El papa Benedicto XVI ha publicado hoy la encíclica "Cáritas in Veritate", un documento que condena con dureza los abusos del capitalismo y que exige un mundo más ético y justo.
La carta del papa una profunda reforma de la ONU y del sistema económico y financiero mundial y más respeto a la libertad y a la verdad, dos valores fundamentales para la convivencia y la justicia.
En el documento, el papa critica el papel del Estado actual y reflexiona sobre el futuro papel como Estado democrático, en lo social, lo político, lo sindical, la movilidad laboral o los cambios culturales. En este sentido, el Pontífice aboga por un diálogo cultural que no caiga en el relativismo. “Cuando esto ocurre, la humanidad corre nuevos riesgos de sometimiento y manipulación”, dice el pontífice.
Algunos han interpretado la nueva encíclica como un documento "de izquierdas", pero habría que preguntarse ¿de qué inquierda? porque la izquierda que existe y gobierna en países como China, España, Cuba o Venezuela es furiosamente capitalista y sus dirigentes son campeones de la corrupción, la injusticia, la desigualdad y todo lo que "Caritas in Veritate” denuncia y condena.
Ciertamente, la nueva encíclica parece "de izquierdas", pero de una izquierda que no existe y que, probablemente, nunca existió, al menos en un país de este planeta, donde las experiencias de la izquierda en el poder siempre han sido frustrantes y decepcionantes por su desprecio a la libertad y a los derechos humanos fundamentales y porque, casi siempre, causaron a sus "súbditos" pobreza, dolor, esclavitud y hasta exterminio.
El papa cita el progreso del hambre, el avance de la pobreza y el desprecio a la vida como síntomas de la degeneración y, en lo que parece una velada alusión a la España de Zapatero, critica las legislaciones o proyectos que abogan por el aborto libre y la eutanasia.
En el capítulo tercero de la encíclica, dedicado a “Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil”, el Papa anima al ser humano a no caer en la tentación de “creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí mismo el mal de la historia”. Esas posturas, denuncia el Pontífice, “han desembocado en sistemas económicos, sociales y políticos que han tiranizado la libertad de la persona y de los organismos sociales y que, precisamente por eso, no han sido capaces de asegurar la justicia que prometían”. Frente a esto, Benedicto XVI plantea “la caridad en la verdad”, una fuerza de una comunidad humana, no de individuos en particular. Una “comunidad fraterna” que sólo se entiende bajo el paraguas de “Dios-Amor”. Aplicado a la crisis económica, el Pontífice subraya cómo “sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave”.
El documento destila crítica, no sólo al capitalismo que abusa, sino también al liderazgo que fracasa una y otra vez y que conduce a la Humanidad hacia la derrota y la decadencia. El papa parece pedir una regeneración de la sociedad y de la vida política, aunque lo hace sin decirlo claramente. Las alusiones a la corruoción en todas sus vertientes son constantes y el papa siempre apunta hacia el rearme ético de las comunidades humanas y la “transparencia total” de la política, de las instituciones y las empresas como las únicas recetas eficaces.
La carta del papa una profunda reforma de la ONU y del sistema económico y financiero mundial y más respeto a la libertad y a la verdad, dos valores fundamentales para la convivencia y la justicia.
En el documento, el papa critica el papel del Estado actual y reflexiona sobre el futuro papel como Estado democrático, en lo social, lo político, lo sindical, la movilidad laboral o los cambios culturales. En este sentido, el Pontífice aboga por un diálogo cultural que no caiga en el relativismo. “Cuando esto ocurre, la humanidad corre nuevos riesgos de sometimiento y manipulación”, dice el pontífice.
Algunos han interpretado la nueva encíclica como un documento "de izquierdas", pero habría que preguntarse ¿de qué inquierda? porque la izquierda que existe y gobierna en países como China, España, Cuba o Venezuela es furiosamente capitalista y sus dirigentes son campeones de la corrupción, la injusticia, la desigualdad y todo lo que "Caritas in Veritate” denuncia y condena.
Ciertamente, la nueva encíclica parece "de izquierdas", pero de una izquierda que no existe y que, probablemente, nunca existió, al menos en un país de este planeta, donde las experiencias de la izquierda en el poder siempre han sido frustrantes y decepcionantes por su desprecio a la libertad y a los derechos humanos fundamentales y porque, casi siempre, causaron a sus "súbditos" pobreza, dolor, esclavitud y hasta exterminio.
El papa cita el progreso del hambre, el avance de la pobreza y el desprecio a la vida como síntomas de la degeneración y, en lo que parece una velada alusión a la España de Zapatero, critica las legislaciones o proyectos que abogan por el aborto libre y la eutanasia.
En el capítulo tercero de la encíclica, dedicado a “Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil”, el Papa anima al ser humano a no caer en la tentación de “creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí mismo el mal de la historia”. Esas posturas, denuncia el Pontífice, “han desembocado en sistemas económicos, sociales y políticos que han tiranizado la libertad de la persona y de los organismos sociales y que, precisamente por eso, no han sido capaces de asegurar la justicia que prometían”. Frente a esto, Benedicto XVI plantea “la caridad en la verdad”, una fuerza de una comunidad humana, no de individuos en particular. Una “comunidad fraterna” que sólo se entiende bajo el paraguas de “Dios-Amor”. Aplicado a la crisis económica, el Pontífice subraya cómo “sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave”.
El documento destila crítica, no sólo al capitalismo que abusa, sino también al liderazgo que fracasa una y otra vez y que conduce a la Humanidad hacia la derrota y la decadencia. El papa parece pedir una regeneración de la sociedad y de la vida política, aunque lo hace sin decirlo claramente. Las alusiones a la corruoción en todas sus vertientes son constantes y el papa siempre apunta hacia el rearme ético de las comunidades humanas y la “transparencia total” de la política, de las instituciones y las empresas como las únicas recetas eficaces.
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