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Aparece un fulano en la prensa y dice que, siguiendo órdenes de la Guardia Civil (UCO), puso en el mercado los explosivos que volaron los trenes del 11 M y que se los ofreció a colombianos, rumanos y búlgaros. Si uno analiza con detalle la sentencia del 11 M, ve a tanto colaborador de la policía condenado, a tanto chivato de la seguridad implicado, a tanta escoria sospechosa cercana al poder y tanta verdad oculta que resulta imposible discernir quienes son los buenos y quienes los malos. Aparecen centenares de personas manifestándose en silencio, con carteles que acusan al Estado de practicar la tortura ¿Qué debo creer? Llaman a ETA desde los cuarteles españoles para advertirles que les pueden detener en Francia. Matan a golpes a un ciudadano en un cuartel de Almería. Pones la radio y un locutor dice que el 11 M se planificó para que el PSOE ganara las elecciones ¿Qué debo creer?
Los ciudadanos no sabemos ya, ni podemos saber, dónde está la verdad. La sospecha es nuestro desayuno y la desconfianza nuestra cena, mientras almorzamos con la duda y el desencanto. Del 11 M lo único que sabemos es que lo peor, después de los ciudadanos que fueron asesinados, es la enorme cantidad de mierda que, de manera irresponsable, se ha esparcido sobre la sociedad española, llenando de hedor la nación. Por eso le digo que introduzcan ustedes la ética en el gobierno y, si no pueden, porque comprendemos que es casi imposible que un partido político abrace lo ético, que al menos pongáis desodorante al Estado en las axilas y en la ingle, porque huele fatal en todo el país.
No quiero que mis hijos hereden una nación sucia y maloliente. Me resisto a admitir esas sandeces que ustedes dicen, de que el fin justifica los medios, que en política vale todo o que hay que utilizar las mismas armas que el enemigo. Todo eso es falso y sólo pretende esconder vuestro propio hedor inmoral. Hay otra manera más digna y honesta de defender la nación, sin tener que competir con terorristas y bandidos en vileza y villanía. No me diga usted lo mismo que dice la CIA en Estados Unidos para justificar sus crímenes: "Los ciudadanos quieren acudir al surtidor y poner combustible en sus coches. A nosotros nos corresponde hacer cualquier cosa que sea necesaria para que haya combustible en las gasolineras". Usted y yo sabemos que se pueden defender todos los grandes intereses sin tener que actual como criminales y que muchos de los argumentos que se esgrimen se fabrican para justificar el propio delito.
El Estado, emanación de los ciudadanos y alma de la nación, no puede compararse con la ralea criminal, ni en sus medios, ni en sus fines. Ustedes tienden a justificar el hedor que nos pudre, pero sus argumentos siempre son falsos. No me diga que es imposible defender la nación con dignidad y ética, que no se puede combatir el mal sin actuar como malvados. A mi me gustaría poder distinguir claramente quienes son los buenos y quienes los malos en la película de España. Y le juro que cada día me cuesta más trabajo. Recuerdo a los filófos primitivos griegos y pienso que el verdadero problemas es físico: de la mierda sólo puede surgir mierda y el bien sólo emana del bien.
No desacredite usted estas afirmaciones críticas bajo el fácil argumento de que son críticas partidistas. Nosotros no militamos en partido alguno, ni creemos que en política existen partidos buenos y partidos malos. Sabemos que todos los partidos están contaminados de partitocracia totalitaria y que han sustituido el servicio al ciudadano por el ansia de poder y la ética por el pragmatismo, pero también sabemos que existen partidos corrompidos y otros todavía más corrompidos. La derecha es muy parecida a la izquierda en asuntos de pocilga y huele igual de mal, pero resulta que en España le ha tocado al PSOE la peor parte: las dos bocanadas más hediondas e inmorales de nuestra democracia llegaron bajo mandato socialista (y con usted en primera línea, en ambos casos): la primera fue la del GAL, con terrorismo de Estado y gente asesinada y enterrada en cal viva; la segunda es todo lo que rodea y apesta en este asesinato masivo del 11 M, donde el bien y el mal, la verdad y la mentira se entrelazan en un baile maldito, alimentado desde el poder, donde las sospechas lo inundan todo y uno ya no sabe distinguir entre la policía, los culpables y los confidentes, donde los moros terroristas no se comportan como islamistas, sino como mafiosos, donde los chivatos policiales que actuaron como comparsa parecen secuaces de los cárteles colombianos de la droga.
Le reitero mi petición de ciudadano: practiquen ustedes la ética desde el poder y, si no pueden hacerlo, ponganle mucho desodorante al Estado. Por favor.
Francisco Rubiales
Aparece un fulano en la prensa y dice que, siguiendo órdenes de la Guardia Civil (UCO), puso en el mercado los explosivos que volaron los trenes del 11 M y que se los ofreció a colombianos, rumanos y búlgaros. Si uno analiza con detalle la sentencia del 11 M, ve a tanto colaborador de la policía condenado, a tanto chivato de la seguridad implicado, a tanta escoria sospechosa cercana al poder y tanta verdad oculta que resulta imposible discernir quienes son los buenos y quienes los malos. Aparecen centenares de personas manifestándose en silencio, con carteles que acusan al Estado de practicar la tortura ¿Qué debo creer? Llaman a ETA desde los cuarteles españoles para advertirles que les pueden detener en Francia. Matan a golpes a un ciudadano en un cuartel de Almería. Pones la radio y un locutor dice que el 11 M se planificó para que el PSOE ganara las elecciones ¿Qué debo creer?
Los ciudadanos no sabemos ya, ni podemos saber, dónde está la verdad. La sospecha es nuestro desayuno y la desconfianza nuestra cena, mientras almorzamos con la duda y el desencanto. Del 11 M lo único que sabemos es que lo peor, después de los ciudadanos que fueron asesinados, es la enorme cantidad de mierda que, de manera irresponsable, se ha esparcido sobre la sociedad española, llenando de hedor la nación. Por eso le digo que introduzcan ustedes la ética en el gobierno y, si no pueden, porque comprendemos que es casi imposible que un partido político abrace lo ético, que al menos pongáis desodorante al Estado en las axilas y en la ingle, porque huele fatal en todo el país.
No quiero que mis hijos hereden una nación sucia y maloliente. Me resisto a admitir esas sandeces que ustedes dicen, de que el fin justifica los medios, que en política vale todo o que hay que utilizar las mismas armas que el enemigo. Todo eso es falso y sólo pretende esconder vuestro propio hedor inmoral. Hay otra manera más digna y honesta de defender la nación, sin tener que competir con terorristas y bandidos en vileza y villanía. No me diga usted lo mismo que dice la CIA en Estados Unidos para justificar sus crímenes: "Los ciudadanos quieren acudir al surtidor y poner combustible en sus coches. A nosotros nos corresponde hacer cualquier cosa que sea necesaria para que haya combustible en las gasolineras". Usted y yo sabemos que se pueden defender todos los grandes intereses sin tener que actual como criminales y que muchos de los argumentos que se esgrimen se fabrican para justificar el propio delito.
El Estado, emanación de los ciudadanos y alma de la nación, no puede compararse con la ralea criminal, ni en sus medios, ni en sus fines. Ustedes tienden a justificar el hedor que nos pudre, pero sus argumentos siempre son falsos. No me diga que es imposible defender la nación con dignidad y ética, que no se puede combatir el mal sin actuar como malvados. A mi me gustaría poder distinguir claramente quienes son los buenos y quienes los malos en la película de España. Y le juro que cada día me cuesta más trabajo. Recuerdo a los filófos primitivos griegos y pienso que el verdadero problemas es físico: de la mierda sólo puede surgir mierda y el bien sólo emana del bien.
No desacredite usted estas afirmaciones críticas bajo el fácil argumento de que son críticas partidistas. Nosotros no militamos en partido alguno, ni creemos que en política existen partidos buenos y partidos malos. Sabemos que todos los partidos están contaminados de partitocracia totalitaria y que han sustituido el servicio al ciudadano por el ansia de poder y la ética por el pragmatismo, pero también sabemos que existen partidos corrompidos y otros todavía más corrompidos. La derecha es muy parecida a la izquierda en asuntos de pocilga y huele igual de mal, pero resulta que en España le ha tocado al PSOE la peor parte: las dos bocanadas más hediondas e inmorales de nuestra democracia llegaron bajo mandato socialista (y con usted en primera línea, en ambos casos): la primera fue la del GAL, con terrorismo de Estado y gente asesinada y enterrada en cal viva; la segunda es todo lo que rodea y apesta en este asesinato masivo del 11 M, donde el bien y el mal, la verdad y la mentira se entrelazan en un baile maldito, alimentado desde el poder, donde las sospechas lo inundan todo y uno ya no sabe distinguir entre la policía, los culpables y los confidentes, donde los moros terroristas no se comportan como islamistas, sino como mafiosos, donde los chivatos policiales que actuaron como comparsa parecen secuaces de los cárteles colombianos de la droga.
Le reitero mi petición de ciudadano: practiquen ustedes la ética desde el poder y, si no pueden hacerlo, ponganle mucho desodorante al Estado. Por favor.
Francisco Rubiales
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