La ruina corroe esta vejada democracia. Y, ahora, sin Oposición, se desgarra más aún. Los dos primeros partidos andan atorados pendientes de sendos congresos, uno en junio y el otro en Julio.
Los socialistas, con su carga de torpeza utópica, divagan sin atajar la galopante crisis económica, negada con su contumacia, al pairo de sus intereses; piensan paliar la sequía con barcos y tergiversan la realidad del trasvase; se desbordan en el asunto de la financiación, mientras les atosiga el paro incesante, la caída imparable del ámbito empresarial, las deficiencias en Educación, el atoramiento en Justicia y el colapso en Sanidad. Pero, eso sí, siguen con su incisiva EpC y su acoso al Catolicismo.
Y los populares navegan sin timón a la deriva; remando procelosas aguas, buscan el centro de su identidad, de su estrategia y de su ideología. Vienen noqueados desde el trágico 11-M, por la táctil designación improcedente de Aznar y la pérdida de elecciones de un líder deslegitimado. No se entera que lleva el desgaste y el fracaso; se empeña, se obceca y se resiste a irse, no percibe las olas que lo envuelven a espera de su dimisión. R. Rato, que vale un rato, en su sabio y prudente silencio, mira, aguarda y cavila, sabe que, tras la tormenta lucirá, el clamor, que le pida su vuelta; al tiempo, que tres dignas y competentes mujeres mueven sus hilos y tejen el manto de sus aspiraciones. Aparte de que la baraja cuenta con varios sustitutos, apostados y atentos a la ocasión.
La sorpresiva renuncia de María San Gil deja tocado a Rajoy, del que ya no se fía. Esta mujer luchadora, firme y éticamente irreprochable anda revestida de consistencia moral, preparación cultural y capacidad mental modélicas. El suceso, de ningún modo anecdótico, pone a la luz, el sutil ejercicio autoritario y los hábitos no democráticos del PP, falto de tolerancia, apertura y libertad internas. Mariano, al perder la confianza de una mujer de tan enorme talla, evidencia su debilidad política entre el deterioro del consenso interno. Día a día, truenan nuevos problemas sin verlos venir; la tormenta se agrava, los rayos le hacen zozobrar, quiere ir solo al congreso e impide y controla toda otra candidatura, cuando son los militantes quienes deben elegir al presidente; saltan por las rendijas las críticas, el desconcierto y la decepción; no se permite la autocrítica, no se abre la renovación y regeneración total; se están asentando hechos y actitudes que serán irreversibles, se avecina la fragmentación y la claudicación. La dedocracia y la forma dictatorial del Aparato se ha impuesto. Estos modismos son los que corren por el PP, el PSOE y la partitocracia española, subvencionada en casi su totalidad, por los dineros del erario.
No se entiende qué nocividad entraña el proyecto del partido de centro y nacional sustentado en principios e ideas firmes e intangibles, para deshacerlo y ahuyentar y prescindir de valores tan aparentes y contrastados que va dejados en la cuneta. El PP, aguanta y paga la tozudez de una política supeditada al ansia de poder. Rajoy ha perdido la credibilidad política de la gestión; quiere ocultar la situación y solapar la cuestión fundamental: su legitimación, que muchos ponen en entredicho; no es una discrepancia ideológica profunda, sino la pérdida de confianza y, con ella, la disolución de la identidad del PP, entre un mar de oportunismos. De ahí, las trabas a que participen todos, a que la militancia hable y decida y a centrarse con democracia, en un programa. Llegado a este punto, su único recurso honorable apunta a coger el ato y volver a su Registro.
España necesita entrar en la Segunda Transición, con un partido de centro democrático, libre y diáfano, afirmado por gentes de talla, valía y competencia desasidas del ansia de poder y de privilegios.
Camilo Valverde Mudarra
Los socialistas, con su carga de torpeza utópica, divagan sin atajar la galopante crisis económica, negada con su contumacia, al pairo de sus intereses; piensan paliar la sequía con barcos y tergiversan la realidad del trasvase; se desbordan en el asunto de la financiación, mientras les atosiga el paro incesante, la caída imparable del ámbito empresarial, las deficiencias en Educación, el atoramiento en Justicia y el colapso en Sanidad. Pero, eso sí, siguen con su incisiva EpC y su acoso al Catolicismo.
Y los populares navegan sin timón a la deriva; remando procelosas aguas, buscan el centro de su identidad, de su estrategia y de su ideología. Vienen noqueados desde el trágico 11-M, por la táctil designación improcedente de Aznar y la pérdida de elecciones de un líder deslegitimado. No se entera que lleva el desgaste y el fracaso; se empeña, se obceca y se resiste a irse, no percibe las olas que lo envuelven a espera de su dimisión. R. Rato, que vale un rato, en su sabio y prudente silencio, mira, aguarda y cavila, sabe que, tras la tormenta lucirá, el clamor, que le pida su vuelta; al tiempo, que tres dignas y competentes mujeres mueven sus hilos y tejen el manto de sus aspiraciones. Aparte de que la baraja cuenta con varios sustitutos, apostados y atentos a la ocasión.
La sorpresiva renuncia de María San Gil deja tocado a Rajoy, del que ya no se fía. Esta mujer luchadora, firme y éticamente irreprochable anda revestida de consistencia moral, preparación cultural y capacidad mental modélicas. El suceso, de ningún modo anecdótico, pone a la luz, el sutil ejercicio autoritario y los hábitos no democráticos del PP, falto de tolerancia, apertura y libertad internas. Mariano, al perder la confianza de una mujer de tan enorme talla, evidencia su debilidad política entre el deterioro del consenso interno. Día a día, truenan nuevos problemas sin verlos venir; la tormenta se agrava, los rayos le hacen zozobrar, quiere ir solo al congreso e impide y controla toda otra candidatura, cuando son los militantes quienes deben elegir al presidente; saltan por las rendijas las críticas, el desconcierto y la decepción; no se permite la autocrítica, no se abre la renovación y regeneración total; se están asentando hechos y actitudes que serán irreversibles, se avecina la fragmentación y la claudicación. La dedocracia y la forma dictatorial del Aparato se ha impuesto. Estos modismos son los que corren por el PP, el PSOE y la partitocracia española, subvencionada en casi su totalidad, por los dineros del erario.
No se entiende qué nocividad entraña el proyecto del partido de centro y nacional sustentado en principios e ideas firmes e intangibles, para deshacerlo y ahuyentar y prescindir de valores tan aparentes y contrastados que va dejados en la cuneta. El PP, aguanta y paga la tozudez de una política supeditada al ansia de poder. Rajoy ha perdido la credibilidad política de la gestión; quiere ocultar la situación y solapar la cuestión fundamental: su legitimación, que muchos ponen en entredicho; no es una discrepancia ideológica profunda, sino la pérdida de confianza y, con ella, la disolución de la identidad del PP, entre un mar de oportunismos. De ahí, las trabas a que participen todos, a que la militancia hable y decida y a centrarse con democracia, en un programa. Llegado a este punto, su único recurso honorable apunta a coger el ato y volver a su Registro.
España necesita entrar en la Segunda Transición, con un partido de centro democrático, libre y diáfano, afirmado por gentes de talla, valía y competencia desasidas del ansia de poder y de privilegios.
Camilo Valverde Mudarra
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