España no está para florituras ni para esperas; desde las elecciones del 20-D ya ha pasado demasiado tiempo sin un Gobierno que ataje la incertidumbre, procure la estabilidad y ponga coto urgente al delito de sedición. ¿Por qué no han cortado por lo sano ya esa actuación del otro día del Parlamento Catalán, que, de facto, ha dado por consumada la secesión? España no puede esperar ha de seguir impulsando el crecimiento, inspirar confianza a los mercados y a los observadores exteriores, hay que crear empleo y acudir a rehacer ese contingente de familias que andan al filo de la real pobreza. Y entre tanto, aquí gentecilla sin talla alguna sigue entretenida en los manejos personales y las componendas que la salven de la caída inminente, en lugar de anteponer siempre los intereses de la Nación.
La incertidumbre política sin remedio presenta su costo económico, ya el mundo inversor y el empresarial están mostrando cierta inquietud ante el actual bloqueo de pacto; el Ibex 35, además de la enorme perdida sufrida al inicio de año, ha vuelto a soportar esta semana otra severa caída, que indica su tendencia bajista; el influjo exterior es innegable, sin olvidar la crisis bursátil china, aunque no todo se debe a agentes foráneos, nuestra Bolsa está perdiendo más que las europeas; precisamente, ante la dificultad exterior, vienen a ser más necesarias aquí la estabilidad y la seguridad política; la inestable expectativa de una rápida investidura de presidente y la dificultad de cerrar un acuerdo de gobierno pasan su factura, a lo que se une, la posibilidad de que forme gobierno un ZP-bis de tipo inferior, sin consistencia y con un programa dilapidador que no permita la recuperación de España. Lo cierto es que no hay pactos, ni voluntad alguna de pactar; se trata de una estratagema especial y egoísta que crea parálisis, personalismos y obsesión de poder por encima de iniciativas políticas positivas y sociales. Hoy despunta la fría realidad que está convirtiendo los consensos postelectorales en una actuación de confusión y en una perversión del mandato popular; ya lo auguraban la fragmentación política, las mayorías débiles y condicionadas y las negociaciones entre gente novata, cruda y sin madurez ideológica. Puede que se llegue a la repetición de elecciones, salvo un forzamiento in extremis e inédito del mandato del pueblo.
Se está poniendo en juego el ser de la Nación con unas cosas y otras; es muy triste para nosotros presenciar cómo se desmorona el Partido Socialista con la grandeza que ha mostrado hasta ahora y la enorme talla de sus políticos desde la Transición, cargados de patriotismo y dedicación al bien común y no a sus problemitas; y hoy vemos que cae en el saco, fagocitado por las demoledoras garras leninistas; se necesitan los dos partidos mayoritarios que proporcionen seguridad y confianza. Democracia quiere decir alternancia y equilibrio y es que la democracia requiere fundamentalmente firmeza, pues, sin duda, la inestabilidad tiene unos afectos económicos destructores; con estos politiquillos populistas y antisistema no tendríamos la Constitución ni la Extraordinaria Transición del 78; vienen a destruir el 'status quo' español e imponer el totalitarismo y la tiranía de las minorías. El espectáculo pueril e insulso que se dio el día de la composición del Congreso fue bochornoso por el pasmo, la desmesura e insensatez de esta clase política nueva. No se puede convertir el parlamento en un recinto circense de reivindicación. España necesita generar credulidad en Europa y en los mercados. Hay partidos que saben cuáles han de ser sus prioridades, pero el dislate del PSOE con la izquierda radical, chavista y alérgica a la democracia pone en duda la responsabilidad y el sentido de Estado de estos socialistas; la estabilidad de España exige, no nuevas elecciones, sino un gobierno serio que defienda la vigencia de la Constitución, la certidumbre y la prosperidad del pueblo español.
C. Mudarra
La incertidumbre política sin remedio presenta su costo económico, ya el mundo inversor y el empresarial están mostrando cierta inquietud ante el actual bloqueo de pacto; el Ibex 35, además de la enorme perdida sufrida al inicio de año, ha vuelto a soportar esta semana otra severa caída, que indica su tendencia bajista; el influjo exterior es innegable, sin olvidar la crisis bursátil china, aunque no todo se debe a agentes foráneos, nuestra Bolsa está perdiendo más que las europeas; precisamente, ante la dificultad exterior, vienen a ser más necesarias aquí la estabilidad y la seguridad política; la inestable expectativa de una rápida investidura de presidente y la dificultad de cerrar un acuerdo de gobierno pasan su factura, a lo que se une, la posibilidad de que forme gobierno un ZP-bis de tipo inferior, sin consistencia y con un programa dilapidador que no permita la recuperación de España. Lo cierto es que no hay pactos, ni voluntad alguna de pactar; se trata de una estratagema especial y egoísta que crea parálisis, personalismos y obsesión de poder por encima de iniciativas políticas positivas y sociales. Hoy despunta la fría realidad que está convirtiendo los consensos postelectorales en una actuación de confusión y en una perversión del mandato popular; ya lo auguraban la fragmentación política, las mayorías débiles y condicionadas y las negociaciones entre gente novata, cruda y sin madurez ideológica. Puede que se llegue a la repetición de elecciones, salvo un forzamiento in extremis e inédito del mandato del pueblo.
Se está poniendo en juego el ser de la Nación con unas cosas y otras; es muy triste para nosotros presenciar cómo se desmorona el Partido Socialista con la grandeza que ha mostrado hasta ahora y la enorme talla de sus políticos desde la Transición, cargados de patriotismo y dedicación al bien común y no a sus problemitas; y hoy vemos que cae en el saco, fagocitado por las demoledoras garras leninistas; se necesitan los dos partidos mayoritarios que proporcionen seguridad y confianza. Democracia quiere decir alternancia y equilibrio y es que la democracia requiere fundamentalmente firmeza, pues, sin duda, la inestabilidad tiene unos afectos económicos destructores; con estos politiquillos populistas y antisistema no tendríamos la Constitución ni la Extraordinaria Transición del 78; vienen a destruir el 'status quo' español e imponer el totalitarismo y la tiranía de las minorías. El espectáculo pueril e insulso que se dio el día de la composición del Congreso fue bochornoso por el pasmo, la desmesura e insensatez de esta clase política nueva. No se puede convertir el parlamento en un recinto circense de reivindicación. España necesita generar credulidad en Europa y en los mercados. Hay partidos que saben cuáles han de ser sus prioridades, pero el dislate del PSOE con la izquierda radical, chavista y alérgica a la democracia pone en duda la responsabilidad y el sentido de Estado de estos socialistas; la estabilidad de España exige, no nuevas elecciones, sino un gobierno serio que defienda la vigencia de la Constitución, la certidumbre y la prosperidad del pueblo español.
C. Mudarra
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