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La recién aprobada ley de Memoria histórica es un estúpido intento de resucitar un pasado vergonzoso que a todos nos conviene olvidar. También es un cobarde y acomplejado intento de borrar la memoria del régimen franquista, quizás por miedo a que la gente empiece a compararlo con la actual democracia degenerada. Sea cual sea la razón, los que quieren enterrar el franquismo y desenterrar la versión de los perdedores en la guerra civil juegan con fuego y están destruyendo el que probablemente fue el mejor gesto de España en el siglo XX: aquella decisión colectiva, tras la muerte de Franco, de perdonar y olvidar el pasado violento para poder vivir el futuro en armonía y democracia.
Algunos temerarios en el poder han optado por borrar la historia de los que ganaron la guerra, mientras resucitan la historia de los que la perdieron. Hasta pretendían eliminar los símbolos y nombres de los que vencieron y han ejercido la "venganza" al retirar a Franco su título de doctor "honoris causa" por Santiago de Compostela. Lo han necho los mismos que desmontan y funden sus estatuas ecuestres. Son pequeños dictadores adaptados a la democracia que han sucumbido a otro de los más típicos vicios totalitarios, el de borrar la historia y, si es posible, reescribirla.
Aquellos que han decidido borrar la historia y reescribirla han sido siempre gente débil y acomplejada. La gente fuerte, segura de si misma y dotada de razones y argumentos acepta la historia y, si no la comparte, compite con ella para darle otra orientación, pero lo hacen con ideas y con las armas del intelecto, no con el Boletin Oficial del Estado. Luchar contra la historia con la inteligencia es osadía intelectual, pero hacerlo amparándose en el poder político es totalitarismo acomplejado.
Los muy torpes ni siquiera han aprendido que, al querer eliminar la memoria de personajes históricos controvertidos, lo que que consiguen es convertirlos en mitos.
No me resisto a enlazar un artículo sobre la memoria histórica tan cruel y despiadado como bien escrito. Se llama "El caudillo Franco prohibido por el caudillo Z" y está en el blog Humanidad y Tiempo. Leanlo y estremézcanse.
Algunos temerarios en el poder han optado por borrar la historia de los que ganaron la guerra, mientras resucitan la historia de los que la perdieron. Hasta pretendían eliminar los símbolos y nombres de los que vencieron y han ejercido la "venganza" al retirar a Franco su título de doctor "honoris causa" por Santiago de Compostela. Lo han necho los mismos que desmontan y funden sus estatuas ecuestres. Son pequeños dictadores adaptados a la democracia que han sucumbido a otro de los más típicos vicios totalitarios, el de borrar la historia y, si es posible, reescribirla.
Aquellos que han decidido borrar la historia y reescribirla han sido siempre gente débil y acomplejada. La gente fuerte, segura de si misma y dotada de razones y argumentos acepta la historia y, si no la comparte, compite con ella para darle otra orientación, pero lo hacen con ideas y con las armas del intelecto, no con el Boletin Oficial del Estado. Luchar contra la historia con la inteligencia es osadía intelectual, pero hacerlo amparándose en el poder político es totalitarismo acomplejado.
Los muy torpes ni siquiera han aprendido que, al querer eliminar la memoria de personajes históricos controvertidos, lo que que consiguen es convertirlos en mitos.
No me resisto a enlazar un artículo sobre la memoria histórica tan cruel y despiadado como bien escrito. Se llama "El caudillo Franco prohibido por el caudillo Z" y está en el blog Humanidad y Tiempo. Leanlo y estremézcanse.
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