Si se siente español, si es ecuánime y se asquea ante la utilización del deporte como plataforma política, si comparte el criterio de miles de fillósofos y pensadores de que el nacionalismo es una enfermedad, compre unas zapatillas Kelme y agradezca así la valentía de esa marca deportiva al rescindir el contrato de patrocinio a Oleguer Presas, jugador del Barcelona, después de sus declaraciones en favor del terrorista asesino etarra De Juana Chaos.
Comprar unas Kelme sería todo un gesto de justicia compensatoria de la parte sana de la sociedad española para compensar a la marca ante lo que se le viene encima: la furia de Carod Rovira y de sus cientos de miles de seguidores nacionalistas, aborregados y con la razón desquiciada al ser capaces de consumir la mentira de que la suspensión del contrato es "un ataque a Cataluña".
Desde tiempos inmemoriales, el nacionalismo se nutre del victimismo y engorda con el odio, rasgo conocido por la práctica totalidad de los sociólogos y polítólogos del planeta. Carod Rovira y ERC, como era de esperar, han utilizado este caso para acusar de «catalanofobia» a Kelme y a «los poderes mediáticos, políticos y empresariales que están difamando al jugador».
Usted, si siente orgullo de no ser una célula cancerosa infectada de nacionalismo excluyente, compre unas zapatillas Kelme (o dos) y, de camino, utilice su dinero en favor de la Justicia y la equidad, ejerciendo sus derechos y poderes como consumidor.
El Fútbol Club Barcelona debería seguir los pasos de Kelme y abrir un expediente disciplinario serio a su jugador. Si la directiva de ese club no estuviera infectada, probablemente, del mismo mal que afecta a Oleguer, tal vez se atreviera a defender el sano criterio de que los los jóvenes deportistas millonarios del fútbol español no deberían aprovechar su popularidad para inculcar en la población sentimientos tan rastreros como la admiración por un asesino en serie cuyas víctimas tuvieron que ser enterradas a trozos.
Sebas
Comprar unas Kelme sería todo un gesto de justicia compensatoria de la parte sana de la sociedad española para compensar a la marca ante lo que se le viene encima: la furia de Carod Rovira y de sus cientos de miles de seguidores nacionalistas, aborregados y con la razón desquiciada al ser capaces de consumir la mentira de que la suspensión del contrato es "un ataque a Cataluña".
Desde tiempos inmemoriales, el nacionalismo se nutre del victimismo y engorda con el odio, rasgo conocido por la práctica totalidad de los sociólogos y polítólogos del planeta. Carod Rovira y ERC, como era de esperar, han utilizado este caso para acusar de «catalanofobia» a Kelme y a «los poderes mediáticos, políticos y empresariales que están difamando al jugador».
Usted, si siente orgullo de no ser una célula cancerosa infectada de nacionalismo excluyente, compre unas zapatillas Kelme (o dos) y, de camino, utilice su dinero en favor de la Justicia y la equidad, ejerciendo sus derechos y poderes como consumidor.
El Fútbol Club Barcelona debería seguir los pasos de Kelme y abrir un expediente disciplinario serio a su jugador. Si la directiva de ese club no estuviera infectada, probablemente, del mismo mal que afecta a Oleguer, tal vez se atreviera a defender el sano criterio de que los los jóvenes deportistas millonarios del fútbol español no deberían aprovechar su popularidad para inculcar en la población sentimientos tan rastreros como la admiración por un asesino en serie cuyas víctimas tuvieron que ser enterradas a trozos.
Sebas
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