Anoche, el ex presidente del Gobierno Felipe González Márquez, en la entrevista que mantuvo con Jesús Quintero en “El loco de la colina”, programa de La Primera de TVE, volvió a iterar su idea de que el Ejecutivo, no obstante el Mahatma (“Alma grande”) Gandhi sentenciara y/o dejara por sentado que “no hay caminos para la paz”; que “la paz es el camino”, tiene que explorar y explotar todos los caminos habidos y por haber para llegar a la citada, o sea, al objeto de que no haya más víctimas (de ETA), y de que la Oposición debe apoyarlo en todo, aunque se equivoque. Pues no, dilecto Felipe, no; basta y sobra con que uno de los dos, Gobierno u Oposición, lo haga, marre.
El menda lerenda, “Otramotro”, defiende que un padre puede y aun debe apoyar a un hijo (y una hija, en semejante medida, auxiliar a una madre), pero no hasta el extremo de favorecer la comisión de un delito (caso de la madre, desgraciadamente finada, que accedió a que su hijo se pusiera al volante del vehículo familiar sin tener todavía el carné de conducir; y de la hija que, al parecer, medió en un chanchullo para que su progenitora obtuviera una pensión de invalidez permanente en el grado de absoluta); que un hermano ayude a su hermano (“mire; hable con mi hermano; sobre todo, con el que cojea, quiero decir con “el sobrecogedor”, es decir, con quien suele coger el sobre, contenga lo que contenga, en mano, que para eso es mi hermano”); que un tío eche una mano a su sobrino; y que un amigo socorra a su amigo (aparente ser aquél una roca o apellidarse de tal guisa), pero sin llegar a delinquir.
Al menos en otro sitio o texto (ignoro si publicado o inédito), con voces, sintagmas y proposiciones más o menos parecidas a las que he utilizado y usaré aquí, he hilado, trenzado y urdido que siempre estaré dispuesto a brindar mi apoyo íntegro, sin fisuras, a quienes reivindiquen su derecho a equivocarse, con tal de que cumplan, eso sí, a rajatabla, (con) esta señera e inexcusable conditio sine qua non, que se hayan impuesto previamente la serena, seria y severa obligación de acertar. Porque no sé si son o no forman legión, pero conozco a varios que se proponen, empeñan y consiguen errar a sabiendas.
El menda lerenda, “Otramotro”, lleva y viene sosteniendo desde hace una pila, o una tira, o una retahíla de años que resulta muy fácil, sumamente simple o sencillo, arremeter contra los pareceres ajenos; y muy oneroso, sumamente arduo, argumentar, cimentar y comentar los propios. Nuestra mente se asemeja a un predio heredado, infestado de tierras movedizas, donde es arriesgado, casi imposible y, tal vez, hasta una temeridad edificar; sin embargo, contradictoria y paradójicamente, al alimón, es un colosal cuerno de rinoceronte con el que embestir o una enorme bola de acero con la que derribar. Y es que nuestro dédalo gris, que suele usar hilo deleznable para hilvanar sus ideas, utiliza sedal para asfixiar las de los demás.
Ángel Sáez García
El menda lerenda, “Otramotro”, defiende que un padre puede y aun debe apoyar a un hijo (y una hija, en semejante medida, auxiliar a una madre), pero no hasta el extremo de favorecer la comisión de un delito (caso de la madre, desgraciadamente finada, que accedió a que su hijo se pusiera al volante del vehículo familiar sin tener todavía el carné de conducir; y de la hija que, al parecer, medió en un chanchullo para que su progenitora obtuviera una pensión de invalidez permanente en el grado de absoluta); que un hermano ayude a su hermano (“mire; hable con mi hermano; sobre todo, con el que cojea, quiero decir con “el sobrecogedor”, es decir, con quien suele coger el sobre, contenga lo que contenga, en mano, que para eso es mi hermano”); que un tío eche una mano a su sobrino; y que un amigo socorra a su amigo (aparente ser aquél una roca o apellidarse de tal guisa), pero sin llegar a delinquir.
Al menos en otro sitio o texto (ignoro si publicado o inédito), con voces, sintagmas y proposiciones más o menos parecidas a las que he utilizado y usaré aquí, he hilado, trenzado y urdido que siempre estaré dispuesto a brindar mi apoyo íntegro, sin fisuras, a quienes reivindiquen su derecho a equivocarse, con tal de que cumplan, eso sí, a rajatabla, (con) esta señera e inexcusable conditio sine qua non, que se hayan impuesto previamente la serena, seria y severa obligación de acertar. Porque no sé si son o no forman legión, pero conozco a varios que se proponen, empeñan y consiguen errar a sabiendas.
El menda lerenda, “Otramotro”, lleva y viene sosteniendo desde hace una pila, o una tira, o una retahíla de años que resulta muy fácil, sumamente simple o sencillo, arremeter contra los pareceres ajenos; y muy oneroso, sumamente arduo, argumentar, cimentar y comentar los propios. Nuestra mente se asemeja a un predio heredado, infestado de tierras movedizas, donde es arriesgado, casi imposible y, tal vez, hasta una temeridad edificar; sin embargo, contradictoria y paradójicamente, al alimón, es un colosal cuerno de rinoceronte con el que embestir o una enorme bola de acero con la que derribar. Y es que nuestro dédalo gris, que suele usar hilo deleznable para hilvanar sus ideas, utiliza sedal para asfixiar las de los demás.
Ángel Sáez García
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