El Partido no Socialista no Obrero Español, al llegar la poder, se encontró un país alimentado por los fondos europeos y por los pingües beneficios de la política del ladrillo. Ante la pregunta, ¿qué hacemos?, alguien debió contestar: NADA, dejémoslo como está que parece que funciona solo.
El presidente, ante la inactividad y debido a la ineptitud, tuvo un ataque de “gloritis”, pensó que era la persona idónea para pasar a la historia, para liderar algo fuera, ya que dentro todo marchaba como si se tratara de un “perpetuum mobile”.
Lo primero que se le ocurrió fue enfundarse la cota de malla y convertirse en el adalid de la igualdad entre favorecidos y desfavorecidos, entre el norte y el sur, entre los desarrollados y los subdesarrollados. Para ello sus asesores le inventaron un eslogan y le aseguraron que con él se construía un lugar en la historia. El invento se llamó “Alianza de Civilizaciones”. A ello dedicó su esfuerzo, su tiempo, y la economía de todos, ya que pensaba que dentro, en su país, nada era necesario.
Cuando la economía mundial tembló, su iniciativa se fue al traste. Absolutamente nadie siguió interesado en su proyecto y éste quedó tan vacío como su frase: “la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento”. Sus asesores le habían asegurado que con ella pasaría a la historia, pero, entretenido en tratar de escribirla, no se dio cuenta que la nave que se suponía que dirigía hacia agua.
Su proyecto político, que nunca lo tuvo, y siempre fue cañonazos a ciegas: cheque bebé, los 400 €, ley del aborto, de la píldora, intentando tapar con argumentos pseudo-socialistas los boquetes de la ineptitud, dicho proyecto era el motivo de que entrara más agua de la que se podía desalojar con el trabajo de los marineros, del pueblo.
Mientras él intentaba no sabía qué los segundos de a bordo se beneficiaban con todo lo que estaba a su alcance antes de que el barco se hundiera definitivamente: EREs, corruptelas a babor y a estribor. Las ratas comenzaron a abandonar el barco antes del naufragio total (dimisiones del TC).
Desde la costa el PP lanzaba certeras andanadas que acabaron por provocar el naufragio definitivo.
Los marineros tratamos de nadar entre el oleaje, el capitán y los mandos reman en botes salvavidas hacia tierra, donde son recibidos con una frase y una sonrisa: ahora nos toca a nosotros.
Con el agua al cuello nos ofrecen la salvación. En los astilleros vuelven a botar una antigua nave, la PP. Pretenden que nos agarremos a un clavo ardiendo. Muchos han aceptado la oferta, pero todos vemos que el nuevo barco ha sido botado con graves vías de agua, producidas por la corrupción interna y la desconfianza de los que nadamos a la deriva. Nos obligan a subir a bordo, a trabajar achicando, mientras, por otro lado, van desmontando las cuadernas para construir sus propios botes salvavidas, con los que se aseguran llegar a tierra firme, con el botín, cuando se produzca un nuevo naufragio.
Se plantea una disyuntiva con una sola decisión posible, o nos dejamos ahogar o tomamos nosotros mismos el timón.
Miqueas
El presidente, ante la inactividad y debido a la ineptitud, tuvo un ataque de “gloritis”, pensó que era la persona idónea para pasar a la historia, para liderar algo fuera, ya que dentro todo marchaba como si se tratara de un “perpetuum mobile”.
Lo primero que se le ocurrió fue enfundarse la cota de malla y convertirse en el adalid de la igualdad entre favorecidos y desfavorecidos, entre el norte y el sur, entre los desarrollados y los subdesarrollados. Para ello sus asesores le inventaron un eslogan y le aseguraron que con él se construía un lugar en la historia. El invento se llamó “Alianza de Civilizaciones”. A ello dedicó su esfuerzo, su tiempo, y la economía de todos, ya que pensaba que dentro, en su país, nada era necesario.
Cuando la economía mundial tembló, su iniciativa se fue al traste. Absolutamente nadie siguió interesado en su proyecto y éste quedó tan vacío como su frase: “la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento”. Sus asesores le habían asegurado que con ella pasaría a la historia, pero, entretenido en tratar de escribirla, no se dio cuenta que la nave que se suponía que dirigía hacia agua.
Su proyecto político, que nunca lo tuvo, y siempre fue cañonazos a ciegas: cheque bebé, los 400 €, ley del aborto, de la píldora, intentando tapar con argumentos pseudo-socialistas los boquetes de la ineptitud, dicho proyecto era el motivo de que entrara más agua de la que se podía desalojar con el trabajo de los marineros, del pueblo.
Mientras él intentaba no sabía qué los segundos de a bordo se beneficiaban con todo lo que estaba a su alcance antes de que el barco se hundiera definitivamente: EREs, corruptelas a babor y a estribor. Las ratas comenzaron a abandonar el barco antes del naufragio total (dimisiones del TC).
Desde la costa el PP lanzaba certeras andanadas que acabaron por provocar el naufragio definitivo.
Los marineros tratamos de nadar entre el oleaje, el capitán y los mandos reman en botes salvavidas hacia tierra, donde son recibidos con una frase y una sonrisa: ahora nos toca a nosotros.
Con el agua al cuello nos ofrecen la salvación. En los astilleros vuelven a botar una antigua nave, la PP. Pretenden que nos agarremos a un clavo ardiendo. Muchos han aceptado la oferta, pero todos vemos que el nuevo barco ha sido botado con graves vías de agua, producidas por la corrupción interna y la desconfianza de los que nadamos a la deriva. Nos obligan a subir a bordo, a trabajar achicando, mientras, por otro lado, van desmontando las cuadernas para construir sus propios botes salvavidas, con los que se aseguran llegar a tierra firme, con el botín, cuando se produzca un nuevo naufragio.
Se plantea una disyuntiva con una sola decisión posible, o nos dejamos ahogar o tomamos nosotros mismos el timón.
Miqueas
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