Me dice un amigo catedrático de Sevilla: “He llegado a la terrible conclusión de que estábamos mejor con Carlos III, con Isabel II, con Alfonso XII o con Primo de Rivera que con Aznar o Zapatero. Entonces, los políticos podían equivocarse, pero tenían buenas intenciones, estaban preparados, eran elegidos entre los mejores, anteponían el servicio al ansia de mandar, eran claros y venían de frente, mientras que hoy son elegidos por su servilismo, anteponen el poder a cualquier otra cosa, son manipuladores, engañan, mienten y ni siquiera tengo claro que tengan buena voluntad o que les interese la limpieza o los valores. Los veo obsesionados por gobernar rebaños de ciudadanos envilecidos y acobardados. No puedo ver en ellos ni una gota de auténtico liderazgo y, por mucho que investigo, sólo consigo descubrir en sus comportamientos designios siniestros, unas ganas irrefrenables de acabar con la democracia y de remover todo obstáculo que les impida actuar como depredadores del género humano”.
Y agrega: “Hoy la televisión, la publicidad, los políticos, las modas, moldean a las personas en un único sentido: tienden a envilecerlas. Nos quieren hacen pensar y desear las mismas cosas, pero nada bueno. Eso, más que alienante, es malévolo”.
“Demasiados funcionarios y políticos anteponen el ansia de mandar al afán de servir”, afirma, y concluye: “Eso convierte a nuestros dirigentes en porqueros y a nosotros en un rebaño de puercos”.
Yo le respondo:
“Parece que has leído mi libro “Políticos, los nuevos amos”, donde se explica que el mundo está mal diseñado, sobre todo por culpa de algunos políticos, que buscan extraer lo peor de cada uno de nosotros, alimentar las pasiones y relegar la virtud y los valores. No son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos ni siquiera para la búsqueda del bien común o para hacer frente a una emergencia nacional. La mayor desgracia de la Humanidad, desde hace siglos, es el mal gobierno, pero nunca como ahora se ha visto con tanta claridad que el poder corrompe y fabrica vampiros. Creo que en nuestra época hemos tenido la peor de las suertes posibles: ser mandados por algunos desalmados, gente sin escrúpulos que nada tiene que enseñarnos, gente vulgar y pendenciera que desconoce la grandeza".
¡Por fortuna, no todos son así!
Y agrega: “Hoy la televisión, la publicidad, los políticos, las modas, moldean a las personas en un único sentido: tienden a envilecerlas. Nos quieren hacen pensar y desear las mismas cosas, pero nada bueno. Eso, más que alienante, es malévolo”.
“Demasiados funcionarios y políticos anteponen el ansia de mandar al afán de servir”, afirma, y concluye: “Eso convierte a nuestros dirigentes en porqueros y a nosotros en un rebaño de puercos”.
Yo le respondo:
“Parece que has leído mi libro “Políticos, los nuevos amos”, donde se explica que el mundo está mal diseñado, sobre todo por culpa de algunos políticos, que buscan extraer lo peor de cada uno de nosotros, alimentar las pasiones y relegar la virtud y los valores. No son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos ni siquiera para la búsqueda del bien común o para hacer frente a una emergencia nacional. La mayor desgracia de la Humanidad, desde hace siglos, es el mal gobierno, pero nunca como ahora se ha visto con tanta claridad que el poder corrompe y fabrica vampiros. Creo que en nuestra época hemos tenido la peor de las suertes posibles: ser mandados por algunos desalmados, gente sin escrúpulos que nada tiene que enseñarnos, gente vulgar y pendenciera que desconoce la grandeza".
¡Por fortuna, no todos son así!
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