A Zapatero le han tirado de las orejas, sin éxito, casi todos sus colegas gobernantes de Europa, en casi todos los grandes foros y en casi la totalidad de las instituciones y organismos mundiales especializados en economía. Todos le dicen lo mismo, que deje de endeudar a España hasta límites de locura, que reduzca el aparato del Estado, monstruoso e insostenible, que imponga en España una política de austeridad y esfuerzo, que es vital y urgente, y que flexibilice el mercado laboral para frenar la destrucción de empleo y el terrorífico crecimiento de la pobreza, que están poniendo de rodillas a España.
El último tirón de orejas se lo acaba de dar Jean Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE), que pidió al gobierno español que modere los salarios y abarate el despido, si quiere evitar el desastre que se le avecina y hacer frente con eficacia a la crisis.
Pero todo es inútil. Zapatero, arrogante e insensible, persiste en su política errónea, la que está llevando a España hasta la ruina y el fracaso, la que fabrica desempleo y pobreza a un ritmo escalofriante y la que escandaliza por su insensatez a los expertos de medio mundo. Zapatero, sordo ante los buenos consejos y pertinaz en el error, sigue endeudándose, rechaza la austeridad, se niega a flexibilizar el mercado de trabajo y se dispone a subir todavía más los impuestos, una política que, según la mayoría de los especialistas mundiales, conduce directamente al drama.
La última arrogancia visible de Zapatero ha sido prometer más de 200 millones de euros en ayudas a diversos países de África, toda una provocación y una bofetada a la dignidad del millón largo de desempleados españoles que no reciben prestaciones sociales y a los cientos de miles de nuevos pobres, "fabricados" por la torpeza de su gobierno.
Zapatero no esgrime argumento solvente alguno para justificar su política económica. Se cree con derecho a hacer lo que le plazca por haber sido elegido en las urnas. Lo único que repite una y otra vez es que su gobierno no reducirá la cobertura social, ocultando que más de un millón de ciudadanos carece de ayuda pública alguna e ignorando que la mejor y más digna política social es precisamente la que su gobierno no es capaz de lograr: proporcionar a cada ciudadano un trabajo digno.
Las críticas a Zapatero crecen como la espuma también en España, incluso dentro de su propio partido, pero casi siempre son críticas que se emiten en los ámbitos privados y que se ocultan en público porque surgen de la cobardía y de gargantas sometidas que prefieren seguir cobrando subvenciones y disfrutando de los privilegios que otorga el poder, incluso a costa de que España hipoteque su futuro y tire por la borda su prosperidad.
El último tirón de orejas se lo acaba de dar Jean Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE), que pidió al gobierno español que modere los salarios y abarate el despido, si quiere evitar el desastre que se le avecina y hacer frente con eficacia a la crisis.
Pero todo es inútil. Zapatero, arrogante e insensible, persiste en su política errónea, la que está llevando a España hasta la ruina y el fracaso, la que fabrica desempleo y pobreza a un ritmo escalofriante y la que escandaliza por su insensatez a los expertos de medio mundo. Zapatero, sordo ante los buenos consejos y pertinaz en el error, sigue endeudándose, rechaza la austeridad, se niega a flexibilizar el mercado de trabajo y se dispone a subir todavía más los impuestos, una política que, según la mayoría de los especialistas mundiales, conduce directamente al drama.
La última arrogancia visible de Zapatero ha sido prometer más de 200 millones de euros en ayudas a diversos países de África, toda una provocación y una bofetada a la dignidad del millón largo de desempleados españoles que no reciben prestaciones sociales y a los cientos de miles de nuevos pobres, "fabricados" por la torpeza de su gobierno.
Zapatero no esgrime argumento solvente alguno para justificar su política económica. Se cree con derecho a hacer lo que le plazca por haber sido elegido en las urnas. Lo único que repite una y otra vez es que su gobierno no reducirá la cobertura social, ocultando que más de un millón de ciudadanos carece de ayuda pública alguna e ignorando que la mejor y más digna política social es precisamente la que su gobierno no es capaz de lograr: proporcionar a cada ciudadano un trabajo digno.
Las críticas a Zapatero crecen como la espuma también en España, incluso dentro de su propio partido, pero casi siempre son críticas que se emiten en los ámbitos privados y que se ocultan en público porque surgen de la cobardía y de gargantas sometidas que prefieren seguir cobrando subvenciones y disfrutando de los privilegios que otorga el poder, incluso a costa de que España hipoteque su futuro y tire por la borda su prosperidad.
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