El planeta se nos muere poco a poco. Dentro de algún tiempo, cada vez más corto, se habrá hecho inhabitable. La inepcia, la ambición y la incuria lo aboca a la ruina; las aguas disminuyen, los mares se contaminan y las masas forestales desaparecen.
España arde por sus ya débiles costados a manos de la venganza enferma de pirómanos, de la imprevisión y de la falta de medios. Arde desde Huelva al Ampurdán y de Cataluña a Galicia. El Sáhara salta y se parapeta camino de Burgos. La bella y verde Galicia queda casi arrasada por las voraces llamas y, cuando ya lamían las paredes de la Moncloa, viene Zapatero, gira su visita, saluda y promete. Luego, se marcha al palacio de Canarias, regalado por el rico moro, a degustar los quince almuerzos que le aderezan los quince cocineros. Mientras tanto, aquellos “listos artistas” que se alzaban y vociferaban contra el Prestige, ahora, callan y escondidos no tienen voz.
Atónitos asistimos a tiempos de desatino e incoherencia. Hay gente que se tilda de progresista, y anda con el cerebro trucado. Resulta que, en el colmo de la insensatez y de la irracionalidad, propalan que la policía británica, con las rígidas medidas de prevención, está incentivando el terrorismo; del mismo modo, intelectualoides descerebrados, filósofos del disparate, están achacando el horror de Galicia a tramas proclives al Partido Popular. Para ocultar su torpeza y tardanza en una gestión irresponsable, estos gobernantes del talante recurren hasta el absurdo; se dedican a destrozar las estructuras eficaces que montó Fraga –al que era vital echarlo fuera- de prevención y resguardo de los incendios, a hacer exámenes de gallego para ocupar las plazas de bombero, a cambiar los letreros de los cementerios, a discutir de nación y nacionalidades, de nuevos estatutos y demás cirigoncias y hoy se les seca el cacumen culpando del fuego a las meigas de Rajoy. Mientras los incendiarios se les escapan, los torean y vuelven con la pólvora y la gasolina, movidos por ambiciosos e inmundos intereses, para abaratar la madera, para saldar cuentas y venganzas, para favorecer los pastos ganaderos, e, incluso, para disfrutar la barbacoa. Y los arrestos y el endurecimiento de penas durmiendo en los escaños del Parlamento. ¡Era muy necesario echar a los populares para implantar el vano talante y la sonrisa!
Era muy necesario sustituir al gobierno central y el “autonosuyo”, para ponerse ellos, estos ineptos, que andan sin prevención ni reacción a este crimen forestal, sin dotación humana y mecánica para combatir la catástrofe, sin apagar los incendios en invierno, sin repoblar con bosque autóctono, húmedo y variado mucho más resistente a la demencia incendiaria, dejando así correr determinados provechos particulares, recalificaciones opíparas y la fácil rentabilidad económica que llene bolsas y pingües cajas.
No queremos ver ni una recalificación al pairo del incendio. Pero, sí, estamos a la espera de la sensatez, que se dejen de estatutos y nacionalismos enfermizos y se repueblen los montes de España y Galicia con especies autóctonas diversas y diferentes para que respiremos en la verdad y el aire limpio.
Camilo Valverde Mudarra
España arde por sus ya débiles costados a manos de la venganza enferma de pirómanos, de la imprevisión y de la falta de medios. Arde desde Huelva al Ampurdán y de Cataluña a Galicia. El Sáhara salta y se parapeta camino de Burgos. La bella y verde Galicia queda casi arrasada por las voraces llamas y, cuando ya lamían las paredes de la Moncloa, viene Zapatero, gira su visita, saluda y promete. Luego, se marcha al palacio de Canarias, regalado por el rico moro, a degustar los quince almuerzos que le aderezan los quince cocineros. Mientras tanto, aquellos “listos artistas” que se alzaban y vociferaban contra el Prestige, ahora, callan y escondidos no tienen voz.
Atónitos asistimos a tiempos de desatino e incoherencia. Hay gente que se tilda de progresista, y anda con el cerebro trucado. Resulta que, en el colmo de la insensatez y de la irracionalidad, propalan que la policía británica, con las rígidas medidas de prevención, está incentivando el terrorismo; del mismo modo, intelectualoides descerebrados, filósofos del disparate, están achacando el horror de Galicia a tramas proclives al Partido Popular. Para ocultar su torpeza y tardanza en una gestión irresponsable, estos gobernantes del talante recurren hasta el absurdo; se dedican a destrozar las estructuras eficaces que montó Fraga –al que era vital echarlo fuera- de prevención y resguardo de los incendios, a hacer exámenes de gallego para ocupar las plazas de bombero, a cambiar los letreros de los cementerios, a discutir de nación y nacionalidades, de nuevos estatutos y demás cirigoncias y hoy se les seca el cacumen culpando del fuego a las meigas de Rajoy. Mientras los incendiarios se les escapan, los torean y vuelven con la pólvora y la gasolina, movidos por ambiciosos e inmundos intereses, para abaratar la madera, para saldar cuentas y venganzas, para favorecer los pastos ganaderos, e, incluso, para disfrutar la barbacoa. Y los arrestos y el endurecimiento de penas durmiendo en los escaños del Parlamento. ¡Era muy necesario echar a los populares para implantar el vano talante y la sonrisa!
Era muy necesario sustituir al gobierno central y el “autonosuyo”, para ponerse ellos, estos ineptos, que andan sin prevención ni reacción a este crimen forestal, sin dotación humana y mecánica para combatir la catástrofe, sin apagar los incendios en invierno, sin repoblar con bosque autóctono, húmedo y variado mucho más resistente a la demencia incendiaria, dejando así correr determinados provechos particulares, recalificaciones opíparas y la fácil rentabilidad económica que llene bolsas y pingües cajas.
No queremos ver ni una recalificación al pairo del incendio. Pero, sí, estamos a la espera de la sensatez, que se dejen de estatutos y nacionalismos enfermizos y se repueblen los montes de España y Galicia con especies autóctonas diversas y diferentes para que respiremos en la verdad y el aire limpio.
Camilo Valverde Mudarra