El presidente del Gobierno de la Nación, José Luis Rodríguez Zapatero, yerra al rechazar cortésmente la invitación que le hicieron y remitieron para que asistiera ora al acto de inauguración ora al de clausura del próximo III Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo que echará a andar el lunes que viene, 13, en Valencia y al que sí acudirán Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias, que presidirán el mismo.
Al parecer, Moncloa ha aducido problemas de agenda (porque el martes, 14, San Valentín, día –Deo volente- de los enamorados, el jefe del Ejecutivo había dado su palabra de honor y, por lo tanto, había comprometido su presencia en el acto en el que se conmemorará a Francisco Tomás y Valiente, quien presidiera el Tribunal Constitucional y fuera asesinado por ETA hace diez años) para declinar el ofrecimiento y ha delegado en el titular de la Cartera de Interior, José Antonio Alonso, que clausurará (si no hay muda –ojalá la haya, de mil amores- de última hora) el citado Congreso. La excusa es de una endeblez endiablada, inconcusa, manifiesta, palmaria, cuando la ciudad del Turia no está ni siquiera a una hora en avión de la Capital del Reino.
No obstante valoramos en sus cabales términos el gesto de querer asistir al homenaje que se le va a tributar a quien llegó a merecer y ocupar una de las más altas magistraturas del Estado, Rodríguez Zapatero (entendemos) debería recapacitar su postura y reconsiderar su primera decisión y ver la manera de no hacerles un feo morrocotudo (que sumar a los precedentes) a otras “novias” suyas, éstas, víctimas españolas y extranjeras, procediendo a procurar hacer compatibles (pues consideramos que querer es poder) los dos actos. Aún queda tiempo para que se puedan ajustar los horarios y que el jefe del Ejecutivo pueda estar presente en ambos acontecimientos y el error (todavía enmendable) del susodicho con las víctimas internacionales del terrorismo sea definitivamente subsanado.
Ángel Sáez García
Al parecer, Moncloa ha aducido problemas de agenda (porque el martes, 14, San Valentín, día –Deo volente- de los enamorados, el jefe del Ejecutivo había dado su palabra de honor y, por lo tanto, había comprometido su presencia en el acto en el que se conmemorará a Francisco Tomás y Valiente, quien presidiera el Tribunal Constitucional y fuera asesinado por ETA hace diez años) para declinar el ofrecimiento y ha delegado en el titular de la Cartera de Interior, José Antonio Alonso, que clausurará (si no hay muda –ojalá la haya, de mil amores- de última hora) el citado Congreso. La excusa es de una endeblez endiablada, inconcusa, manifiesta, palmaria, cuando la ciudad del Turia no está ni siquiera a una hora en avión de la Capital del Reino.
No obstante valoramos en sus cabales términos el gesto de querer asistir al homenaje que se le va a tributar a quien llegó a merecer y ocupar una de las más altas magistraturas del Estado, Rodríguez Zapatero (entendemos) debería recapacitar su postura y reconsiderar su primera decisión y ver la manera de no hacerles un feo morrocotudo (que sumar a los precedentes) a otras “novias” suyas, éstas, víctimas españolas y extranjeras, procediendo a procurar hacer compatibles (pues consideramos que querer es poder) los dos actos. Aún queda tiempo para que se puedan ajustar los horarios y que el jefe del Ejecutivo pueda estar presente en ambos acontecimientos y el error (todavía enmendable) del susodicho con las víctimas internacionales del terrorismo sea definitivamente subsanado.
Ángel Sáez García