Gracias a Dios no han asesinado a ningún miembro de mi familia, pero si he llorado, con rabia impotente, crímenes de vecinos, amigos y conocidos. También de ciudadanos que no conocía directamente. Cuando han matado a cualquiera de ellos también han intentado matar mis ideas y mis ilusiones. Por tanto yo también me considero víctima del terrorismo. Es más, creo que todos hemos sido víctimas del terrorismo. Por eso debemos estar unidos y no dejar que maniobras de políticos sin escrúpulos intenten tapar nuestras voces y anular nuestra presencia. No se puede condescender a las exigencias de los terroristas.
Quiero unirme a los que han perdido a familiares y cuyos asesinos van a negociar con el Estado. Con un Estado que hará dejación de su razón de ser para que la negociación sea al mismo nivel. El Gobierno parecerá incapaz de detener y juzgar a los delincuentes. Claudicará en el ejercicio de defender a los ciudadanos. No es que los criminales se hayan arrepentido ni hayan entregado las armas ni que estén solicitando clemencia a la sociedad. No. Es el Estado el que se está rebajando hasta la ciénaga de lo inconcebible. Se agachará para preguntar a los delincuentes qué es lo que desean, no sea el caso que se les olvide solicitar alguna cosa. Así tendrán la oportunidad de poner al día su inventario de exigencias. En definitiva se sucumbirá al chantaje.
Ahora advierten que no es lógico negociar (ni siquiera dicen exigir) inicialmente el abandono de las armas. Dicen que esa cuestión debe dejarse para el final. A todo esto se le está llamando- “proceso de paz”. Y encima señalan que el “proceso” resultará difícil. Difícil ¿para quién?
La mayoría de los ciudadanos no están de acuerdo con estos métodos envilecedores pero eso no importa. Definitivamente, todos seremos unas víctimas más.
José Luis Múgica
Quiero unirme a los que han perdido a familiares y cuyos asesinos van a negociar con el Estado. Con un Estado que hará dejación de su razón de ser para que la negociación sea al mismo nivel. El Gobierno parecerá incapaz de detener y juzgar a los delincuentes. Claudicará en el ejercicio de defender a los ciudadanos. No es que los criminales se hayan arrepentido ni hayan entregado las armas ni que estén solicitando clemencia a la sociedad. No. Es el Estado el que se está rebajando hasta la ciénaga de lo inconcebible. Se agachará para preguntar a los delincuentes qué es lo que desean, no sea el caso que se les olvide solicitar alguna cosa. Así tendrán la oportunidad de poner al día su inventario de exigencias. En definitiva se sucumbirá al chantaje.
Ahora advierten que no es lógico negociar (ni siquiera dicen exigir) inicialmente el abandono de las armas. Dicen que esa cuestión debe dejarse para el final. A todo esto se le está llamando- “proceso de paz”. Y encima señalan que el “proceso” resultará difícil. Difícil ¿para quién?
La mayoría de los ciudadanos no están de acuerdo con estos métodos envilecedores pero eso no importa. Definitivamente, todos seremos unas víctimas más.
José Luis Múgica