El G-20 ha terminado con euforia en la bolsa y escasos resultados efectivos. Que el gasto público será la vía, para lograr la recuperación económica, es su mensaje más claro; siguiendo las teorías keynesianas todo el programa de rescate se basa en inyecciones de dinero público y en el fortalecimiento de la supervisión internacional, según el diario francés Le Monde. El remedio más efectivo que se les ha ocurrido es el desembolso de una nueva partida de más de un billón de dólares para organismos internacionales, de los que 750.000 millones serán para el Fondo Monetario Internacional (FMI), para préstamos a los países emergentes y subdesarrollados, que se une al total de cinco billones que los Gobiernos se van a gastar hasta finales de 2010 para salir de la crisis, «el mayor estímulo fiscal de la historia», se ha dicho.
Pareciera que sólo se conoce, en estos tiempos de mediocridad, el recurso a los dineros públicos; la Cumbre no se ha traducido en compromisos concretos o estímulos fiscales a la economía e igual sucede en cuanto al aspecto clave de la regulación de los mercados financieros; se creará un Consejo de Estabilidad Financiera, pero no se precisan sus competencias. Pero, Brown calificó ayer los acuerdos logrados de nuevo «plan Marshall» que permitirá al mundo salir de la crisis económica; su afirmación es demasiado optimista.
El comunicado final habla genéricamente de «sostener» los actuales niveles de gasto público y de una «política expansiva» de crédito de los bancos centrales; a la vez, recoge la necesidad de reformar "en profundidad" la organización financiera internacional; de endurecer la normativa sobre el control de riesgo de las entidades financieras, y, fijando los códigos de conducta y la supervisión de las remuneraciones de los banqueros, garantizar la independencia de las agencias de calificación, legislar de forma muy estricta sobre los fondos de inversión y, tras comprometerse a evitar todo tipo de prácticas proteccionistas, fomentar el comercio mundial. El comunicado señala que la OCDE ha elaborado una lista de los paraísos fiscales, que serán sancionados, si no cumplen determinados requisitos de transparencia; quiere hacer aflorar los 11,5 billones de dólares -cinco veces el PIB español-, ocultos en esos "refugios" fiscales de empresas y particulares.
Los resultados de la cumbre son relativos, la precaución no resulta infundada; de todas formas, el tiempo dirá el valor de las medidas adoptadas. Si se logra la regulación de los mercados financieros y los Gobiernos, renunciando a la tentación del proteccionismo, llegan a coordinar su acción política, esta cumbre habrá servido para iniciar la recuperación mundial de la economía. Pues, sin duda, el despilfarro de la riqueza nacional no recupera mesiánicamente la economía; las desmesuras en el gasto y los depredadores de las finanzas mundiales la hunden cada día; hoy se ve que la austeridad ha sido proscrita de los gabinetes políticos. Ahora bien, al menos, el que estos políticos no hayan tomado de modo explícito la senda socialista revolucionaria, es un acierto.
Mientras tanto Barack Obama, feliz, Nicolas Sarkozy, emocionado y los otros, contentos, han salido diciendo, que la cumbre representa un "hito" histórico, "por el alcance de los desafíos y la magnitud de la respuesta dada". Ya se verá.
C. Mudarra
Pareciera que sólo se conoce, en estos tiempos de mediocridad, el recurso a los dineros públicos; la Cumbre no se ha traducido en compromisos concretos o estímulos fiscales a la economía e igual sucede en cuanto al aspecto clave de la regulación de los mercados financieros; se creará un Consejo de Estabilidad Financiera, pero no se precisan sus competencias. Pero, Brown calificó ayer los acuerdos logrados de nuevo «plan Marshall» que permitirá al mundo salir de la crisis económica; su afirmación es demasiado optimista.
El comunicado final habla genéricamente de «sostener» los actuales niveles de gasto público y de una «política expansiva» de crédito de los bancos centrales; a la vez, recoge la necesidad de reformar "en profundidad" la organización financiera internacional; de endurecer la normativa sobre el control de riesgo de las entidades financieras, y, fijando los códigos de conducta y la supervisión de las remuneraciones de los banqueros, garantizar la independencia de las agencias de calificación, legislar de forma muy estricta sobre los fondos de inversión y, tras comprometerse a evitar todo tipo de prácticas proteccionistas, fomentar el comercio mundial. El comunicado señala que la OCDE ha elaborado una lista de los paraísos fiscales, que serán sancionados, si no cumplen determinados requisitos de transparencia; quiere hacer aflorar los 11,5 billones de dólares -cinco veces el PIB español-, ocultos en esos "refugios" fiscales de empresas y particulares.
Los resultados de la cumbre son relativos, la precaución no resulta infundada; de todas formas, el tiempo dirá el valor de las medidas adoptadas. Si se logra la regulación de los mercados financieros y los Gobiernos, renunciando a la tentación del proteccionismo, llegan a coordinar su acción política, esta cumbre habrá servido para iniciar la recuperación mundial de la economía. Pues, sin duda, el despilfarro de la riqueza nacional no recupera mesiánicamente la economía; las desmesuras en el gasto y los depredadores de las finanzas mundiales la hunden cada día; hoy se ve que la austeridad ha sido proscrita de los gabinetes políticos. Ahora bien, al menos, el que estos políticos no hayan tomado de modo explícito la senda socialista revolucionaria, es un acierto.
Mientras tanto Barack Obama, feliz, Nicolas Sarkozy, emocionado y los otros, contentos, han salido diciendo, que la cumbre representa un "hito" histórico, "por el alcance de los desafíos y la magnitud de la respuesta dada". Ya se verá.
C. Mudarra
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