en una carta anexa a los obispos, que «este temor es infundado», pues el Misal de San Pío V «nunca fue jurídicamente abrogado y, en consecuencia, fue siempre permitido; no son «dos ritos», sino «dos formas diferentes». «El latín nunca ha dejado de utilizarse. Es más, el rito ordinario se puede celebrar desde siempre, en latín o en español». En efecto, la misa «tridentina» se ha venido celebrando gracias al empeño de comunidades como la del Instituto de Cristo Rey en España, dependiente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, a la que asiste «fundamentalmente gente joven».
El Papa ha indicado que la nueva misa en lenguas vernáculas, sigue siendo la forma «normal» del ritual; no está refutando de manera alguna el Concilio Vaticano II. El documento «no impone retorno alguno al pasado, no significa debilitamiento alguno de la autoridad del Concilio, ni de la responsabilidad de los obispos». Con esta medida, «fruto de largas reflexiones y consultas» intenta llegar a todos los católicos, que aún siguen el rito tradicional y a los seguidores del arzobispo Marcel Lefebvre, fallecido en 1991, un religioso ultratradicionalista, que rompió con el Vaticano a raíz de la introducción de la Nueva Misa y demás reformas eclesiásticas impuestas por el Concilio Vaticano II. Lefebvre fue excomulgado en 1988, por consagrar a cuatro obispos sin el consentimiento de Roma, que Juan Pablo II calificó de «acto cismático». La Sociedad de San Pío X, fundada por Lefebvre, en 1969, ha mostrado su complacencia ante el documento y su redacción. «Se trata, dice Benedicto, de llegar a la unidad en el seno de la Iglesia y a la reconciliación interna para normalizar relaciones, con esta Sociedad, que demanda un mayor uso del ritual tradicional y la retirada de las órdenes de excomunión». La Sociedad tiene cuatro obispos, 463 sacerdotes y seis seminarios con 160 seminaristas.
Así pues, el uso del latín en las misas seguirá siendo marginal, pero su práctica tendrá más libertad. La decisión protege a muchas personas de sólida formación litúrgica en los países que «mantenían firmemente el uso del Rito Romano». En todo caso, en España, habría que apostar por el rito mozárabe o hispano visigodo, que fue verdaderamente nuestro y autóctono, de hondas resonancias y de muy bello ceremonial.
Camilo Valverde Mudarra
El pontífice ha emitido un decreto, Motu Proprio, que permite a los párrocos oficiar la misa en rito tridentino de San Pío V, si así lo solicita «un grupo estable de fieles». Hasta ahora, la concesión dependía de la autorización del obispo de la Diócesis, lo que suponía un escollo que limitaba grandemente su práctica. «Aquello que las generaciones anteriores tenían por sagrado, afirmó Benedicto, sigue siendo sagrado y grande para nosotros también, y no puede ser de pronto prohibido por entero o considerado incluso nocivo».
La Liga Anti Difamación cree que la decisión resulta un «golpe para las relaciones entre católicos y judíos», dado que el ritual tridentino incluye una plegaria para el Viernes Santo, que los exhorta a su conversión. Algunos obispos de Francia y, con ellos, clérigos y fieles liberales, han mostrado el temor de que la celebración de la liturgia tridentina implique minusvalorar aquel Concilio del 1962, que modernizó la Iglesia. Se teme también que ocasione diferencias en las parroquias, al darse la posibilidad de que se oficien dos liturgias distintas; pero, el Papa ha declarado en una carta anexa a los obispos, que «este temor es infundado», pues el Misal de San Pío V «nunca fue jurídicamente abrogado y, en consecuencia, fue siempre permitido; no son «dos ritos», sino «dos formas diferentes». «El latín nunca ha dejado de utilizarse. Es más, el rito ordinario se puede celebrar desde siempre, en latín o en español». En efecto, la misa «tridentina» se ha venido celebrando gracias al empeño de comunidades como la del Instituto de Cristo Rey en España, dependiente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, a la que asiste «fundamentalmente gente joven».
El Papa ha indicado que la nueva misa en lenguas vernáculas, sigue siendo la forma «normal» del ritual; no está refutando de manera alguna el Concilio Vaticano II. El documento «no impone retorno alguno al pasado, no significa debilitamiento alguno de la autoridad del Concilio, ni de la responsabilidad de los obispos». Con esta medida, «fruto de largas reflexiones y consultas» intenta llegar a todos los católicos, que aún siguen el rito tradicional y a los seguidores del arzobispo Marcel Lefebvre, fallecido en 1991, un religioso ultratradicionalista, que rompió con el Vaticano a raíz de la introducción de la Nueva Misa y demás reformas eclesiásticas impuestas por el Concilio Vaticano II. Lefebvre fue excomulgado en 1988, por consagrar a cuatro obispos sin el consentimiento de Roma, que Juan Pablo II calificó de «acto cismático». La Sociedad de San Pío X, fundada por Lefebvre, en 1969, ha mostrado su complacencia ante el documento y su redacción. «Se trata, dice Benedicto, de llegar a la unidad en el seno de la Iglesia y a la reconciliación interna para normalizar relaciones, con esta Sociedad, que demanda un mayor uso del ritual tradicional y la retirada de las órdenes de excomunión». La Sociedad tiene cuatro obispos, 463 sacerdotes y seis seminarios con 160 seminaristas.
Así pues, el uso del latín en las misas seguirá siendo marginal, pero su práctica tendrá más libertad. La decisión protege a muchas personas de sólida formación litúrgica en los países que «mantenían firmemente el uso del Rito Romano». En todo caso, en España, habría que apostar por el rito mozárabe o hispano visigodo, que fue verdaderamente nuestro y autóctono, de hondas resonancias y de muy bello ceremonial.
Camilo Valverde Mudarra
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